Análisis

Una España fluida tras los bloques

Galicia afianza una izquierda dual en España, en la que el voto fluye fácil entre partidos cuyas fronteras son más difusas por las alianzas. El caso valenciano no es equiparable, pero el 18F gallego deja mensajes a PSPV y Compromís

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez.

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Más allá de euforias y descalabros, lo que ha pasado este domingo 18 en Galicia se resume en tres grandes ideas: continúa el desmoronamiento territorial del PSOE, que nunca ha estado tan débil (solo gobierna en cuatro comunidades pequeñas) y que en Galicia se deja seis de los 15 diputados que tenía; el PP demuestra que es el partido que mejor retiene base social en sus bastiones, y el nacionalismo periférico se consolida como opción al alza, ya que el BNG es el único que sube (aunque de manera insuficiente) al aglutinar el voto de las mareas y la izquierda hija del 15M.

Lo principal que sale de Galicia es que se afianza la tendencia en un puñado de comunidades, las del ‘nacionalismo histórico’ además de Madrid (demográficamente importantes), de agrupar el voto progresista en fuerzas de corte soberanista (autonomista en el caso de Más Madrid) antes que en el PSOE. Según lo visto con el BNG, son la opción preferida entre menores de 30.

Lo que deja Galicia, de esta manera, es un PSOE de Pedro Sánchez más débil en los territorios, algunos de ellos tradicionales, pero con una marca capaz de captar más voto en esos territorios en elecciones generales (el llamado voto dual) y de aglutinar también a su lado a esas otras fuerzas territoriales progresistas en un Gobierno de España. Esa es su principal ventaja competitiva hoy sobre el PP de Núñez Feijóo.

Detrás de los grandes bloques, lo que aparece así (al menos, en la izquierda) es un modelo que podría calificarse como de ‘fluido’, según terminología actual, en el que el voto fluye fácil de unas fuerzas a otras en función de la convocatoria electoral y las fronteras entre partidos son más difusas ante la necesidad de alianzas.

No obstante, la incógnita es si el PSOE será capaz de digerir y asumir esta nueva visión de España (y del partido) o si la posesión de la presidencia del Gobierno ejerce de tapón a una concepción distinta que explotará cuando se pierda el poder.

La Comunitat Valenciana se acercó a ese grupo de territorios en 2015 (Compromís quedó a un escaño del PSPV) y presenta algún síntoma similar (la preponderancia de Compromís en València), pero la regresión del voto a la formación estrictamente autonómica desde ese momento se ha pronunciado y la coalición valencianista continúa teniendo serios problemas de implantación en partes importantes del territorio, lastre que el BNG sí ha superado.

Por tanto, la Comunitat Valenciana no está hoy en ese grupo de territorios, pero lo de Galicia deja también una advertencia para el nuevo PSPV posterior a Ximo Puig, que eso sí hizo: asentar al socialismo como fuerza dominante en la izquierda en un periodo complejo.

¿Qué hubiera pasado si en 2015 Mónica Oltra hubiera alcanzado el ‘sorpasso’ y hubiera sido la presidenta de la Generalitat? ¿Estaría Compromís hoy en la posición del BNG o Bildu en Galicia? Es política ficción, una ucronía. Que la coalición se debata hoy entre Sumar o el BNG como compañeros en las europeas es significativo de su identidad doble y de su crisis existencial actual.

¿Y por dónde irá el PSPV en la nueva era de Diana Morant? De momento muestra indicios de estar desubicado. Salir el primer día tras el hundimiento socialista en Galicia poniendo el foco en «el terremoto interno» en el PP por los indultos condicionados de Feijóo proyecta más estupor y zozobra que análisis sereno de la realidad.

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