Isidre Escandell: viaje inacabado desde el olvido de una fosa

El periodista de El Mercantil Valenciano y diputado provincial socialista fue fusilado al terminar la guerra, pero sus restos no pueden ser identificados a menos que aparezca algún familiar

Apertura de la fosa 114 en el cementerio de Paterna, en mayo de 2021. | JM LÓPEZ

Apertura de la fosa 114 en el cementerio de Paterna, en mayo de 2021. | JM LÓPEZ / josé luis garcía nieves. valència

José Luis García Nieves

José Luis García Nieves

Escribe Paco Roca en su última novela sobre la memoria que el olvido es el abismo que separa la vida de la muerte. Y no todos consiguen regresar de él. Ese podría ser el epitafio de Isidre Escandell Úbeda, un hombre que ha conseguido salir de una fosa, pero que aún no ha recuperado su nombre.

A Escandell, en esencia, lo mataron por escribir y proclamar sus ideas. Fue periodista de ‘El Mercantil Valenciano’, antecesor de Levante-EMV, además de otros medios como «La Voz Valenciana». Pero también fue un erudito, un político socialista y diputado en la corporación provincial y en el Congreso. Todo eso le situó frente al pelotón de fusilamiento, junto a la valla del cementerio de Paterna, a las 7 de la tarde del 28 de junio de 1940.

El PSPV presentó esta semana al pleno de la Diputación de València una moción para instar al reconocimiento y reparación personal de Isidre Escandell, que salió adelante con el apoyo de todos los partidos menos Vox. Se acaban de cumplir cien años desde que el periodista fue nombrado diputado provincial por el distrito Alzira-Alberic, en 1923. Además, lideró la agrupación socialista valenciana.

Escandell pasó su infancia y juventud en Xàtiva, donde comenzó casi de niño a garabatear artículos. En aquella ciudad se enroló en la agrupación socialista y organizó las Juventudes antes de emigrar a Valencia para estudiar Magisterio, que nunca ejerció. Como tantos otros, su devoción eran el periodismo y la política, indisolubles en aquellas décadas de efervescencia social.

Toda esta memoria la rescató la también periodista y profesora en la Universitat de València Dolors Palau, en un artículo publicado en la revista Afers hace ahora 20 años. Desde entonces, han pasado muchas cosas. La llegada de Zapatero ese año 2004 cambió la relación del país con su pasado. Las leyes de memoria ayudaron a los familiares a abrir las fosas para sacar a sus familiares.

Hace poco, en 2021, llegó la hora de Isidre Escandell. Sus restos se encontraban en la fosa 114 del cementerio de Paterna, en la conocida como la «saca de la cultura», junto a otras personalidades, periodistas y políticos, como Vicente Miguel Carceller, editor de la revista satírica La Traca; Carlos Gomez Carrera Bluff, su dibujante estrella, o Luis Cisneros, secretario de Sala de la Audiencia Provincial.

Sin embargo, pese a salir del olvido, Escandell se ha quedado en una especie de limbo en forma de laboratorio: no se ha podido encontrar a ningún familiar para cotejar con el adn e identificar plenamente al político. «Ahora mismo se están empezando a producir las primeras identificaciones. Sería muy triste que Isidre Escandell, como otros, volviera a la fosa porque no hay nadie que lo reclame. Sus restos se encuentran en el laboratorio pendientes del cotejo final del ADN, algo que en su caso será imposible y por tanto no recuperará su identidad salvo que aparezca un familiar que lo reclame», lamenta Matías Alonso, presidente del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica.

El sumario del juicio deja claro que el franquismo no encontró ningún delito de sangre. Eso fue, precisamente, lo que le había hecho quedarse en Valencia: la conciencia tranquila. Renunció a subirse a uno de los barcos que salieron días antes de la entrada de tropas franquistas, tal como le reclamaba su sobrino en la puerta del piso del director de ‘El Mercantil Valenciano’. El que había sido también diputado valenciano en las Cortes Constituyentes de la República en 1931, se escondió en casa de su hermana Conxeta en Benimàmet, confiando en que bajara la marea, relata Dolors Palau.

Ya en el consejo de guerra, no le sirvieron ni su condición de académico, ni las gestiones de alguna embajada ni el hecho de haber protegido durante la guerra a personas conservadores con las que había coincidido en el Ateneo Mercantil Valenciano. Se le condenó por adhesión a la rebelión, básicamente por los mítines que protagonizó y por las declaraciones recogidas en este diario.

En esos últimos días de ocultación, entre el fin de la guerra y la detención el 10 de julio de 1939 por agentes policiales llegados de Madrid, este erudito se dedicó a escribir. Ultimaba un tomo de una Filosofía del Arte. Siempre abogó por un periodismo pedagógico, consciente del autodidactismo de muchos obreros de izquierda, que abrían el periódico como quien acude a una despensa intelectual. Ya preso en la cárcel Modelo, puso letra a la Sereneta de Schubert: «Emoción que fue, que sin duda volverá», escribió. Esa esperanza es a la que se aferran en el grupo de memoria para que aparezca algún familiar.

La diputación pide un registro de represaliados

La moción que el PSPV llevó al pleno de la Diputación obtuvo el apoyo de PP y Ens Uneix. De hecho, el equipo de gobierno la hizo suya y se va a trasladar al ministerio la petición para crear un registro de represaliados de la diputación, ya que el Gobierno es el competente para ello. «Isidre Escandell, nacido en Valencia, fue maestro y periodista. También militante socialista, pero sobre todo una persona libre y comprometida con los valores de la izquierda. Es un acto de justicia», dijo durante el pleno el portavoz del PSPV, Carlos Fernández Bielsa. «Era un hombre ilustrado, de una sólida formación cultural, pero sobre todo fue un defensor de las libertades. Un demócrata alejado de los excesos y un militante comprometido con el Partido Socialista desde su juventud», dijo.

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