Nueva tragedia en el Everest

Urgen medidas para controlar los grupos de escaladores.

Urgen medidas para controlar los grupos de escaladores. / Atrochando

Gonzalo Aupí

La temporada de ascensiones al Everest ha comenzado de la peor forma posible. Cada año que pasa, parece que normalizamos aún más que la montaña se cobre vidas, cuando algunas pérdidas quizá podrían evitarse.

La masificación del techo del mundo ha provocado, en estas primeras jornadas, el fallecimiento de varios alpinistas. Lo más grave es que algunos de estos casos se han debido al derrumbe de una cornisa de hielo, que cayó sobre quienes descendían, fruto del peso de quienes hacían cola para coronar la cima.

No es comprensible que, hace 28 años, en la primavera de 1996, la sociedad internacional pusiera el grito en el cielo por la tragedia que allí aconteció. Ahora vemos lógico que alpinistas expertos fallezcan por haber convertido la montaña más alta de la Tierra en una autopista para turistas. Si bien el alpinismo conlleva en un gran porcentaje un enorme riesgo, quienes viven por y para la montaña no solo entienden esto, sino que lo asumen como propio, como el peaje que hay que pagar a cambio de la caricia del cielo a más de 8.000 metros de altitud, donde un ínfimo porcentaje de la población del planeta ha llegado en alguna ocasión.

Ojalá las tornas cambien algún día. Y el primero en agradecerlo será el Everest.