Las 'alfàbegues' de Bétera, un culto de más de 800 años de antigüedad

El martes, el municipio del Camp de Túria se volcará en hacer llegar, entre una lluvia de confetti, los ejemplares de albahaca a la virgen de la Asunción

El cultivo se remonta al pasado morisco de Bétera, con vestigios del cultivo de esta planta del siglo XIII

'La Rodà', la ofrenda de las 'alfàbegues' a la virgen de la Asunción.

'La Rodà', la ofrenda de las 'alfàbegues' a la virgen de la Asunción. / JM López

Amparo Soria

Amparo Soria

Cuando Ramón Asensi cuidadaba las plantas de albahaca cuando era un niño, no imaginaba que algún día terminaría siendo su trabajo. Tampoco entendía la magnitud que esta especie tiene en Bétera: es una entidad. Una ofrenda a la virgen, una planta simbólica, un elemento a cuidar para luego regalar. Las ‘alfàbegues’ se han hecho un hueco en la idiosincrasia de Bétera como una planta autóctona sin serlo: no nace allí, pero sí es donde mejor la cuidan, y lo hacen desde el siglo XIII, del que data un recipiente, como una maceta, que se destinaba al criado de esta planta. No solo eso, sino que el próximo día 15 de agosto, ‘la Rodà’ las sacará a pasear por sus calles, custodiadas por las Obreras y Mayorales, hasta que sean entregadas a la Virgen de la Asunción envueltas en una lluvia de confetti.

Pero antes de eso, en marzo, Asensi comienza su trabajo. Porque en Bétera, cultivar la albahaca es un trabajo, y este maestro ‘alfabeguer’, accedió a él hace 25 años, tomándole el relevo a Manolo ‘El Morquero’, otra institución que garantizaba, como ahora Asensi, que la fiesta y la ofrenda pudiera llevarse a cabo. 

Así que, cuando en marzo empiezan a plantarse las semillas, comienza un proceso laborioso, delicado y de mucha atención a estas plantas que, como dice Asensi, «son seres vivos». «Esto es un sistema de cultivo, que vas intentando mejorar cada vez, pensando en qué necesitan estas plantas. Son seres vivos, reaccionan a los estímulos y las decisiones que tomas y tu aprendes con ellas», dice Asensi. Este aprendizaje le llevó el año pasado a batir el récord mundial con un ejemplar que midió 3,24 metros. 

Hasta ese desenlace, y tras haber germinado, las plantas se reparten en macetas y se van‘entutorant’, es decir, tutorizando su crecimiento: a través de una caña central y varias perimetrales, se va tejiendo una tela de araña por donde la albahaca se va desarrollando, creándole esa bonita forma redonda, y alta. Las deshojan después, quitándoles la flor porque quieren reproducirse, y se ataja para que crezcan aún más.Cada semana deben retirar esas flores y no escatimar con el agua: «En estos momentos están siendo regadas 24 horas al día, por goteo, para evitar que con estas temperaturas se mustien», dice Asensi. 

Maestros alfabeguers: en blanco y negro, Manolo “El Morquero” y el actual maestro, Ramón Asensi.

Maestros alfabeguers: en blanco y negro, Manolo “El Morquero” y el actual maestro, Ramón Asensi. / Rata Monteagudo/L-EMV

Su origen tropical confirma que no puede reproducirse por sí sola en el Mediterráneo, pero su presencia en esta zona es milenaria.En Bétera se encontró un recipiente donde se cultivaba, incluso con un sistema de riego, que data del siglo XII, cuando este municipio era morisco. «No sabemos para qué las utilizaban, tal vez para dar buen olor a las casas, o a las mezquitas», dice Asensi. Su nombre científico Ocimum basilicum, deja entre ver que era una especie propia de la realeza, «y desde la antigüedad era una planta sagrada e importante», usada en la India en rituales de fertilidad y después adquirida en el cristianismo. Ahí es donde comienza la tradición de ofrecer estas plantas a la Verge d’Agost, el día 15. 

Asensi enumera algunas leyendas que se conocen en torno a esta planta, como que Santa Helena, la madre del emperador Constantino, encontró la cruz de Cristo enJerusalén en un campo de albahacas, o que la palabra ‘basílica’ pueda venir de esta plana, ‘basilicum’. 

En los últimos años, la fiesta se ha institucionalizado y cada vez es más grande, abriéndose al resto de la provincia. «Sin duda, estás majestuosas plantas han escrito nuestra historia y suponen el mantenimiento de nuestras tradiciones», dice la alcaldesa,EliaVerdevío, quien asegura que perduran gracias «a vecinos y vecinas que mantienen vivas estas costumbres y las transmiten generación tras generación». Entre ellos,Verdevío valora el trabajo que hace cada día Asensi, «que tomó el testigo, ya hace 25 años, de nuestro vecino Manolo “El Morquero” quien fue durante su vida un referente en el cultivo de nuestras alfábegues».