Alguna vez hemos hablado (y no será la última) del desolado paisaje (que diría Sabina) que ofrece el casco antiguo de Xàtiva, con un despoblamiento preocupante y un abandono mucho más preocupante aún. No nos vale ya un maravilloso proyecto de ayudas para rehabilitar cien casas para lo cual se gasta mucho más dinero en promoción y sede en la antigua farmacia de Artigues para contar lo guapos que somos y lo bien que lo hacemos. El tripartito que nació del acuerdo de Sant Domènec no tenía más remedio que repartir el pastel político en trozos que fuesen parecidos en tamaño e importancia, y aunque la realidad ha demostrado que al final cada uno va por su lado, sí que se han hecho patentes unas iniciativas más que otras. El comercio de proximidad ha sido una de ellas. Vienen llenándose la boca los responsables de esta acción de la promoción de los productos autóctonos, del mercado de los martes, del invento de llevarlo por los barrios, del Mercat de la Terra, del apoyo al pequeño comercio, de la necesidad e importancia de la proximidad, para que no se muera del todo? y al final ¿cuál es el resultado? Unas líneas más abajo y vamos con la conclusión final.

Siempre reconoceré la suerte que tuve de pasar mi infancia y adolescencia en la calle de Sant Joaquín, donde nací. Una calle enclavada en un barrio que todavía conserva su sabor en tradiciones como las fiestas populares o el tomar el fresco las largas noches de verano en la puerta de casa, donde los vecinos se conocían todos y cada uno por sus apodos. Aquel barrio, y si la memoria no me falla, sí que te ofrecia un verdadero comercio de proximidad. Veamos: el horno de Cayetano, Casa Pepeta, El Moliner, Forn de Sant Cristòfol, Casa Petxina, Bodega de Sant Josep... Incluso una "escola de cagons" en Ardiaca Alta. ¿Qué queda ahora? Centenares de carteles de inmobiliarias y ni una sola de estas tiendas, de estos hornos, de estos servicios. Se han desplazado hacia enormes superficies como los 7.000 metros cuadrados de Family Cash. Mercadona amplía y amplía su tienda del polígono. Lidl anuncia que va abrir un nuevo hipermercado, y el equipo de gobierno llenándose del encanto que provocan estas iniciativas empresariales que nos dan caché y glamour. ¿A qué estamos jugando? ¿Qué tipo de ciudad queremos verdaderamente?

Si decir comercio de proximidad en aquellos barrios que se encuentran en la UVI es darles el caramelo del mercadito un domingo y eso es todo cuanto se les ocurre, es un parche en una rueda que necesita todo un recambio. O se interviene de una forma seria, rigurosa y efectiva con ayudas que puedan verse y tocarse, o nos dedicamos a ponernos el traje de domingo para cortar la cinta de rigor y ampliar al monstruo que se comió al pobre cervatillo del casco antiguo. Las tendencias comerciales son inevitables y no puede detenerse, pero por ello habrá que establecer unas prioridades y no un simple hecho porque toca hacerlo y es muy popular. Aquí cada uno va a la suya y el consenso no se ve por ninguna parte. Había otro guión, pero duerme el sueño de los justos.