«Suelo urbano de segunda mano con una superficie de 10.893 metros cuadrados y una edificabilidad de 5.514 m2. Situado a las afueras de Xàtiva, en zona tranquila». Este anuncio lleva meses circulando por diversos portales inmobiliarios: oferta una porción de los terrenos donde se asienta la histórica Papelera San Jorge, un conjunto fabril desmantelado, símbolo del antiguo esplendor industrial de la ciudad y, hasta mediados del siglo XX, uno de los emporios más importantes del país.

Con la crisis, la parcela a la venta, de tipología residencial, pasó a integrar la cartera de la división inmobiliaria del Banco Sabadell, aunque una promoción la comercializa por solo 65.600 euros: a 8 euros el metro cuadrado. El importe se ha rebajado un 47% desde que el bien se traspasa. Tras su recalificación hace 13 años, los terrenos se tasaron a un precio veinte veces más caro, a 170 €/m(2), cifra próxima al valor medio actual del mercado. A escasos metros, en el polígono, hay solares de uso comercial e industrial con la mitad de extensión que se venden por 1,5 millones de euros.

Las diferentes construcciones de la Papelera San Jorge ocupan dos parcelas urbanas que, según Catastro, miden 65.000 m(2). La más grande, de 54.000 m(2,) fue embargada y adjudicada en 2017 por el juzgado a la Sareb, el banco malo creado para absorber los activos tóxicos del ladrillo. La finca no aparece todavía en el catálogo público de la entidad en Xàtiva.

En plena burbuja, una empresa administrada por un excompañero de Alfonso Rus en el PP condenado por estafa consiguió que la conselleria del encarcelado Rafael Blasco recalificara de industrial a residencial 73.000 m2 de suelo en el conjunto fabril para edificar 310 viviendas. La operación revalorizó los terrenos en 10 millones de euros: Caixa Catalunya tasó el suelo en 12,4 millones de euros y suscribió un crédito hipotecario de 6,1 millones con la promotora del PAI, que había comprado previamente el suelo por solo 2,4 millones.

En proceso de protección

El gobierno municipal de Xàtiva ha enterrado de forma definitiva el fallido programa urbanístico en esta legislatura. Sin embargo, entre los planes del consistorio no figura de momento la opción de seguir los pasos del antiguo convento de Santa Clara y adquirir los terrenos de la papelera, fundada en 1932 por Gregorio Molina. Fuentes municipales recalcan que el suelo de la antigua industria tiene todavía la consideración de uso «residencial de baja densidad no desarrollado», aunque por ahora no hay intención de desarrollar ningún proyecto en su seno.

La Papelera, que está en proceso de declararse Bien de Relevancia Local y ampliar su protección, alberga la chimenea de ladrillo más grande de la C. Valenciana, así como un molino y una fábrica de luz. Sus naves, artilugios y otros elementos del patrimonio industrial iban a ser derribadas por la promotora del antiguo PAI. Los terrenos a la venta sirvieron hace unos años como campo de batalla del «paintball», el juego consistente en disparar bolas de pintura.