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Xàtiva y el final de la gran guerra

el pasado fin de semana 72 jefes de estado y gobierno conmemoraron en París el primer centenario del fin de la Primera Guerra Mundial en un contexto de desunión y rencores similar al que llevó a Alemania a firmar el armisticio que daba la victoria final a los aliados. Corría el 11 de noviembre de 1918 cuando los alemanes se rindieron ante los franceses. Posteriormente, la paz tuvo un precio, y éste se cobró en 1919, a través de la firma del tratado de Versalles, que convertía al imperio del II Reich, en una república empequeñecida por grandes amputaciones territoriales, y ahogada financieramente por las durísimas reparaciones de guerra que tendría que pagar la nueva Alemania, nacida de la constitución de Weimar en las décadas subsiguientes.

Hoy, galos y germanos son el motor de una Unión Europea en crisis, atacada por el proteccionismo económico y el ultranacionalismo que se niega a aceptar las intromisiones de los órganos ejecutivos de la entidad supranacional en la soberanía patria de los diversos estados miembros de la misma. Los que ayer fueron enemigos acérrimos, hoy claman por una Europa unida y en paz, y como antaño, su mensaje no ha calado demasiado. Y, por ello, tras los grandes discursos del Foro por la Paz, como han bautizado el centenario, piensan en la necesidad de un ejército europeo. La paz, mejor armada. Por si acaso.

En Xàtiva, la prensa liberal local, proaliada, celebró en 1918 la victoria de los demócratas. No sin antes reprochar a la conservadora su pasado germanófilo. El Heraldo de Xàtiva lo festejaba con grandes editoriales. «Hacia una nueva Europa» titulaba uno de los más optimistas, que se alegraba de la desaparición del imperio alemán, el austrohúngaro y el otomano, y reprochaba a los colegas del Obrero Setabense su defensa por la disciplina, la jerarquía y autoridad de lo germano, y les culpaba de haber convertido Europa en un cadalso con millones de muertos. Al menos, el armisticio ayudaría a que en el viejo continente volviesen a soplar nuevos aires de libertad, como los de las revoluciones de 1848. De nuevo, se volverían a escuchar los derechos de las minorías. La autocracia y militarismo de los imperios dejaba paso a la Europa de las nacionalidades. Por fin, los pueblos tendrían derecho a decidir mediante referéndum la suerte de su destino. Y un garante, de todo ello sería el presidente de los Estados Unidos, Mr. Thomas Woodrow Wilson, que con la fuerza de la democracia norteamericana velaría por la paz mundial, a través de un programa de 14 puntos en los que instauraba en el mundo las características del sistema político de la democracia liberal y del derecho de autodeterminación de los pueblos, que se convertía en la excusa para finiquitar la organización política de los viejos imperios, y crear nuevos estados como Checoslovaquia o Yugoslavia, tan artificiales como los imperios antes referidos.

El Ayuntamiento de Xàtiva, de mayoría liberal pero no exento de disputas internas de sus miembros, se aprestó enseguida a hacerse eco de la noticia, y como no podía ser de otra forma, celebrar una reunión de urgencia para entre otros asuntos levantar acta un 11 de noviembre de 1918, y «...mostrar la satisfacción del municipio por el fin de la guerra y por el triunfo de los Aliados», es decir, el bando formado por Francia, Inglaterra, Italia y Estados Unidos, entre otras naciones, en teoría defensores de los regímenes constitucionales de sufragio universal masculino, frente al perdedor formado por el Reich alemán, el imperio austro-húngaro y el otomano, entre otros, más proclives al autoritarismo. Para dejar constancia de la efeméride, se debatió sobre la necesidad de rotular dos calles con los nombres de Avenida de los Aliados y calle de Wilson. Y en principio, el primer rótulo vendría a colocarse en la calle denominada de la Reina, y el segundo, en la calle Camí, popularmente conocida como Botigues. La moción fue presentada por el concejal republicano Joaquín Carrión, con el apoyo de los liberales que capitaneaba el alcalde Julio Riu y su correligionario José Tudela, uno de los dueños del diario Heraldo, que entonces se encontraba en pie de guerra contra los Riu Casanova por el liderazgo de la derecha liberal setabense.

La moción salió adelante, porque como todos sabemos los que ganan las guerras son los que escriben la historia. Y también los tratados de paz. Aunque la primera propuesta había sido la de cambiar el nombre a la calle de canónigo Cebrián por la del líder norteamericano, se pensó que para no disgustar a la oposición conservadora de los Maravall y Soldevila, que no estaban dispuestos a consentir defenestrar del callejero a un eclesiástico de raíces setabenses, el consistorio optó por rotular con el nombre de Wilson la calle Camí, al ser, todo sea dicho, un tramo repleto de comerciantes más bien de tendencia liberal, que recientemente habían fundado su propio Círculo de Comercio, para distinguirse de los estirados conservadores del Casino Setabense.

Burlas sobre la calle Reina. A pesar de todo ello, como apuntábamos, la familia liberal permanecía sumida en luchas de liderazgo, lo que llevó al diario financiado por señor Tudela a criticar la decisión del ayuntamiento de haber rotulado la calle hasta entonces de la Reina con el nombre de la Avenida de los Aliados, y así publicar en una mordaz gacetilla que aquello no era un gran honor para las potencias victoriosas del hasta por entonces peor conflicto bélico de la historia de la humanidad por ser «esa calle Reina; reina de la suciedad. No tiene aceras, pero si brechas como simas y una acequia a cielo abierto que arrastra materiales fecales. Vaya homenaje que habéis tributado», escribió. Contribuyó de este modo Xàtiva a perpetuar la memoria de un conflicto, del que este mes Europa ha conmemorado el primer centenario bajo un clima político sumamente inquietante, y al acabar la I Guerra Mundial, nadie nunca pensó que un horror de tales dimensiones volvería a repetirse. sucedió apenas veinte años después. Esperemos que no haya una tercera.

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