«Desastrosa». Este es el adjetivo que más repiten los productores de la Costera cuando son preguntados por la campaña citrícola de este año. «El acuerdo comercial entre la UE y Sudáfrica nos está afectando muchísimo. Muchos campos están perdiéndose y mucha naranja se está quedando sin recolectar. Los precios bajan y el descontento crece», resume con desesperanza el citricultor y secretario comarcal de la Unió de Llauradors en la Costera, Ricard Fillol. Al no poder dar salida a la fruta, muchos propietarios optan por comercializarla «a resultas», sin fijar un precio de antemano, cuando no la regalan.

La cooperativa Crist del Miracle de la Llosa de Ranes, la única que subsiste en la comarca, está desplegando un esfuerzo titánico para cumplir el compromiso con sus socios y evitar que la fruta se quede en el árbol, una práctica que redunda negativamente en la floración y en la cosecha de la siguiente campaña. Sin embargo, no todos los citricultores tienen los medios suficientes y muchos, ante la falta de rentabilidad, dejan que se pierda. Tanto es así que, según calcula Fillol, alrededor del 30% de la navelina se habría quedado sin recolectar en términos como Vallada y Montesa, donde la variedad tiene mucho tirón. Un porcentaje que se ve incrementado según la explotación.

La competencia exterior a bajo precio ha arruinado una campaña que en términos de cosecha ha superado las expectativas. Una de las claves la apunta Fillol: «el año pasado hubo un 20% menos de kilos. Al caer la demanda subieron los precios y se importó naranja». Este año, en cambio, los precios están por los suelos, incluidos los de las peladoras. «El mercado europeo de cítricos se ha cerrado en banda: todas las posibles salidas están colapsadas», lamenta Julián Gallego, director de la cooperativa de la Llosa. «La administración hace lo que puede, pero se queda muy corta. Nos gustaría que participase más porque, si no, se van a encontrar que al final de esta campaña muchos productores descontentos y desmotivados abandonarán los campos y eso es un problema para el territorio. Si no cuidan el territorio, abren la puerta a que la desertización y el cambio climático avancen. La supervivencia del campo es necesaria, ya no por la agricultura o por un tema económico, sino por una cuestión medioambiental. ¿Quién va a cuidar los campos?», reflexiona Gallego, que apunta a una «tormenta perfecta» para explicar la grave crisis de este año, a la que se han unido otros factores como la reducción del calibre por el aumento de producción o las lluvias, que han alargado la campaña. Para postre, las heladas que se esperan estos días podrían agravar aún más los problemas.

«A nivel mundial hay más demanda que oferta y Europa es deficitaria en cítricos, pero hay a quien le interesa abaratar precios trayendo naranjas de Sudáfrica, Uruguay y Egipto a los supermercados valencianos para aprovecharse y ganar mucho dinero. Al final, la gente se quedará sin trabajar: es penoso», sentencia el secretario comarcal de La Unió. En la segunda parte de la campaña, centrada en las variedades más tardías, supuestamente debería eliminarse el problema de la competencia externa. Pero las perspectivas de los citricultores no mejoran porque se espera una saturación con la fruta autóctona que sale en trompa. «Hemos luchado para que los mercados tengan naranja todo el año, invirtiendo mucho en variedades, y ahora se han cargado media campaña: plantar variedades tempranas sea una locura», censura Fillol, que reivindica el papel del productor, el más afectado por la crisis, como vertebrador del territorio.