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La campeona rumana que se fugó a Ontinyent

Moldovan evoca en su biografía cómo desertó hace 20 años de la élite para no ser «un juguete roto»

La campeona rumana que se fugó a Ontinyent

La vida de Iulia Moldovan dio un vuelvo un mes de octubre de 2001. Con 18 años recién cumplidos, un día despertó siendo la mejor gimnasta rumana del momento y se acostó perseguida por su selección y con la Interpol siguiendo su pista después de una fuga de película. Ocurrió durante el campeonato mundial de gimnasia rítmica que se disputaba en Madrid. Una noche, sin papeles, con el visado a punto de caducar y un futuro incierto por delante, la pluricampeona nacional dejó el hotel donde estaba concentrada la delegación de su país y emprendió una huida no planeada y «sin rumbo» que le condujo «de coche en coche» hasta Aielo de Malferit, a más de 3.000 kilómetros de su tierra natal y de su familia.

La campeona rumana que se fugó a Ontinyent

Cuando se cumplen dos décadas del escándalo que sacudió a la federación rumana de gimnasia, la protagonista se ha decidido a contar su verdad en un libro que nace de las conversaciones con la autora, la periodista y jueza nacional de gimnasia rítmica Marta Moreno. El resultado es «Fuga con punteras», un recorrido entre luces y sombras por la biografía de Moldovan a partir de sus inicios tardíos y «casuales» en el deporte a los siete años, cuando una entrenadora «con presencia super seria» la reclutó después de comprobar sus dotes, que sobresalían por encima del resto sin haber practicado nunca antes la disciplina. «Lo primero que me vino a la cabeza cuando me hablaron de la gimnasia fue Nadia Comaneci», evoca.

La campeona rumana que se fugó a Ontinyent

Dos años más tarde, Iulia ya era la gran promesa de la selección rumana y se había subido a lo más alto del podio nacional de la rítmica. La ilusión y las ganas de aprender pronto comenzaron a mezclarse con los sinsabores, los altibajos y las decepciones en medio de un severo sistema de entrenamiento con tintes soviéticos conocido por la mano dura de las entrenadoras, que ha despertado alguna polémica. La gimnasta compaginaba su estancia en un centro de alto rendimiento con el colegio, aunque en la temporada de mayor actividad tenía que perderse clases. «El nivel de exigencia era alto y había momentos muy duros», rememora Iulia, que confiesa como en algunos momentos llegó a sentirse un «juguete roto». «Cuando pensaba que estaba arriba me decían que me fuera a casa», ahonda.

En su conversación con Levante-EMV, la gimnasia no lanza acusaciones y evita adentrarse demasiado en los detalles negativos de su experiencia en la selección, en las renuncias y las obligaciones No guarda rencor. Tampoco quiere destripar el libro. Más que sentirse presionada, asegura que era ella la que más se exigía para estar a la altura de una deportista de élite. Su huida fue la consecuencia de «un cúmulo de muchas cosas», asegura con la perspectiva y la madurez que le han dado los años . «El objetivo de mi carrera deportiva eran los juegos olímpicos, pero sentía que todo llegaba a su fin. Tenía dolores en un pie que me molestaban, y estaba harta del sistema de la federación rumana, hoy con una entrenadora, mañana con otra... No tenía la continuidad que necesitaba», explica. El campeonato de Madrid no salió como ella esperaba y, frustrada, emprendió una huida no planificada, alimentada por el amor, que fue lo que le acabó conduciendo hasta Aielo de Malferit.

En 2001, Rumanía no formaba parte de la Unión Europea y el control de las fronteras era férreo. La clandestinidad fue para Iulia un calvario. «Con 18 años pasé de una vida en la que me lo habían dado todo hecho a quedarme ilegal en un país extraño donde hablaban otro idioma y tenían otras costumbres. Ahora lo pienso y me digo que fui muy valiente. Fue una locura», resume asomando una sonrisa. Su familia sufrió mucho. No entendieron su reacción, se sintieron perseguidos por la prensa y la gimnasta se angustió por ellos. No pudo verlos hasta pasado un año y medio. Un sufrimiento que se vio agravado por los escollos legales para poder quedarse en España.

Final feliz

Pero la campeona terminó encontrando pronto su lugar en Ontinyent. Por una conversación en un bar, Iulia conoció la existencia de un equipo de gimnasia rítmica en esta localidad, pegada a Aielo. Allí le recibieron con los brazos abiertos. Hizo una prueba y su nivel cautivó a todo el mundo. Se convirtió en entrenadora del Club Deportivo Ontinyent, que ha ido haciéndose un hueco entre los mejores de España.

Movida por su instinto periodístico, Marta Moreno quiso escribir la historia de Iulia desde el momento en que la conoció, por su actividad como jueza de gimnasia rítmica. Fue en 2008, pero por aquel entonces la gimnasta se mostró reacia. No quería revivir todo el dolor. En 2019 Moreno contraatacó y encontró a su interlocutora mucho más abierta a conversar, movida por la confianza hacia la periodista. «El tiempo lo arregla todo», resume Moldovan. Comenzó así un largo proceso que se ha materializado casi tres años después en la publicación del libro. La autora y la protagonista confiesan estar ahora muy felices por el calurosa recibimiento de la biografía. Su publicación y la gira de presentación han removido en Iulia todo el cúmulo de sentimientos contrapuestos de hace 20 años. «La vida me ha llevado a Ontinyent, no elegí yo pero le estoy muy agradecida. La buena acogida que tuve me hizo cambiar el chip y ver que era así como quería vivir», concluye.

La gimnasta ha sido recientemente madre de gemelos, ha terminado los estudios y se ha labrado una carrera deportiva como entrenadora, aupando a sus alumnas a lo mas alto en los campeonatos de España. También se ha reconciliado con la selección rumana. Esta misma semana ha aterrizado un fichaje de su tierra natal para la liga Iberdrola. Al narrar su experiencia, Iulia lanza un mensaje para las gimnastas y para la nueva generación de entrenadoras. A las primeras les anima a esforzarse para conseguir sus metas y a las segundas les muestra que existe otra forma de trabajar basada en el cariño y el respeto a las gimnastas. «Y me sale bien», apostilla entre risas.

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