LA CIUDAD DE LAS DAMAS

Del oficio de ser padres

Día del Padre.

Día del Padre. / Shutterstock

Mar Vicent

Bienvenidos y agradecidas a los padres comprometidos y generosos que no ayudan a criar a sus hijos, sino que son corresponsables solidarios de su bienestar, sin ceder ni un milímetro de su derecho y privilegio de invertir sangre, sudor y lágrimas en cantidades ingentes para convertir a sus retoños en personas felices.

Es gratificante constatar cómo son cada vez son más los hombres que ejercen la paternidad en primera persona, no como pinches de cocina al servicio del chef cualificado que es la madre, sino desde la responsabilidad y el placer, desde la autonomía y el compromiso vital. Hombres igualitarios, aunque a veces no lo sepan, que han comprendido que excepto en el asunto de la lactancia, ellos son absolutamente capaces y están perfectamente dotados para ser padres todo terreno, cuyo sentido del olfato es tan sensible como el de ellas así como su habilidad para pegar pañales o su preparación para higienizar chupetes.

Padres que quieren disfrutar de cada minuto de la vida de sus hijos e hijas, sin perderse los momentos memorables —la primera sonrisa, el primer cólico— que suceden sobre todo al principio cuando todo es tan nuevo y pasa tan rápido. Que no quieren perderse sus plácidas siestas, ni tampoco sus rabietas. Que quieren estar cuando den sus primeros tropezones, cuando hagan preguntas sorprendentes, cuando busquen alguien para compartir sus miedos y extrañezas.

Hombres que tienen muy claro que no quieren ser figuras paternas lejanas y desconocidas, ausentes y autoritarias. Roles que se han visto obligados a desempeñar muchos hombres que, al día siguiente del parto, debían volver al trabajo como si nada hubiera pasado, aunque sus vidas hubieran cambiado para siempre. Ya son multitud los hombres conscientes de que ese papel de padre proveedor que los alejaba de sus casas y les prohibía manifestar sentimientos y emociones es castrador y estéril y no están dispuesto a asumirlo. Ya hay padres conscientes de que les hubiera gustado poder permitirse licencias consideradas poco masculinas como bañar a las criaturas o alimentarlas, faenas adjudicadas en exclusiva a las mujeres junto a muchas otras más.

Por eso es fácil ver a tanto abuelo que se relaciona con sus nietas y nietos de una forma muy diferente a los padres que fueron. Que no se limitan a ser acompañantes, guardaespaldas o chóferes sino que van más allá y son cocineros, psicólogos o enfermeros de esa gente pequeña que lo tiene todo por estrenar y con los que se pueden establecer relaciones basadas en la complicidad, la risa y el cariño.

Todo ello viene favorecido por el permiso de paternidad de 16 semanas aprobado en 2021, iguales para ellos y ellas, intransferibles y pagadas al cien por cien. El más avanzado del mundo y extremadamente positivo para las mujeres al impedir que la maternidad sea un factor de discriminación. Dicho sea para hundir actitudes pesimistas que desacreditan la lucha por la igualdad.

El Día del padre fue iniciativa de una maestra de escuela que hace 48 años promovió la celebración de un día de homenaje a los padres «que también querían a sus hijos», que incluía misa, entrega de obsequios elaborados manualmente por las criaturas y un festival infantil previsiblemente cursi. Buscando una fecha consideró conveniente vincularla a la festividad de San José, considerándole modelo de padre y cabeza de la familia cristiana, humilde y trabajadora y obviando la ironía de que fuera considerado padre putativo de Jesús de Nazaret, palabra malsonante que se utiliza cuando se le atribuye a alguien, por error excusable, una cualidad que no tiene. Aunque no se equivocó del todo, porque en realidad, padre es el que ejerce como tal.

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