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Arnadí, monxavena y arròs al forn

"El patrimonio ha sido hasta ahora la piedra angular donde se apoyaban las ciudades de interior. Ahora lo hacen también con la gastronomía hasta límites insospechados"

Presentación de recetas gastronómicas de Xàtiva en Fitur.

Presentación de recetas gastronómicas de Xàtiva en Fitur. / A.X.

Vicent Soriano

Servidor vuelve de la Feria de Turismo más importante del mundo, Fitur, (que le pasó por la izquierda a Berlín), y una vez más sorprendido de cómo las innovaciones se producen con el paso de los años con nuevas historias y referencias que hacen posible que en cada edición pueda dejarte con la boca abierta. Más de cuatro décadas ininterrumpidas han dejado huella en mis pies recorriendo los 9 pabellones que han venido mostrando como el mundo es un pañuelo, y como Fitur ha servido también para hacer patente la corrupción vivida en otras épocas, con cobros de comisiones, reparto de dinero en B, pabellones valencianos que mostraban el poderío donde solo existía amiguismo, cenas en el Gran Casino de Madrid con relojes de regalo para los invitados, mochilas de Terra i Mar para todos y cada uno de los que metían la mano allí donde les cabía, noches de hotel en la eterna noche madrileña despertando con un chocolate y churros, «made in» capital de España. Todo un pabellón entero para mostrar que por estas tierras somos más que nadie, hasta que el batacazo fue tremendo y se volvió a la realidad más cruda.

Hay lo que hay y se hace lo que se puede. No hacía falta ningún diamante en bruto para mostrar playas de fina arena, patrimonio e historia encerrada en un destino paradisíaco de «Pedreguer a la Xara» como cantaba Lluís el Sifoner. Aquí había y hay para repartir, para mostrar que desde la playa de Levante en Benidom hasta el Canyoles en los mejores años de vida, quedaban rinconcitos donde perderse en el maravilloso clima de verano y el agradecido invierno. Todo eso antes del cambio climático que nos ha dejado a todos en pelota picada, inesperadamente y si creerlo.

Por eso Fitur es el escaparate perfecto para conocer sin viajar. Para armarse de paciencia y recorrer el mundo ya sin caramelos de regalo ni bolígrafos BIC con el logotipo de la agencia de viajes o los vuelos low-cost. Móvil en mano se dispara sin cesar a cada rincón que pretende atraparte en un abrir y cerrar de ojos. Para ello se utiliza todo, absolutamente todo lo que está al alcance de los países, las ciudades, los pueblos y sus tradiciones para hacer posible un premio gordo de tombóla en Navidad.

El patrimonio ha sido hasta ahora la piedra angular donde se apoyaban las ciudades de interior. Ahora lo hacen también con la gastronomía hasta límites insospechados. Ontinyent, por ejemplo, ha querido romper una lanza a favor del buen comer y el mejor degustar, presentando la marca MOS y ofreciendo muestras de diferentes clases de embutido tradicional local envasado al vacío, que reunieron a un numeroso público. O sea, competencia para todas y cada una de la ciudades que utilizan el queso, el jamón, la cecina, el aceite, el queso, el pan, los dulces…. o sea todo aquello que suena a gusto para el paladar, pero que para ello no hacía falta ni presentaciones ni erigirse en patrimonio de nada. Bueno, pues, en Xàtiva tenemos arnadí, monxavena i arròs al forn, pero sobre todo tenemos a Botifarra, genio y figura de nuestra cultura y nuestro folklore. Con gusto a historia y patrimonio.

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