Ernesto y Cecilia Sanz, dos médicos con compromiso social

Hospital de Xàtiva. Ernesto Sanz Roselló fue su director durante los años 20 y 30.

Hospital de Xàtiva. Ernesto Sanz Roselló fue su director durante los años 20 y 30. / Calendari solidari

Salvador Catalá Sanchis

A principios de febrero del pasado año, el alcalde de Xàtiva, Roger Cerdà, anunció en rueda de prensa que la ciudad iba a contar con un nuevo centro médico con capacidad para dar cobertura sanitaria a once mil setabenses. Llevaría el nombre de la Doctora Cecilia Sanz, y se anunciaba su bautismo, aprovechando la pronta celebración del día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se conmemora anualmente cada 11 de febrero. Hoy, aprovechando la cercanía del día de la Dona, aprobaremos aquella propuesta, pero defenderemos la incorporación de su padre, Ernesto, progenitor del que Cecilia aprendió a ser una médico con compromiso social, sin que el determinismo sexual de aquellos tiempos le coartara su libertad de elección. Por tanto, pensamos que sería más apropiado que el centro se rotule con el nombre de los Doctores Ernesto y Cecilia Sanz. Explicaremos hoy los méritos de don Ernesto.

Ernesto Sanz era de familia setabense, pero nació en Cheste. Tras estudiar medicina, decidió desarrollar su carrera profesional en Xàtiva. En junio de 1909, la prensa local le felicitaba por su licenciatura. Proféticamente, se le consideraba como que había sido llamado para robustecer el cuerpo de jóvenes médicos que iban a la vanguardia de la profesión por el bien del género humano. Abrió consulta privada en la Alameda, pocos días antes que estallase la Semana Trágica. Aquello iba a ser el preludio de algo que le acompañaría siempre, el ejercicio de una profesión salpicada por la violencia política.

Instalado en el corazón burgués de Xàtiva, ante la imponente fábrica de licores de los Requena Vanaclocha, hoy desparecida, ejerció la medicina, dedicando dos tardes a atender pacientes pobres, en una época en que la sanidad pública no existía, y la seguridad social se basaba en seguros privados que muchos no podían pagar. Alcanzada la estabilidad, el amor llamó a su puerta, y casó con Cecilia Sanz Carañana. Tuvo una hija, Cecilia, murió a los ocho meses, y poco tiempo después otra, bautizada con el mismo nombre. De las elevadas tasas de mortalidad infantil no se salvaban ni los hijos de los médicos. Con el paso del tiempo, su hija seguiría sus pasos. Desgraciadamente, la violencia política la apartaría años más tarde de su lado, para ejercer su carrera profesional en el exilio, como doctora y escritora, en la ciudad de Tampico (México).

Por aquellos años el doctor, además del cuidado de la salud, desarrolló al mismo tiempo, un gran compromiso social con la gente de Xàtiva. Ejercía como directivo del Círculo Setabense, contribuía a la difusión del movimiento scout, siendo precursor del primer grupo de Exploradores de la capital de la Costera. En 1918, siendo «concejal de sanidad» por el partido republicano dirigido por Lino Casesnoves, quiso honrar tributo a la memoria de Luís Simarro Lacabra, médico setabense fallecido por aquellos años, y que para él constituía todo un referente de la medicina con compromiso social a nivel nacional.

En 1921, sufrió otra embestida de la vida. Murió su esposa Cecilia, de una infección postparto. No sabemos si el bebé sobrevivió. El caso es que Ernesto quedaba viudo, y con una niña de siete años, Cecilia Sanz. Tras la desgracia, abandonó el consistorio, aunque siguió siendo simpatizante del partido Republicano Radical de orientación lerrouxista. Por aquel tiempo, formaba parte del equipo médico del Hospital Real, junto a los doctores Ochoa, Cuquerella y Blasco Soto, desde donde hicieron frente a la pandemia de la gripe, y salvaron vidas, como la del torero Francisco Salordo «Vito II».

En el año de 1922, continuó implicándose en la vida social setabense. Fundó la revista Unión Cultural, posteriormente Játiva, dedicada a la promoción de la historia literatura, música y deporte local, siempre en español, y sin editoriales políticos, lo que le granjeó el apoyo de la recién instaurada Dictadura de Primo de Rivera. En aquel año, casó con María Pérez Francés, con la que tuvo dos hijos más: Ernesto y María. Reconstruyó así su familia de nuevo, y proyectó su vocación médica en los hijos: Cecilia Sanz Sanz y Ernesto Sanz Pérez.

La dicha continuó para el doctor Sanz con el nacimiento de Ernesto, y su nombramiento como director del Hospital Real de Xàtiva, tras la muerte del titular, el doctor Ochoa. Cargo suponemos que ocupó hasta el inicio de la dictadura franquista, momento de su desaparición de la vida pública. Suponemos que allí Cecilia recibió su vocación médica hasta el extremo de pedir casarse en la capilla del Hospital. Cecilia contrajo nupcias con el también joven médico Vicente Ridaura Álvarez, marchando de luna de miel «al extranjero para visitar las principales clínicas de los más famosos especialistas, preparándose para las futuras oposiciones».

Lo que tendría que haber sido felicidad, se transformó en infierno al producirse el golpe de estado, que llevó a la separación de la familia. Cecilia y Vicente se enrolaron en los cuadros médicos de defensa de la República, y el doctor Sanz quedó en Xàtiva para seguir dirigiendo el Hospital Real de Xàtiva, ahora militarizado, y convertido en el hospital de sangre número 1, que tendría el objetivo prioritario de atender a los heridos en el frente de batalla. Desde noviembre de 1937, con el gobierno local en manos del Comité Revolucionario, el doctor Sanz fue la máxima autoridad sanitaria de Xàtiva, encargado también de gestionar la catástrofe humanitaria ocasionada por el bombardeo de la estación, el 12 de febrero de 1939, decidiendo qué heridos graves habían de quedar en Xàtiva, y cuáles debían ser trasladados al hospital d’Ontinyent, el mejor de la retaguardia republicana.

Tras la victoria final del ejército sublevado, despareció de la vida pública, mientras que su hija y yerno, junto a su nieta, Cecilia Sanz Ridaura, tuvieron que tomar el camino del exilio a bordo del Sinaia, que llegó a Veracruz en septiembre de 1939. Cecilia Sanz Sanz se convirtió, como su padre, en una médico con un gran compromiso social por la difusión de la cultura en la lejana localidad de Tampico, la ciudad más importante del estado mejicano de Tamaulipas, aunque afortunadamente ya no tuviera que velar por la salud de tantas personas maltratadas por la violencia política.

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