Biblioteca de familias

Los últimos días de Ricardo Cháfer Daroca

"Gracias al testimonio de un compañero, la hermana y sobrina de Ricardo han podido enterarse, 79 años después del fallecimiento, de cómo murió exactamente el setabense en el campo de exterminio de Gussen"

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Salvador Català

Cada 5 de mayo, Europa conmemora la liberación del campo de exterminio por trabajo esclavo de Mauthausen, y todos sus subcampos de Gusen I, II y III. Aquel día un delegado de la Cruz Roja Internacional, Louis Haefliger, aprovechaba la huida de las SS para salir al encuentro de un pelotón de soldados estadounidenses que buscaban estudiar el estado de los puentes y carreteras de la pequeña localidad austríaca para llegar a Berlín antes que los rusos. El campo fue liberado, y los soldados marcharon a cumplir la misión encomendada, dando posteriormente parte para que se enviase ayuda humanitaria. En consecuencia, la falta de orden hizo que la sed de venganza corriese por Mauthausen y se asesinasen a muchos guardianes, antes de la llegada de los aliados. Entenderemos por qué recordando al setabense Ricardo Cháfer Daroca, una de las múltiples víctimas de aquel campo de exterminio.

El testimonio de un compañero superviviente, ya fallecido, que deseaba permanecer en el anonimato, relató en unas memorias inéditas que conoció a Ricardo, al que involuntariamente acompañó en sus últimos días. Su relato fue presentado en el último Congreso celebrado en Xàtiva, dedicado a la Educación y Memoria Democrática, y que ha sido localizado por Vicent Gimeno, gran activista en Xàtiva por la salvaguarda de la memoria republicana, y que amablemente hizo llegar a los Cháfer Daroca. Gracias a este testimonio autobiográfico, Dolores y Lolita Cháfer, hermana y sobrina respectivas de Ricardo, han podido enterarse 79 años después del fallecimiento, de cómo murió exactamente. Dolores, a sus más de noventa años, aún guarda el recuerdo del momento de su marcha, y de la foto que él mismo se hiciera desde Barcelona como miliciano de la CNT, y que envió a su familia, sin saber que aquel sería un regalo póstumo.

Ricardo fue el primogénito de una familia de ocho hermanos criados en las infraviviendas habilitadas en el antiguo claustro de Sant Domènec cuando éste era el Gran Teatro de Xàtiva. Trabajó de carrocero hasta que se enroló como miliciano anarquista para hacer frente al golpe de estado militar. Participó en la defensa de Madrid, donde fue herido. Volvió a su ciudad natal para recuperarse en los hospitales de sangre. Última vez en que la benjamina Dolores lo vio con vida. Luego una foto desde Barcelona, y ya nada se supo de él hasta mucho tiempo después. De su participación en los frentes de batalla de la Guerra Civil, y de cómo llegó a Francia, poco podemos decir. Sólo podemos afirmar que cayó prisionero en la batalla de Amiens. Estaba ayudando a los franceses a detener la ofensiva nazi sobre el país galo. Fue deportado del país un 20 de mayo de 1940, hacia campos de prisioneros de guerra en suelo alemán, conocidos como Stalag.Pasó por dos: El XIII-A y el VII, situados respectivamente en las localidades germanas de Hohenfels-Oberpfalz y Moolsburg. El gobierno español no quiso repatriar a sus conciudadanos, y en consecuencia fueron declarados apátridas por los alemanes, deportándolos a campos de exterminio. Entró en Manthausen un 5 de agosto de 1940, para dejar de ser Ricardo y convertirse en el preso número 3214. Aproximadamente dos meses más tarde, un 20 de octubre de 1941, fue enviado al campo anexo de Gusen. Éste era una ampliación de Mauthausen, conocido como el infierno de los infiernos. Entró con el número 44.141, donde murió cuatro años más tarde, el 22 de abril de 1945, a causa de «lugentuberkulosen»,-tuberculosis- según el falso parte oficial. Ahora ya sabemos cómo murió exactamente gracias al inédito testimonio. «Llegué a la barraca. Dormía a mi derecha un buen amigo, le llamaban Ricardo, su apellido no lo recuerdo, era de Valencia, y de muy baja estatura… murió en el mes de abril gaseado quince días antes de liberarnos».

En la barraca se hacinaban presos esqueléticos inhábiles para el trabajo, muchos enfermos de tuberculosis, como el caso de Ricardo. «Ricardo era unos de los pocos que estaban tendidos en una cama con una manta que le cubría como si durmiera… estaba muy enfermo de tuberculosis». Sin fuerzas para nada, esperaban resignados conscientes de su triste destino «la chimenea del crematorio no cesaba de echar humo día y noche».

Por el testimonio, no hizo falta su traslado a ninguna cámara de gas. El improvisado hospital se convirtió en una muy fácilmente. Sellaron puertas y ventanas, y echaron el gas. «Poco rato después abrieron puertas y ventanas, y el cuadro fue dantesco, cerca de las ventanas estaban apiñados unos encima de otros,… muy pocos estaban tendidos en la cama en estado normal, esto quería decir que cuando se dieron cuenta que iban a morir ya no tenían fuerzas para valerse… Ricardo era uno de los pocos que estaban tendidos en la cama». Lo que interpretamos como que la mayoría de los enfermos, al percatarse de que estaban siendo gaseados, se levantaron para buscar con sus escasas fuerzas la puerta, pero al estar cerrada, sucumbieron rápidamente al gas, y el pobre Ricardo, ya moribundo, enfermo de tuberculosis, no tuvo ni fuerzas para levantarse.

El testimonio sitúa la muerte de Ricardo un 20 de abril de 1945 —dos días antes que el parte oficial—, día en que fueron asfixiados por gas, según la fuente, 513 hombres, de los que dos fueron españoles, uno Ricardo. Durante años, Nieves Daroca Aznar, la madre de Ricardo, tuvo la esperanza de que apareciese por casa. Guardó su dolor en silencio y escondió todas las fotos de su hijo miliciano, ya que los cenetistas, tuvieran delitos de sangre o no, eran la presa preferida de la represión franquista. Veinte años más tarde se enteró de su muerte en una lejana localidad austríaca. Una misiva del gobierno alemán, tramitada por la Embajada de España en Bonn, dirigida a Nieves Daroca Aznar, residente en Santo Domingo, 7, le comunicaba la triste noticia, y le invitaba a iniciar los trámites para recibir una indemnización por el crimen contra la humanidad cometido. 79 años después, con Nieves ya fallecida, la hermana pequeña de Ricardo, Dolores, se enteró de que enfermo de tuberculosis, fue rematado con gas, y sus restos convertidos en ceniza. Faltaban dos semanas para liberar un campo que nunca fue un objetivo prioritario.

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