El nuevo cine de los Estados Unidos, de aroma independiente y abanderado por los hermanos Jay y Mark Duplass con "Cyrus", y los fantasmas que el canadiense Robin Aubert ha extirpado con "El origen de un grito", han entrado a escena dentro de la sección oficial del Festival de Valladolid.

Junto a ellas se ha proyectado "La misión del director de recursos humanos", de Eran Riklis, que representará a Israel en los Óscar y en la que confluyen la falta de humanidad, el cinismo y la indiferencia en el ámbito empresarial.

Los hermanos Duplass han llegado a Valladolid con su segundo largometraje, "Cyrus", prototipo de historias mínimas o cotidianas, que habitan lugares comunes, perfectamente reconocibles y que interrogan al espectador desde la emoción y el sentimiento.

Después de varios años dedicados a los cortometrajes, el documentalista Jay Duplass y su hermano Mark han persistido con éxito en esa línea de pequeños relatos que calan de manera fulminante en el espectador, caso de "Cyrus", una película sin grandes alardes de producción, donde destaca la frescura y naturalidad del elenco.

Es la historia de un triángulo amoroso, uno de cuyos vértices es el hijo más que adolescente de una mujer divorciada, Molly, encarnada por Marisa Tomei, a quien trata de cortejar un maduro solitario y al borde de la desesperación al comprobar cómo su ex esposa rehace su vida, al que interpreta John Christopher Reilly.

El joven hijo de Molly tratará de evitar por todos los medios que su madre comparta su amor con otro hombre, temeroso de quedar relegado a un segundo plano, lo que da lugar a una serie de situaciones divertidas y dramáticas sobre la condición humana.

A ello contribuye el magnífico elenco que completan Jonah Hill y Catherine Keener, cuyas reconocidas trayectorias avalan la senda emprendida por los hermanos Duplay, lejos de las grandes producciones, efectos especiales y escenas de impacto que perfilan buena parte del cine estadounidense.

Una historia autobiográfica

El jurado también ha examinado al director canadiense Robin Aubert, quien ha sacado su rabia contenida en "El origen de un grito", una película autobiográfica donde muestra cómo parte de las actuaciones ante la vida se transmiten entre generaciones de una forma irremediable.

El filme comienza con una escena en una habitación donde se sugieren abusos sexuales a un menor cuyo realizador no podría haberla descrito "si no la hubiera vivido", según ha explicado en una rueda de prensa posterior a la proyección.

La historia relata el viaje de un abuelo y un nieto con problemas emocionales que, empujados por las mujeres de la familia, emprenden un viaje en busca del hijo mayor del primero y padre del segundo que ha desenterrado a su mujer porque no soporta el dolor de su pérdida.

El papel del nieto, una persona azotada por una vida difícil, tiene "un poco de mí", ha asegurado el realizador acerca de una etapa de su vida en la que bebió mucho siguiendo las huellas de su padre y su abuelo.

Viaje iniciático

El último largometraje a concurso en la sección oficial ha sido "La misión del director de recursos humanos", del israelí Eran Riklis y donde confluyen la falta humanidad, el cinismo empresarial y la indiferencia hacia personas extrañas.

Está basada en la novela de Abraham B. Yehosua, donde el protagonista es un director de recursos humanos de una panificadora de Jerusalén que atraviesa una mala racha y detesta su trabajo.

La muerte de una de las empleadas, una inmigrante procedente de Rumania, en un atentado suicida y sin que nadie se percate de su ausencia, lleva al responsable de personal a iniciar un viaje para concederle un entierro digno y lavar la imagen de la empresa, amenazada por los medios de comunicación.

Sin embargo, el viaje acaba siendo algo más para el protagonista, un redescubrimiento de sí mismo donde encuentra sus sentimientos y su humanidad y los valores que están por encima de los negocios.