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Respeto para los museos

José Manuel Costa

Tenemos un problema. Ya en la segunda década del siglo XXI, nuestros poderes públicos siguen sin entender de qué va esto de la cultura, ni mucho menos como tratar la cuestión. Es un poco disculpable que a veces no sepan ni para que construyeron la miríada de Auditorios o Centros de Arte Contemporáneo que han surgido como setas en los últimos veinte años. Quedaba bien inaugurar el edificio, le daba cierto empaque a la ciudad o pueblo y, en fin, había dinero para todo.

Como se ha demostrado posteriormente, estos centros también podían servir para colocar a allegados sin trabajo, políticos caídos u otras obras caritativas de este tipo. Vale, el arte contemporáneo es una entidad aún por enseñar y comprender (para muchos Picasso sigue siendo contemporáneo) y las barbaridades que se hacen en ese ámbito, sin dejar de serlo, se ven atemperadas por una ignorancia algo menos culpable.

Pero los sucesos en torno al Museo de Bellas Artes San Pio V de Valencia ponen de manifiesto que estamos aún peor de lo que pensamos. Desde su creación a partir del siglo XVIII, los grandes museos de pintura y/o escultura han mantenido tres funciones: la exhibición, la conservación y la investigación. A lo que pueden sumarse la adquisición, el peritaje, los programas educativos, etcétera. Todo esto requiere de un personal y una dirección especializados, como en cualquier otro ámbito. En este sentido, el director no puede ser simplemente un buen gestor. Debe tener la capacitación técnico–académica necesaria para lograr que esa entidad, el museo, lleve a cabo sus fines con criterio. Esto suele aprenderse estudiando Historia del Arte o Bellas Artes.

Los decanos de Veterinaria son veterinarios, no arquitectos; los directores de hospital, médicos; el presidente del Consejo General del Poder judicial, un jurista… Esto lo entiende todo hijo de vecino.

¿Cómo es posible que la Generalitat Valenciana piense que una abogada es la persona adecuada para dirigir una de las tres pinacotecas más importantes de España junto al Museo del Prado y al Museo de Bellas Artes de Sevilla? El dislate se hace aún más clamoroso si tenemos en cuenta que ya existe una sentencia firme sobre este mismo museo que obligó a realizar un concurso y que existe un Documento de Buenas Prácticas firmado por las asociaciones del sector, el Ministerio de Cultura y diversas autonomías y ayuntamientos que prevé la forma en que deben cubrirse puestos como el de director de un Museo (por concurso abierto y tras deliberación de un comité de expertos independiente).

Cuando las multitudes del 15-M gritan que los políticos no las representan, escándalos como el actual no hacen sino reforzar sus razones. Aunque bien mirado, quizás no quepa esperar de quienes tienden a considerar la cosa pública como su finca privada que se anden con esmeros culturales. No es excusa. La cultura, en este caso una gran pinacoteca de arte clásico, patrimonio de todos, merece un mínimo respeto.

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