Si el sueño de todo artista es llegar al público y que su obra quede, sin duda eso lo consiguió Andreu Alfaro con creces. Porque sus esculturas públicas- cerca de un centenar- lucen en plazas, rotondas, paseos, fábricas, jardines, instituciones y zonas paseables, no sólo de Valencia o de la Comunitat Valenciana, sino de numerosas ciudades españolas, europeas y americanas.

Alfaro siempre tuvo una vocación monumental. Así lo han reconocido los investigadores. Tenía un especial interés por el urbanismo ya que significaba afrontar y resolver problemas con las escalas, diálogos con los entornos, tensiones con las dimensiones y transmitir, al mismo tiempo, una imagen narrativa o descriptiva con la que conquistar al paseante o al observador.

Seguramente, Alfaro será el artista español con mayor número de piezas en espacios públicos. Seguramente, también en espacios universitarios. Y prueba de ello es que existe un corpus documental dedicado exclusivamente a su obra pública y que cataloga toda la producción fija y efímera de sus proyectos.

De hecho, la prueba de su interés por la monumentalidad se demuestra en que la primera obra de grandes dimensiones que instaló fue en los primeros sesenta. Escultura per a font-escultura y fuente que se encuentra instalada en el Colegio Alemán de Valencia-crecía en dimensiones, pero tenía su origen conceptual en las chapas que por entonces el artista elaboraba en pequeño formato.

Pero sus obras también han sido objeto de debate y polémica. Sobre todo la que instaló en Valencia coincidiendo con el Mundial de Fútbol de 1982. Aquella escultura ubicada junto a Mestalla y actualmente en la avenida de Aragón sufrió todo tipo de vandalismo.

Hoy es herencia urbana de una sociedad que no siempre ha sido grata con sus artistas.

Pero no es la única a reflejar. Los jardines del Hospital Provincial, de la Conselleria de Educación y Cultura, la Estación del Norte de Valencia, los jardines de la Universidad Politécnica de Valencia, los de Viveros, el Jardín Botánico... guardan algunos ejemplos más que poder descubrir en Valencia. Siempre dentro de una línea reconocible.

Picanya, Aldaia, Dénia, Barcelona, Madrid -la espectacular Puerta de la Ilustración es rodeada diariamente por miles de vehículos- Tenerife, Girona, Andorra, Palma de Mallorca, Alcoi, Álava, Paterna, Colonia, Nuremberg, Fráncfort, Cablença... son sólo algunos puntos donde la obra de Alfaro quedará, siempre con una idea detrás de ellas y no como mero objeto decorativo.

Pero probablemente una de las obras de las que más satisfecho quedó el artista fue la que realizó para el edificio del Banco de Santanter de Nueva York porque para él no sólo significaba tener presencia en la ciudad de los rascacielos, sino cumplir uno de sus deseos: lograr la interrelación entre la escultura y la arquitectura.

Para el Santander creó ocho grandes piezas en acero inoxidable de tres elementos cada una y cuatro metros de altura que coronaban cada uno de los bloques separadores de pisos del rascacielos de la calle 53 de Manhattan. Fue un proyecto muy complejo, como reconocía el mismo Alfaro. Sobre todo por el peso de las mismas, la complejidad de su instalación en altura y la rotundidad que debían tener para consolidarse como parte de la imagen de una ciudad con una panorámica tan deslumbrante. Lo consiguió.

Alfaro había vuelto a tener la valentía de afrontar la escultura pública a la que muchos artistas temen y sin miedo a los riesgos.