"Nunca he buscado ser original porque la obra del artista es un camino a recorrer. Cuando empiezo una escultura siempre lo hago haciéndome preguntas, y su ejecución son las respuestas. La escultura es una prolongación del dibujo y éste es la base del arte".

Así se definía Alfaro en relación a su obra y a un trabajo que desarrolló durante más de 60 años desde un línea y una identificación muy clara.

Hombre comprometido, directo, íntegro, de carácter, Alfaro siempre aseguraba que nunca había buscado ser original mientras que los artistas actuales sólo aspiraban a encontrar ese aspecto dentro del arte porque lo que les interesaba, o creían, es que la originalidad conducía al éxito o que era el éxito lo que hace a uno artista.

Sin embargo, según él, una persona se hacía artista para expresar lo que creía que debía expresar y para intentar emocionar con su trabajo a otras personas. Por eso, consideraba que el artista debía trabajar a su manera, de forma honesta y sin pensar en la originalidad, en si iba a vender mucho o no, o si se iba a convertir en alguien importante.

Creencia intelectual

Gran admirador y amigo de Joan Fuster, comprometido políticamente con el nacionalismo e intelectualmente fascinado por Goethe y la cultura alemana, Alfaro consideraba que la sociedad actual no había logrado madurar todo lo que debía pese al transcurso de la Democracia.

"Yo no tengo nada que ver con la sociedad actual valenciana. Yo no voy a misa hace cientos de años y no creo en la fascinación por Dios y por lo desconocido, no obstante tengo mis preocupaciones. Los alemanes son educados, son gente tranquila y piensan en el futuro. Nosotros no tenemos esa honestidad y religiosidad que ellos tienen, a pesar de ser los más católicos del mundo", confesaba.

Alfaro también era muy crítico con la situación actual del arte. Para él arte y pensamiento iban de la mano y por eso consideraba las tesis y reflexiones de Fuster básicas para entender el arte y su implicación en nuestra sociedad. En el caso de Fuster, consideraba, por ejemplo, que su obra El descrèdit de la realitat debía ser consideraba como una obra capital.

Lo que le maravillaba de Fuster, al margen de sus postulados nacionales era su capacidad para abordar temas científicos con un lenguaje y un estilo tan natural que permitía a todos entenderlo. Y sobre Goethe, a quien dedicó numerosos dibujos y esculturas, consideraba que no siendo el gran artista ni el gran pensador de Alemania tenía la actitud de ser un romántico clásico, como él mismo podía ser, sin tener nada que ver con el concepto en sí de romanticismo.

"El arte me ha proporcionado una forma de pensar y de ver las cosas de otra manera, posiblemente me dediqué a la escultura por eso", consideraba este artista de vida interior y fiel a sus amigos.

Escultor de lo público

Como buen escultor público Alfaro era un gran amante de la arquitectura, a la que dedicó largas reflexiones y era crítico con la considerada arquitectura del espectáculo y los que él llamaba vedettes de la arquitectura. Para Alfaro, la arquitectura actual tenía más problemas que el arte, ya que era de fachada y no de función y funcionalidad, reflexionaba este seguidor de la Bauhaus. "Los arquitectos miran ahora mucho los escultores aunque sólo les interesaba tener protagonismo", ironizaba.

Perseguido en algunos momentos por sus convicciones, algo que se evidenció en los ataques que sufrió su escultura pública ubicada inicialmente junto a Mestalla, Alfaro consideraba a pesar de todo que los ciudadanos siempre tienen razón y no deben tolerar lo que no les guste, pero siempre desde la razón y el respeto.

Y sólo tenía un reproche para sí mismo, no haber salido más al exterior.

Su gran frustración fue notar que las condiciones físicas que le han conducido a la muerte le impedían profundizar más en su trabajo y por ello aspiraba siempre a llegar un poco más allá. Pero eso, reconocía, depende "del plano físico, de si la cabeza me sigue ayudando".