Me parece que fue la publicación del Quijote de 1959, realizada por Ed. Aguilar. Se trataba de una edición con notas de Ángel Valbuena Prat. Ocupaba doce o catorce volúmenes. Recuerdo que la extensión de los textos insertados por el filólogo era bastante superior a la de la propia narración. Se aclaraban situaciones, se suponían detalles, se intuían ideas que no parecían apreciarse al leer la gran novela. Fue entonces cuando me pregunté si Cervantes habría querido decir cuanto allí se declaraba. Al poco, di con la respuesta idónea: lo haya querido decir o no, lo dejó escrito.

Las novelas no las termina el autor, sino que acaban tras cada una de sus lecturas. Lecturas que, logicamente, dependen de la capacidad de respuesta del lector. Por ejemplo, en el caso apuntado, yo mismo difícilmente iba a «leer» lo mismo que «leyó» Valbuena Prat, por la sencilla razón de que mi capacidad es más reducida.

Si una novela tiene éxito es porque se ha vendido mucho, lo que se traduce por «se ha leído mucho», una traducción libre (libérrima, según el caso en cuestión), pero es lo convenido generalmente. Una contemplación basada en el éxito se refiere, como parece lógico, a la cantidad y no a la calidad.

Ahora nos fijamos en una buena novela, a nivel del Quijote, poco más o menos. ¿Podría tener tanto éxito como, verbigracia, El código Da Vinci? Se me antoja improbable, porque ese tipo de lectura puede exigir una mayor capacidad a los lectores, los cuales no entenderían muchos aspectos, que es tanto como asegurar que no sacarían el partido adecuado.

Hubo un tiempo en el que el término «comercial» se utilizaba como peyorativo para todo cuanto tenía éxito de público. A veces, se aceptaba que determinado producto exitoso ostentara, a la vez, una determinada importancia artística. ¿Quién va a poner en duda la calidad de las películas de Charlot´ pese a la popularidad del personaje de Charles Chaplin?

Como ha quedado apuntado, las obras creativas siempre acaban definidas por los lectores. Ahora esto de la lectura se ha generalizado y hasta ha calado en el mundo deportivo, en donde todo no va a ser «arrancar». Entrenadores y comentaristas repiten con frecuencia que Fulanito ha «sabido leer» el planteamiento del juego, la estrategia para conseguir el mejor resultado.

La suerte del creador „escritor, pintor, escultor, etcétera„ se encierra en el hallazgo de «sus lectores» pues, de lo contrario, corre el riesgo de que su trabajo no sea valorado. Y es que el ejercicio de leer se halla limitado por lo que cada cual lleva en su interior. En este sentido conviene recordar a Octavio Paz: «Cada poema es único. En toda obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: ya lo llevaba dentro».