«Capítul I: En un lloc de la Macha, de qui nom no vullc recordar-me, no fa molt de temps que vivia un cavaller dels de llança en estrep, adarga antiga, rossí flac i llebrer corredor». Son las primeras líneas de En Quixot, la primera traducción de El Quijote en valenciano que incluye la obra completa de Miguel de Cervantes. Hasta ahora, existían ediciones adaptadas, pero no traducidas punto por punto al valenciano, aunque para hacerlo su autor eligió las Normas del Puig, es decir, aquellas escritas por la Real Academia de la Cultura Valenciana (RACV), entidad que rechaza el valenciano normativo de la Acadèmia Valenciana de la Llengua.

Jesús Moya (Madrid, 1951), documentalista especializado en la Edad Media, es consciente de que muchos a estas alturas ya habrán optado por definirle ideológicamente y no abrirán nunca esta traducción controvertida de la que ya se han lanzado 500 ejemplares al mercado. Sin embargo, Moya prefiere hablar de un libro «de conciliación para devolverle a esta tierra todo lo que le ha dado». Llegó a Valencia en 1971 y quedó prendido del mar y de la huerta. Se enamoró de la que hoy es su mujer „nacida en Burjassot, lugar donde reside„, aprendió valenciano y ha editado cinco libros relativos a la historia de Valencia y de sus gentes.

Moya, es coleccionista de ediciones de El Quijote. De hecho, actualmente atesora 133 ejemplares diferentes, sin sumar la que él mismo ha creado. Aunque su afición por los molinos de Cervantes le viene de lejos. «Cuando era joven estuve trabajando dos años en una academia de mecanografía y lo primero que hacía para comprobar que las máquinas de escribir funcionaban correctamente era transcribir las primeras doce líneas de ´El Quijote´», cuenta.

La obra original de Cervantes se ha traducido a más de 50 lenguas y «es el segundo libro más leído de la historia sólo superado por la Biblia», explica en el prólogo del libro. Esta traducción cuenta con más de 500 notas explicativas al pie y con nueve años de intensa dedicación, limada por el corrector Joan Benet y editada por la Asociació Renovació Cultural.

Al ser preguntado por esa elección normativa aseguró «que no tiene nada que ver con la política». Moya en ningún caso niega las Normas de Castelló, reconocidas por la Acadèmia Valenciana de la Llengua, y deja claro la necesidad de que exista una normativa valenciana oficial y regulada para que pueda aprenderse en las escuelas porque «es de sentido común», pero él defiende la libertad de poder escribir «de las dos maneras». También es consciente de que reduce considerablemente el número de lectores, pero asegura que «no está hecha para ir en contra de nadie ni para vender ejemplares. No tiene un motivo comercial y está escrito para ir a favor de quien lo quiera leer».

«Me duele mucho que la gente etiquete como fachas o como catalanistas según la forma de escribir. Desde el exterior quizás lo veo diferente pero para mí eso es muy simple y lo veo como una forma de riqueza: las lenguas sólo deberían servir para unir a las gentes», explica.