Sí, el príncipe estuvo aquí. De hecho, hasta la llegada de Marc Anthony el pasado verano, Prince fue la última gran estrella extranjera que actuó en el campo de Mestalla. Quienes acudieron a aquel concierto rellenan las lagunas del estadio con el rastro de adrenalina, en ese doble universo que se establece cuando un ídolo llega a tu casa y la atmósfera no acompaña del todo. Las crónicas, como la de Levante-EMV aquella noche de un martes de julio de 1990, cuentan que el príncipe «reinó» en la ciudad. Otros nostálgicos de aquel verano hablan de mecheros fundiéndose durante Purple Rain, tercer tema en sonar en un concierto que era parte de la gira Nude Tour en España.

«Estuvo encantador y la noche fue fantástica», recuerda Julio Martí, promotor de aquel espectáculo que guarda cariño al personaje pese a que el evento no cumpliera con las expectativas en cuanto a entradas: Martí recuerda que fueron unas 17.000 personas; algo más de 20.000 se apunta en la crónica de entonces.

«El concierto salió adelante con dificultad», rememora el productor, una arruga en aquella visita de quien considera «un artista polifacético y espectacular». Posiblemente le quede otra espinita a Martí, en este caso personal, por no acudir a la Nochevieja en Mineápolis a la que le invitó y donde sí estuvo Miles Davis. De su breve jornada con el artista, al promotor le queda un detalle de esos que ayudan a solidificar los recuerdos: «Era realmente bajito».

«Valencia, os quiero»

Con esa declaración de amor fugaz, Prince convirtió a la ciudad en amante por una noche. Poco pareció importar a los asistentes el ambiente un tanto frío en un «estadio excesivo», como recuerda Martí. La crónica de este periódico lo describía con su «barba de tres días», sus «trajes ajustados» y sus «zapatos de tacón de aguja». Con una banda menor de lo que acostumbraba y un montaje menos colorido que el de sus anteriores giras, Prince llegó y se fue en el mismo día. Ni una noche de hotel se recuerda de la estrella aquellos días de verano.

«Una verdadera apisonadora», remarca el texto del día siguiente sobre un Prince que regaló varios bises y que estuvo precedido por Ketama, como en toda la gira española. Por entonces el artista andaba a la gresca con su discográfica y había bajado la espectacularidad de sus conciertos. La crónica lamentaba que España llegara tarde a Prince.