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Crítica

Menos gaitas

Una de las escenas de «Antígona». provi morillas

La ópera resolvió con solvencia su actualización. Los nuevos elementos técnicos se pusieron al servicio de la escenografía pero sin molestar la originalidad, en la mayoría de los casos. Se puede asistir a cinco representaciones distintas de La traviata o Madama Butterfly y reconocer el libreto que creó Verdi o Puccini con independencia de la puesta en escena.

La dramaturgia anda más desorientada en la modernización de los clásicos. Quiere pero no puede. Como la Antígona que abrió el miércoles la ambiciosa programación de Sagunt a Escena. Aunque la versión que dirige Paco Macià avisa sobre la versión libre del mito de Sófocles, la clave reside si al final queda claro que Antígona es esa mujer valiente con memoria histórica que sobrevive al paso del tiempo. Pues no. Macià ha montado su propia leyenda de la conocida tragedia de Tebas, aunque desdibujada, escurridiza y alejada de la brillantez del texto que el poeta griego escribió el 440 a.C.

Esta claro que no se trataba de repetir la Antígona de Jean Anouilh, la mejor adaptación moderna hasta el momento, que aguanta desde su primera representación en 1944, aunque se esperaba más de esta coproducción de altura de Cía. Ferroviaria, una de las mejores compañías de artes escénicas que había salido airosa de otros recordados desafíos como Hamlet o La Gitanilla.

Destacados los esfuerzos de Eloísa Azorín por ofrecer una Antígona contemporánea y del acreditado Enric Juezas como un Creonte actual, las escenas con mayor fuerza dramática recae en los cuerpos atléticos del coro, envolviendo la obra en una dimensión etérea, tanto que remite a un mini espectáculo de La Fura dels Baus, donde la creación está estimulada a base de morbosidad y mecatrónica. Recursos bienvenidos cuando falla el relato, que no es el caso.

El mitógrafo griego Apolodoro aclaró que cuando Creonte, después de obtener el reino de Tebas, dejó insepultos a Eteocles y Polinices, tras proclamar un heraldo para que no se enterrase a ninguno; Antígona, una de las hijas de Edipo, se apoderó del cuerpo de Polinices a escondidas, y lo enterró; pero fue descubierta por el propio Creonte y encerrada viva en una tumba. Un asunto que sólo se intuyó en el Romano. Esas gaitas y pasodobles iniciales auguraban un desenlace de tinte borroso, como así fue.

Mención aparte merece la aportación de Niño de Elche con sus aullidos grabados. Por si no había suficiente con una clase magistral de crossfit, se añade al desatino un cantante de moda que se autoproclama exflamenco y que desafía la música convencional desde la heterodoxia. Se agradece el atrevimiento, pero es como si los apóstoles del Misteri d'Elx berrearan hip hop cuando invitan a unirse al sepelio durante La Festa. Ya sé que el drama sacro-lírico de la Asunción y Coronación de la Virgen María es evidente, igual que Antígona, porque el exceso de ostentación provoca el efecto bumerán.

Mientras, el Misteri lleva representándose desde el siglo XV con gran éxito de crítica y público sin versiones innovadoras e improcedentes.

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