La pintora Ángeles Ballester Garcés falleció ayer en València a los 93 años. Pese a ser la única mujer que se graduó en la Real Academia de Bellas Artes en 1950 y haber formado parte del conocido como Grupo Los Siete junto a Vicente Castellano, Juan Genovés, Vicente Gómez, Ricardo Hueso, Llorens Riera y Joaquín Michavila, Ballester desarrolló gran parte de su carrera en Venezuela y después en Estados Unidos, donde se instaló a principios de los 60 junto a su marido, el profesor de literatura en la Universidad de Ohio, Rafael Bosch, y donde fue una de las primeras artistas españolas en exponer de forma individual. Ocurrió en la Galerie Internationale de Nueva York en 1961.

En 2003 la Universitat de València le dedicó la exposición «La imatge de la dona en la pintura». La propia Ángeles Ballester manifestó su alegría por volver a su ciudad natal después de 42 años en América. «He pintado algunos hombres, pero casi toda mi obra gira en torno a la figura de la mujer, mujeres que estudian, que hacen teatro o que trabajan en campos y fábricas», señaló la artista. En aquella ocasión, Ballester recordó sus inicios en la València de la posguerra y cómo, tras terminar sus estudios, buscó «un estilo nuevo a partir de las simplificaciones del color, de las líneas y de las figuras». También reconoció ser una apasionada de Piero de la Francesca, así como la influencia en su obra de Kandinsky y el expresionismo alemán a la hora de crear unas obras que buscan «los valores que elevan lo humano, sea en la pureza de la serenidad o en la angustia de la rebeldía y la lucha».

La comisaria de aquella exposición, Susana Vilaplana, destacaba por su parte como Ballester había mantenido «intacto su discurso artístico desarrollado a partir de representaciones del ser humano, y sobre todo de la mujer contemporánea, distinguiendo siempre la mujer como objeto de contemplación y motivo de representación». Su pintura «se distingue por una vocación sociológica sobre la imagen de la mujer, a través de sus pensamientos, sus tragedias, sus alegrías y sus vivencias», añadía la ahora directora adjunta del Consorci de Museus.

Mantuvo amistad con escritores y artistas como Josef von Sternberg, Alicia de Larrocha, Pete Seeger o Ramón Sender, quien destacó que la pintura de Ballester «es la vida misma, una síntesis inspirada de esa complejidad humana que somos y en la que existimos».