Farándula, la novela con la que Marta Sanz ganó en 2015 el Premio Herralde de Literatura, suena a «Cheek to cheek», «That's entertainment» y a otros clásicos de los musicales norteamericanos. En Daniela Astor y la Caja Negra caben desde la música de Grease y de Fiebre del Sábado Noche hasta la de Raphael y Julio Iglesias. El frío sería en sí mismo uno de esos «boleros insultantes» de Paquita la del Barrio o el «Puro teatro» de la Lupe. Y en Black, black, black no queda nada mal el «Back to black» de Amy Winehouse. Por su parte, Lección de anatomía, quizá la novela más parecida a la vida de la autora madrileña, las canciones sirven para viajar a su infancia y adolescencia en Benidorm en la que escuchaba «Malos tiempos para la lírica» de Golpes Bajos, el «Pájaro Chogüi» (versión de Los 3 Sudamericanos) y la incansable «Paco, Paco, Paco» de Encarnita Polo.

Con esta especie banda sonora no es extraño que el periodista Rafa Cervera haya elegido a Sanz para abrir este sábado por la tarde (acompañada por la librera Mireia Pérez) el ciclo de conferencias y conciertos «Literatura i Música (Pop) al Palau» en el que se tratará sobre cómo los artistas y las canciones populares han influido en autores como Salva Alemany, Sara Mesa, Agustín Fernández Mallo, Kiko Amat y la propia Marta Sanz.

La escritora -finalista del premio Nadal en 2006 por Susana y los viejos-, está considerada como una de las grandes narradoras de la actual literatura en castellano. Además, títulos recientemente publicados como Monstruas y centauras, o la antología Tsunami. Miradas feministas, en la que ejerce como editora y prologuista, reflejan, al igual que sus novelas, sus poesías y sus ensayos, su activismo a favor de la igualdad.

Por cierto, en estas «bandas sonoras» de sus libros aparecen muchas mujeres, y muchas de ellas de carácter fuerte y vidas complicadas, como Chavela Vargas (está en Un buen detective no se casa jamás), Nina Simone (en Black, black, black) o la propia Amy Winehouse. «No es una coincidencia -confirma Marta Sanz en conversación telefónica con Levante-EMV-. Las mujeres vivimos en una contradicción y una paradoja permanente, y las que nos dedicamos a los oficios artísticos tenemos una vulnerabilidad especial que también se relaciona con las dificultades que ha habido en la historia de la cultura para ser visibles. La melancolía, la soledad, el fracaso... Yo, en el fondo, quisiera escribir como cantaba Janis Joplin, ser imprevisiblemente potente, una apariencia pequeña y frágil que de repente grita. Yo busco esa voz literaria».

Asegura Sanz que no se había dado cuenta de que era una escritora «tan musical» hasta que Cervera le llamó para participar en este ciclo. «Creo que sucede a dos niveles diferentes -señala-. Por una parte, en mis libros hay referencias musicales explícitas que me sirven para construir las novelas». En este caso, hay veces que incluso la música hace de contrapunto a lo que sucede en la historia. «En S usana y los viejos -recuerda la autora-, hay un personaje que es atracado en la calle y se desmaya, y el narrador en tercera persona está evocando las Danzas Húngaras de Brahms».

Pero hay otra manera en la que, según ella misma explica, la música aparece en la literatura de Sanz: «en la cadencia que alimenta los textos, como un tono subterráneo, como una melodía que subyace». Esta musicalidad de su escritura también se nota en sus poemas, entre los que ella destaca los que forman Cíngulo y estrella. «Es un poemario que es una vuelta de tuerca paródica al cancionero renacentista italiano -explica-. Además de lo musical, del ritmo y de la rima, hay también una especie de deuda temática. En general, el amor entendido como vampirismo y desesperación, el romanticismo, ha sido materia de mis escritos desde el primero, El frío».

Bisbal y la demagogia

Por lo demás, Sanz confiesa que, por desgracia, cada vez escucha menos música en su vida diaria. A la hora de ponerse a escribir, de vez en cuando la acompaña un poco de jazz y, sobre todo, las composiciones para piano de Gabriel Fauré. Respecto a esa música pop tan presente en su obra, asegura que ya tiene el marchamo de «máxima seriedad, porque después de que pasara por todos nosotros el rodillo de la posmodernidad, la música clásica convencional se ha metido en el saco de lo elitista y lo pedante, mientras que la música con mayúscula empieza a ser el pop».

«No sé si estoy de acuerdo con ese cambio -admite seguidamente-. Una vez rota la barrera entre alta y baja cultura se ha creado una especie de mística y religiosidad en torno al pop que no sé si es bueno porque me parece que se hace mucha demagogia. Para mí, que David Bisbal dé un concierto en el Teatro Real tiene más que ver con la demagogia que con la democracia».