Mireia Vilar presenta esta noche en la Rambleta La plaga, un disco que publicó el pasado abril en el que la artista de Manises vira desde los postulados clásicos del pop de autor de su primer álbum ( Madre salvaje, de 2016) a una música «bailable y sintética», con un aire «galáctico» y vocación distópica.

¿Qué le ha pasado en estos tres años a Mireia Vilar para haber dado este giro a su música? «Muchas cosas -explica en conversación telefónica a Levante-EMV-. Por una parte ha habido una evolución natural musical porque a mi me gusta mucho cambiar y transformarme. Además es algo que no me gustaría que parara, y que en cada disco siga transformándome porque es algo que me mantiene viva».

«Por otra parte -añade a continuación- también ha habido algo de poner los pies en la tierra. Un formato con cinco músicos a veces es un poco difícil de transportar y al ser una artista que no puede trabajar a largo plazo, nos hizo introducir en el proceso bases electrónicas. Me gusta dejarme llevar en ese sentido porque a veces algo que parece una gran desgracia, como que el batería no pueda venir a algún bolo, te abre una puerta a algo mejor o a hacer cosas diferentes».

Es decir, que pasar de la música orgánica que te proporciona una banda a la electrónica en la que la cantautora es la única protagonista ha sido algo así como «hacer de la necesidad, virtud». «Me pasa produciendo -añade Vilar-. Antes cuando me equivocaba volvía hacia detrás y regrababa y ahora lo vuelvo a escuchar y a veces me doy cuenta de que hay algo muy potente».

De todas formas, además de la ambición propia y la realidad de la industria, también las letras y el concepto de La plaga parecen empujar hacia este sonido en el que los «beat per minute» más o menos acelerados aplastan a las cuerdas. El segundo disco de Vilar es un trabajo casi conceptual, de alguna manera premeditado, en el que, según confiesa la autora, «tenía muy clara la intención y las texturas».

La propia música reconoce que canciones como «Spoiler», «La plaga» y, sobre todo, «A348» están marcadas por la temática distópica, ese pesimismo en el futuro que tantos réditos está dando en la ficción contemporánea. «La distopía plantea el problema pero se queda ahí, estaría guay dar la solución. Plantea una realidad que tiende al caos pero no hay una solución. Quizá en el próximo disco debería hacer 'la contraplaga'», admite.

«La plaga», la canción que abre el disco, «deja ver comportamientos que no están muy lejos de nuestra sociedad, como consumir en serie, rutinas sociales, que todo el mundo vaya con cierta corriente -relata Vilar-. Yo quería plasmar esta imagen para pensar que a veces no es lo mejor llevarse por las corrientes. Al final parecemos personas sin vida propia».

Por su parte, «A348» es una crítica con cierto aire de «Black Mirror» al «exceso de amor romántico» con un inicio potentísimo: «En este diminuto mundo solo se habla de amor. Vámonos», canta. «Es un microrrelato de la artista Mercè Soler -explica-. Para mí ella es una persona muy importante porque nunca me había atrevido a publicar letras, no sé si por respeto a los escritores o por vergüenza. Musicalmente sí me atrevo porque al fin y al cabo soy música. Pero al conocerla a ella y leer sus creaciones, de alguna forma me conmovió y me activó el chip de la creación».

Al final, puede parecer que La plaga haya intentado esa cuadratura del círculo de hacer pensar al oyente mientras baila. «Pero no quiero -asegura Mireia Vilar-. Cuando bailamos perdemos la noción de la realidad, pero si bailas algo como 'La plaga' y más tarde te ha quedado algo en el subconsciente, la intención estaría conseguida. Seguro que algo cala».