El espacio, como la propuesta gastronómica, rompe esquemas. Cruzas el umbral del restaurante creyendo que vas a encontrar una arrocería al uso y el local te va regalando una sorpresa tras. Accedes al vestíbulo a través de una bodega con los mejores vinos del mediterráneo. Luego una gran escalera escultural te da la bienvenida, al modo de los palacetes renacentistas, para conducirte a cuatro comedores repartidos en dos platas. Se percibe un esfuerzo en cada detalle del restaurante: en las lámparas de autor, en la vajilla de prestigio, en la cubertería de diseño. El comedor principal se vuelca sobre una enorme cocina abierta al público. En primer plano, el paellero donde arde un fuego siempre encendido esperando la siguiente paella.