La Setmana de Bous de Algemesí, un pueblo en el que los comercios cierran para ver toros, los capotillos cuelgan de los balcones y los niños se aficionan cada mes de septiembre, arrancó con una novillada interesante y exigente de Saltillo, ganadería debutante en el palenque de la Ribera a la que contemplan 174 años de antigüedad.

Maxime Solera, novillero francés que reside en Barcelona, no se confió en el primer cárdeno de la tarde, muy orientado en la muleta, y se fue a por la espada rápidamente. Dejó una estocada caída que requirió un golpe de descabello y fue silenciada. Más asentado estuvo con el cuarto, un utrero que embestía hacia dentro con sentido. Esta fue una labor más compacta por su trasfondo de lidia, aunque siempre estuvo precavido en los cites y embroques. Se lió con los aceros y sonaron los tres avisos que devolvieron el astado al corral.

Cristóbal Reyes se llevó el lote. En el segundo se mostró decidido en un inicio con el capote que despertó al público. Se arrancó de lejos al segundo puyazo «Astador», un buen novillo que desarrolló fijeza, prontitud y humillación en una exigente embestida que requería una muleta firme que lo llevara largo por abajo. Reyes acabó desbordado porque no se impuso a tiempo y saludó por su cuenta tras pasaportarlo al segundo intento.

El último, de nombre «Salador», tuvo recorrido y transmisión dentro de su exigencia. El subalterno valenciano Raúl Martí sobresalió en la lidia por la manera de embarcar la embestida y jugarse el tipo para cerrarlo en tablas. El jerezano se hizo el ánimo y planteó una faena entregada en la que resultó volteado sin consecuencias. La clave fue dejar la muleta en la cara para tirar de él y lograr algún muletazo con entidad. Dejó media estocada al segundo intento y saludó una ovación.

El tercero fue un rematado novillo de Cebada Gago con el que el rejoneador Sebastián Fernández se mostró dispuesto. Fue silenciado y dio una sorprendente vuelta al ruedo por su cuenta.