La mayoría se habrá enterado por los memes, ese oráculo de sabiduría y mala leche que define el estado intelectual de nuestra sociedad. Españoles, Franco ha muerto. Franco Battiato, se entiende. Y este sí que da pena. Muchos tendrán que mirar en Wikipedia para saber quién era el fallecido. Algunos, los más jóvenes, seguirán buscando para saber quién era el otro Franco también. Así está el patio.

Battiato fue un gran desconocido en España. Un cantante italiano feúcho que tuvo un éxito fulminante con una canción pegadiza, pero con una letra ultra cultural y compleja, que tenía un encanto hipnótico traducida al español. Una anomalía, si atendemos a los cánones que habían erigido Umberto Tozzi, Gianni Bella o Sandro Giacobbe, huecos, pero guapos y románticos, perfectos para veranos despreocupados y ligeros.

Battiato era culto, inquieto y afilado y, aun así, fue tan grande el pelotazo que pegó en nuestro país en los ochenta que el dúo humorístico Martes y Trece le hizo una sensacional imitación que acabó por convertirlo en alguien de la familia. A Napiatto, no a Battiato, quien pasada la tormenta guasona siguió siendo minoritario.

«Yo quiero verte danzar» sonaba sin parar en la tele y en la radio durante semanas, con una luz cegadora que ocultó el resto de la música política, vanguardista, refinada y arriesgada de este artista, que lo mismo abrazaba la electrónica críptica de los sintetizadores que recomponía magistralmente «Cuccurucucú paloma». Y, mientras, te llenaba la imaginación de derviches giróvagos, cascabeles orientales, braseros ardientes, zíngaros del desierto, proyecciones astrales, contrabandistas macedonios, jesuitas vestidos como bonzos, iracundos prófugos afganos, Dylan, Beatles y Stones. De cultura, en definitiva.

El músico, escritor, cineasta y pintor que cultivó el dodecafonismo y la experimentación durante los setenta, inundó de intelectualidad y de poesía la oscura y violenta Italia de los ochenta. Sus poliédricas canciones daban munición a cualquiera que le prestara atención. Tenían suficiente filosofía, misticismo, mitología y hermosura para volarle la cabeza a quien fuera capaz de acercarse a ellas, si lo hacía con la humildad de quien puede aceptar una visión del mundo totalmente ajena a la propia. Esa sensibilidad quedó patente en discos como «La voce del padrone», «Nómadas» o «L’imboscata».

Españoles que erais adolescentes raritos en los ochenta, Franco ha muerto. Y con él la primera aproximación que tuvisteis a la belleza compleja que arroja el arte cuando se envuelve de ingenio, cosmopolitismo, protesta, posmodernismo, espiritualidad, sensualidad, filosofía, humanismo y transgresión. Lloradle como se merece porque hoy, desgraciadamente, vuestra vida es un poquito más normal.