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La Fúmiga

"Cuando uno tiene el público de cara, el desprecio de los demás no le llega"

«Hemos estudiado música desde los 6 años y aún así tuvimos complejos por venir de una charanga. Pero ya no»

La Fúmiga acaba de publicar «Fotosíntesi», su segundo disco. | GARAY GREEN

El pasado fin de semana, la música de La Fúmiga sonó en el congreso del PSPV de Benidorm y en el encuentro de «Otras políticas» del Olympia de València. ¿Estamos ante la nueva banda orgánica del Botànic? «No

queremos convertirnos en el grupo orgánico de nada»,

asegura rotundo Artur Martínez, portavoz y uno de los doce miembros de este grupo de Alzira de orgulloso pasado bandístico y charanguero, que reúne cantidades masivas de público en sus conciertos y que acaba de publicar ‘Fontosíntesi’, su segundo disco. «Pero -añade-,

sí nos gustaría que donde vaya nuestra música lo haga en sitios donde nuestros mensajes sobre derechos humanos, amar a quien uno quiera, cuidar el movimiento feminista o querer y cuidar el valenciano no se defienda solo de boquilla».

¿Cómo ha llegado La Fúmiga en solo cuatro años a sitios tan diferentes como un Festivern o un congreso socialista?

Ha habido un boca a boca y se ha generado una comunión muy grande entre el público y la banda en los conciertos. Nosotros entendemos la música como una forma de lanzar un mensaje desde la concordia y la no beligerancia.

Pero un poco de mala leche como la que usaban en «El preparado» tampoco viene mal.

Esa canción tenía esa ironía porque se focalizaba en la Familia Real española y esas cosas en las que no estamos de acuerdo. Pero trabajamos también con ironía y sarcasmo en «Comèdia dramàtica» para hablar de la salud mental o en «L’orquestra del Titànic» sobre el amor.

A veces el mensaje de La Fúmiga roza el «Mr. Wonderful».

Supongo que nuestras letras son propias de nuestra forma de ser. Venimos de la banda de la calle, de poner alegría en la gente, y eso está en nuestro ADN. Pero canciones como «Addictes a viure» o «Monstres i gegants» son una manera de decir que todas las cosas bonitas que nos hacen disfrutar de la vida no nos las quitarán los discursos de odio.

El disco tiene balada, reguetón, electrónica... ¿Es La Fúmiga menos de calle que antes?

La calle está en nuestra esencia. Pero cada vez más nos gusta probar ciertas cosas y un estudio nos da tantas posibilidades que no podemos resistirnos. Hemos venido a jugar.

Han asexualizado el reguetón dedicándolo a las madres.

Es completamente buscado. Queríamos resignificar la palabra «mami», que en el reguetón se usa de forma tan fea y sexualizada. Un estilo de música no viene ligado a un mensaje, pero las letras sí.

¿No chirría a estas alturas ver a doce hombres solos y barbudos sobre un escenario?

Somos los primeros que en 2021 ven que es algo extraño. Intentamos explicarlo por el de dónde venimos: de una época en la que era muy difícil encontrar en las bandas mujeres trompetistas o trombonistas. Pero como hombres hemos de tener muy claros cuáles han sido nuestros privilegios, en la música y en la vida. Así que lo que hacemos es escuchar atentamente todo lo que dice el feminismo y las compañeras del sector, aprender y, muchas veces, callar.

¿Por qué es malo que un país sea «de charanga y pandereta»?

Uf, a nosotros incluso nos han hecho dudar de si teníamos que decir que veníamos de una charanga porque no nos tomaban en serio. Pero si hay algo vertebrador en el País Valenciano es la música de las bandas y las charangas. Fardamos siempre de que las orquestas de todo el mundo tienen músicos valencianos pero sale un grupo como nosotros y no nos toman en serio por venir de una banda. La gente que estamos en La Fúmiga hemos estudiado música desde los 6 años y algunos han hecho de la música una carrera y, aún así, tuvimos complejos por venir de una charanga. Pero ya no.

¿Se les ha tratado con desprecio?

No, porque cuando uno tiene el público de cara el desprecio de los demás no le llega. Pero por el mero hecho de venir de la calle no nos han tratado con el respeto que sí se les ha tratado a otros grupos.

Están en pleno proceso de conquista de Cataluña. ¿Está siendo complicado?

No, sobre todo porque en Cataluña hay una industria y una apuesta decidida por la música en lengua propia. Para la promoción de este disco hemos ido a 16 o 17 medios de comunicación en Cataluña y sonamos allí en todas las radios, incluidos Los 40 o Cadena Dial. Cuando hemos vuelto a casa los únicos que nos han hecho caso han sido la televisión pública y vosotros. Y los 40 o Cadena Dial aquí no nos cogen ni el teléfono. Y no es precisamente porque no tengamos público. En Viveros o en Xàtiva han ido este verano a tocar grupos de alcance nacional que no han vendido entradas y nosotros hemos llenado.

¿Pero no les cogen el teléfono solo por cantar en valenciano?

Sí, porque no puede ser por falta de público, trascendencia o número de reproducciones. Es una lástima tener que mirar siempre al norte con envidia, pero no vamos a dejar de decirlo.

¿Y el resto del Estado? ¿Tiene usted miedo de salir y que le llamen Ártur?

No, yo quiero que me llamen Ártur. Vamos a ir a Madrid porque es la ciudad donde más oyentes tenemos después de Barcelona. Pero no es nuestro objetivo principal. Aquí tenemos muchas cosas que hacer todavía.

¿Echan de menos la vida de charanga, salir del casal a las 8 de la mañana y estar en misa a las 10?

Seguimos tocando en fallas y charangas siempre que el grupo nos lo permite. Y cuando no, sí lo echamos de menos porque es nuestra esencia. Incluso en las giras, cuando estamos entre nosotros, sacamos los instrumentos y hacemos una buena «xarangà».

Pues como máxima representación charanguera, quisiera quejarme ante ustedes de que las charangas ya no toquen pasodobles.

Porque no has venido con nosotros... Todas las pruebas de sonido que hacemos acabamos con un pasodoble. Un pasodoble bien tocado, aunque sea subiéndole el tempo, es lo más emocionante que hay.

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