A Lorenzo Caprile le van los desafíos. Por eso, cuando le propusieron diseñar todo el vestuario de El Médico no se lo pensó. Iba a ser su primera vez. Al Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y artífice de algunas de las piezas más icónicas de la moda española, nunca le había encargado el diseño del vestuario para un musical. Y ahí la complejidad. Además de jugar con la historia, la escenografía y las luces tenía que adaptar al milímetro cada vestimenta para que, además de crear la pieza adecuada, fuera cómoda y funcional para los intérpretes. Caprile tenía que recrear la indumentaria de la Inglaterra medieval, época en la que está ambientada la obra. En tres meses lo logró para convertir al vestuario en un personaje más del musical, la adaptación del betseller de Noah Gordon que narra la vida de un joven, Rob J., que tras quedarse huérfano descubre un don: descubrir cuándo acecha la muerte con tan solo tocar a la persona.
En los bajos de teatro Olympia, donde se representa la obra hasta el 9 de octubre, se guarda entre función y función la ropa. Colocada en armarios y burros, como si de auténticas obras de arte se tratara, las piezas confeccionadas con tejidos traídos de Persia y Marruecos, se muestran con orgullo. Vestidos de organza natural, capas con apliques -una de ellas de 5 metros-, casacas en paillettes y pasamanería brillante, chalecos-corazas con arandelas de metal, abrigos hechos con tejidos naturales de lino, seda, lana y algodón.... y así hasta 490 trajes hechos todos, absolutamente todos, a mano. De entre todos ellos, y quizás por su vistosidad y aparatosidad, destaca uno de los tres mantos que utiliza en la representación el Sha de Persia, una capa de diferentes texturas de 15 kilos de peso en pasamanería en oro que, diseñó Yvonne Blake [figurinista hispano-británica, ganadora de un premio Óscar y cuatro Goya, e íntima de Caprile] que la fallecida diseñadora creó para Tirante el Blanco en 2006. Tal es su grandeza que obliga a las sastras a ponérsela al personaje cuando ya está sobre el escenario. Porque con este tipo de majestuosas prendas, vestir durante la función -que dura tres horas- a los actores obliga a los sastres a completar toda una coreografía en la que todo está minuciosamente cronometrado. Todo el vestuario, por cierto, se lava -con unas lavadoras verticales que limpian con ozono y vapor-, plancha y repara tras cada día de representación.
Pero la superproducción es mucho más. Con 22 actores sobre el escenario y una orquesta de once músicos, la obra gracias cerca de 15.000 kilos de escenografía giratoria y automatizada, transporta al espectador desde el Londres el siglo XI al mágico mundo de Persia.
El actor Adrián Salzedo da vida a Rob J. Cole, el joven protagonista de la historia, un personaje que pasa de ser un huérfano desvalido a un viajero humilde, un cristiano, un judío, un aprendiz y hasta el médico personal y amigo del Sha del exótico y convulso reino de Ispahán.