Crítica

Operetita de andar por casa

'Cendrillon' en el Palau de Les Arts

Una escena de Cendrillon.

Una escena de Cendrillon. / F. Calabuig

Justo Romero

Justo Romero

CENDRILLON, de Paulina Viardot. Opereta de salón en tres actos. Libreto de la compositora, basado en el cuento de Charles Perrault Cendrillon ou la Petite Pantoufle de verre. Solistas: Rosa Dávila (Cendrillon), Mariana Sofia (Armelinde), Iria Goti, (Maguelonne), Pilar Garrido (La Fée), Marcelo Solís (Le Baron de Pictordu), Le Prince Charmant Álvaro Diana, Maximiliano Spósito (Le Comte Barigoule). Ignacio Aparisi (piano). Director de escena: Joan Font. Escenografía: Manuel Zuriaga. Vestuario: José María Adame. Iluminación: Nadia García. Lugar: Palau de les Arts (Teatre Martín i Soler). Entrada: Alrededor de 400 personas (lleno). Fecha: Jueves, 9 de febrero 2023 (se repite los días 16 y 18 febrero).

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Más que una “opereta de salón”, Cendrillon, de Paulina Viardot, es una operetita de andar por casa. Apenas una hora de duración incluidos los cien y un postizos incorporados en la producción estrenada el jueves en el Palau de les Arts, firmada escénicamente por el veterano Joan Font de la mano sabia de Anselmo Alonso y escenografía de Manuel Zuriaga. El resultado es un batiburrillo en forma de gazpacho, vistoso y bien salpimentado, en el que el espectador se pierde: imposible distinguir qué es de Paulina Viardot y cuáles estos añadidos intercalados y de tan diversos pelajes. Musicológicamente, el resultado es cero patatero. Como espectáculo, funciona sin alharacas. Una horita y diez minutillos, setenta minutos que rememoran la sobada historia de Cenicienta y su zapatito, el Príncipe, las hermanas cotorras, el Hada, la carroza... Se pasa bien.

Pero más allá del divertimento que han inventado Font, Zuriaga y Alonso para esta cenicienta casera, subyace la autoría de la Viardot, mezzosoprano de relieve, compositora discreta y, en cualquier caso, una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas de su tiempo. Hija del cantante y compositor sevillano Manuel García y hermana de María Malibrán, fue íntima de Chopin, Berlioz y de lo más granado de su época romántica. Entre otras obras, estrenó la Rapsodia para contralto de Brahms y fue la primera Fidès (El profeta, Meyerbeer) de la historia.

Cendrillon, al menos en la versión ahora representada, es, en boca de Anselmo Alonso, “un viaje del salón al café cantante […] una opereta de genio amable y mundano, hedonista, que evoluciona entre valses y cuplés, mazurcas y polcas”. Y acorde con esta visión son la vistosa y coloreada escenografía y la muy déjà vu dirección escénica. Simpático y apropiado vestuario de José María Adame. Bonito.

Vocalmente, los personajes fueron defendidos por miembros del Centre de Perfeccionament del propio Palau de les Arts, que prepara y lidera la gran María Bayo. Tesituras a veces comprometidas y arriesgadas, de las que casi siempre salieron airosos. Unos más que otros. Brilló el tenor valenciano Álvaro Diana con El príncipe Charmant. También la soprano mexicana Rosa Dávila como ajustada y flexible Cendrillon, y sus vanidosas hermanas Armelinde (Mariana Sofía) y Maguelonne (Iria Goti). Bien caracterizados y entonados Marcelo Solís (Barón de Pictordu), y Maximiliano Spósito como Conde Barigoule. La soprano chilena Pilar Garrido hizo de delicada y oportuna Hada. Competente y siempre a punto el pianista (y “campanero” ocasional: ¡las doce de la noche, a casa!) Ignacio Aparisi. Una lástima que la escenografía y la escena impusieran un, a todas luces, insuficiente piano vertical. El Teatre Martin i Soler, a rebosar. Éxito. Con todos los peros que se quieran, merece la pena no perderse este atractivo espectáculo basado en la Viardot. Nacido quizá sin más ambición que divertir. No es poco en estos tiempos. 

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