Sorolla y Manuel Vicent, unidos por la piel

La mirada del autor de «Son de mar» recorre la pintura de Sorolla en una exposición que se inaugura este lunes en Madrid

Manuel Vicent en la Casa Museo de Sorolla en Madrid.

Manuel Vicent en la Casa Museo de Sorolla en Madrid. / Museo Sorolla

Voro Contreras

Voro Contreras

Este lunes se inaugura en Madrid «En el mar de Sorolla», una exposición para la que el escritor Manuel Vicent (La Vilavella, 1936) ha elegido 50 obras del pintor valenciano y ha creado a partir de ellas un texto en el que reflexiona sobre la infancia, el trabajo, la luz, la espiritualidad y, por supuesto, el mar. «El Sorolla del mar, de los pescadores, de los niños desnudos, el del Cabanyal de ‘Flor de Mayo’, el del mar de Xàbia... Todo eso yo lo he vivido antes de conocer sus cuadros. Por eso, al redescubrir Sorolla he redescubierto también mi experiencia personal», explica Vicent a Levante-EMV.

Esta exposición que podrá verse hasta el 17 de septiembre en la Casa Museo de Sorolla y que la fundación que gestiona el legado del artista quiere llevar posteriormente a València, es también una reivindicación por parte de Vicent de la «superficialidad», una característica -o un concepto-, que en ocasiones se ha señalado como «defecto» en la obra de Sorolla y que el escritor ha reivindicado y convertido en elogio.

«Sorolla ha acabado doblando el brazo a los modernos y ha impuesto su extraordinaria visión de que la luz es la forma de todas las cosas -indica-. Lo más difícil es pintar la superficie porque no hay nada más profundo que la piel del cuerpo humano».

Reivindicación de la superficialidad

«Pintar el sol dentro de un cuerpo mojado, de forma que ves que el cuerpo está lleno de sol y por encima de la luz solar está el agua, es una genialidad imposible de mejorar», añade el autor de Son de mar que también se declara un artista «superficial» porque, subraya, «en la superficie está la verdad».

«Yo no tengo ninguna capacidad discursiva, no estoy dotado para el análisis pero sí para la síntesis -proclama-. Se llega más pronto al fondo del conocimiento a través de una imagen, de una metáfora, de un reflejo de luz o de un placer de los sentidos, que a través del discurso analítico. Para analizar hay que destruir y para sintetizar hay que recomponer, y un mundo se puede recomponer con una sola imagen». 

Pese a su actual defensa e identificación con la superficialidad de Sorolla, el propio Vicent se reconoce como uno de aquellos jóvenes y airados intelectuales que durante el franquismo, y sobre todo desde València, consideraban al pintor un enemigo de la modernidad.

El redescubrimiento

«Yo también pasé por esa pandemia que hubo cuando llegó el informalismo -recuerda-. Sorolla estaba asimilado a todos los tópicos del País Valenciano que lo progres odiábamos: el luminismo, el levante feliz, la paella, Blasco Ibáñez... Aunque en el fondo admirábamos su mano prodigiosa como un combate por la estética, lo despreciábamos como algo pasado».

Por eso Vicent afirma ahora que a Sorolla «ha sido absolutamente necesario redescubrirlo como un titán de la pintura» en el que el fondo también es tan importante como la superficie. 

El escritor habla de una «luz negra» que subyace en muchas de las pinturas que se verán en esta exposición: «En estos cuadros del mar siempre hay gente que trabaja y que sufre y Sorolla solo se permite algún placer en los niños que se bañan desnudos -apunta-. Esas imágenes de los pescadores con sus bueyes y las tejedoras de redes son cuadros de esfuerzo titánico por sacar la vida adelante que contrasta con esa burguesía de los tenderos felices, vestidos de blanco y sombrero panamá. Esos dos mundos del trabajo y el placer se entrecruzaban en el Cabanyal y también Sorolla supo pintarlos». 

Arte y autobiografía

«Nadie se ha aproximado nunca a Sorolla de la forma que lo ha hecho Manuel Vicent para esta exposición», asegura por su parte del director de la casa museo, Enrique Varela, quien explica cómo le dio «carta blanca» al escritor no solo para elegir los cuadros de la exposición, sino para escribir sobre ellos con la única condición de que el sello «Vicent» se notara.

«Ha tejido un relato complejo -cuenta Varela-. Por una parte, ha hecho un relato en torno a esas pinturas del mar tan icónicas que tenemos en la obra de Sorolla. Y sirviéndose de esas pinturas ha tejido un relato autobiográfico. Manuel mezcla a Sorolla con su propia vida y nos sumerge en un recorrido poético y visual por la vida que acontece en esas escenas, plasmando la realidad con sus luces y sus sombras».

Para Varela, el resultado de esta conjunción entre el pintor y el escritor valenciano no puede ser más satisfactorio. «Pocas veces un relato sobre Sorolla ha estado a la altura de su pintura como lo ha hecho Manuel, y eso hay que celebrarlo».

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