Maella, ¿un artista valenciano al servicio de Napoléon?

La invasión de Napoleón a España conllevó el saqueo de cientos de obras de arte. Un documento que se exhibe en la nueva Galería de las Colecciones Reales constata la colaboración que, a la fuerza o no, ofrecieron artistas como Goya o el valenciano Mariano Salvador Maella.

Detalle del autorretrato de Maella.

Detalle del autorretrato de Maella. / L-EMV

Voro Contreras

Voro Contreras

El pasado 29 de junio abrió sus puertas en Madrid la Galería de las Colecciones Reales, un museo que reúne más de 650 obras de arte que coleccionaron los reyes españoles durante cinco siglos. 

Entre piezas de El Greco, Caravaggio, Velázquez, Goya, Bernini o el valenciano José de Ribera, en este edificio, que ha recibido diez premios de arquitectura, situado entre la catedral de La Almudena y el Palacio Real, figura también un esclarecedor documento de cuatro páginas fechado en plena invasión napoleónica a España y con un valenciano entre sus protagonistas: el pintor Mariano Salvador Maella.

El listado de cuadros escogidos por Maella, Goya y Napoli.

El listado de cuadros escogidos por Maella, Goya y Napoli. / Galería de las Colecciones Reales

Listado de obras escogidas por Maella, Goya y Napoli.

Listado de obras escogidas por Maella, Goya y Napoli. / Galería de las Colecciones Reales

Cuatro reyes

Aunque quizá hoy no sea el más popular de los artistas valencianos, Maella es sin duda una de sus figuras culturales más importantes de su tiempo. Nacido en València en 1739, hijo del modesto pintor Mariano Maella y de Tomasa Pérez, Mariano Salvador trabajó al servicio de tres reyes -Carlos III, Carlos IV y José I- hasta que acabó defenestrado por el cuarto, Fernando VII, por su supuesta colaboración con el monarca hermano de Napoleón. 

Una colaboración que quedaría demostrada en el documento que se exhibe ahora en la Galería de las Colecciones Reales y en la que también estaría implicado otro maestro de la pintura: Francisco de Goya.

La infanta Carlota Joaquina retratada por Maella.

La infanta Carlota Joaquina retratada por Maella. / L-EMV

De València a la Corte

Pero, ¿cómo llegó Maella a ser uno de los artistas españoles más importantes de su tiempo? Mariano Salvador recibió su primera formación artística de manos de su padre quien le vio tan habilidoso para la pintura que siendo aún casi niño se lo llevó a Madrid para que perfeccionara su estilo con Felipe Castro, que a su vez le animó para que entrara en la Academia de San Fernando. Allí no solo se convirtió en uno de los alumnos favoritos del profesor de dibujo de la institución, Antonio González Velázquez, sino que además trabó noviazgo con la hija de éste.

En la Academia ganó Maella sus primeros premios y, pese a ello, su padre no se fiaba demasiado del porvenir artístico del joven y se lo llevó a Cádiz con objeto de que trabajara en alguna de las empresas que mantenían el comercio entre España y sus colonias. 

Por suerte, Maella pudo pintar allí un par de cuadros que le dieron algunos ingresos y cierta fama y gracias a los cuales recibió el permiso paterno para viajar a Italia para perfeccionar sus dotes artísticas.

Allí estuvo Maella casi siete años con tanto aprovechamiento que al mes de regresar a Madrid fue nombrado académico de mérito por la de San Fernando. En esta ocasión fue Anton Raphael Mengs, nada más y nada menos que el primer pintor de cámara del rey Carlos III, quien se fijó en las habilidades del valenciano, le eligió como su ayudante favorito y le puso a trabajar en los frescos del Palacio Nuevo y en las copias de unos retratos del monarca y su familia. Los trabajos fueron tan bien recibidos por la Corte que cuando en 1767 Maella se casó con su novia María y le pidió un aumento de sueldo al rey, éste no solo lo aceptó sino que se lo igualó al de Mengs. 

Salvador de los desnudos

Desde entonces, la fama y la consideración del pintor valenciano en la Corte de Madrid no paró de crecer, hasta ser nombrado primer pintor de cámara en 1774 y, tras la marcha de Mengs a Roma, también en el retratista favorito de la Real Casa. Maella retrató en varias ocasiones a Carlos III y a los miembros de la Familia Real y sus nobles, decoró las estancias de sus palacios (incluido el dormitorio regio) y compuso pinturas religiosas para los templos que patrocinaban.

Ya con Carlos IV en el trono, Maella recibió la orden del nuevo monarca de separar de la colección real las pinturas que fueran menos honestas, a fin de quemarlas por su carácter provocador. Este primer (pero no último) ingrato encargo lo resolvió el valenciano convenciendo al rey de que, mejor que quemar estas pinturas de artistas como Durero, Rubens o Tiziano, era depositarlas en la Academia por su utilidad como modelo de estudio.

El rey José I, hermano de Napoleón Bonaparte.

El rey José I, hermano de Napoleón Bonaparte. / L-EMV

El Museo Josefino

De esta forma, Maella no solo no perdió el favor real sino que en 1795 fue nombrado director general de la Academia de San Fernando y en 1799 juró junto con Goya el cargo de primer pintor de cámara. Cuando en 1808 los ejércitos de Napoleón invadieron España, se inició la Guerra de Independencia y Carlos IV huyó a Francia con su familia, Maella se quedó en Palacio y un año después fue confirmado en el cargo por el nuevo rey José Bonaparte, a quien también retratará y quien acabará imponiendo al valenciano la Orden Real de España por los servicios prestados.

En 1809 José I ordenó crear un museo en Madrid para albergar las pinturas de los conventos que había suprimido y, de pasó, decidió enviarle a su hermano Napoleón, a modo de regalo, una serie de obras, cuya elección dejó en manos primero del pintor italiano Manuel Napoli y, después, también de Goya y Maella. Afirman algunos historiadores que ninguno de los miembros de la comisión mostraron demasiado entusiasmo en cumplir con el encargo, aunque otros señalan que su escasa implicación respondía más a los deseos del rey de no donar las pinturas más importantes que a un maniobra patriótica.  

Con todo, en octubre de 1810 el artista valenciano presentó una relación de cuadros que incluía obras de Velázquez, Ribera, Zurbarán, Alonso Cano, Claudio Coello o Murillo, que provenían de emplazamientos como el Palacio de Buenavista, la Casa del Príncipe de la Paz, el Palacio Real y algunas iglesias. 

Las pinturas fueron reunidas y depositadas en la iglesia de San Francisco el Grande. Sin embargo, algunas fueron reemplazadas, se elaboraron nuevos listados, el proceso se fue dilatando y la comisión también se fue modificando. Goya salió de la misma -y entró Viviant Denon, director del Museo Napoleón de París, posteriormente conocido como el Museo del Louvre- pero Maella se quedó y siguió trabajando en el envío.

Otro valenciano

Finalmente, en la primavera de 1813, esta colección de obras de Rafael, Ribalta, Zurbarán, Sánchez Coello o Velázquez pudo partir hacia París, donde ya había 250 pinturas requisadas en España por iniciativa de Denon. Casi al mismo tiempo que los cuadros llegaban a Francia, José I abandonaba España. Maella volvió a quedarse en Madrid a la espera -como la mayor parte del país- de ese «deseado» Fernando VII que acabaría pasando a la historia como el rey felón. 

El valenciano (que ya conocía al nuevo monarca) parecía de nuevo bien situado e incluso su nombre sonó como director de pintura del futuro Museo Nacional. Sin embargo, en 1815 Maella perdió su destino en Palacio acusado de colaboracionismo con el gobierno intruso. El Rey vetó, además, su nombramiento en 1817 como director general de la Academia en beneficio de otro maestro valenciano de la pintura que había sido discípulo de Maella: Vicente López. Viudo desde la muerte de su esposa en 1812, y con una pensión de 12.000 reales anuales que, pese a todo, le había otorgado Fernando VII, Maella se retiró a su domicilio de la plaza del Conde de Miranda, donde falleció en mayo de 1819.

Raffaello Santi   Madonna della Rosa (Prado)

Raffaello Santi Madonna della Rosa (Prado) / Museo del Prado

¿Qué ocurrió con las pinturas?

La colección regalada a Napoleón por su hermano José se integró en el museo del emperador en el edificio del Louvre, mientras que algunos de los fondos del hipotético Museo Josefino, que iba a tener su sede en el palacio de Buenavista de Madrid, acabaron formando parte del equipaje que el José I perdió en la batalla de Vitoria. Algunos de estos cuadros se los acabó regalando Fernando VII al duque de Wellington por su intervención en la Guerra de la Independencia y se hallan en su casa de Londres, Aspley House, donde son conocidas con el irónico nombre de «Spanish gift».

La figura de Wellington también fue esencial para recuperar las pinturas que se hallaban en el edificio del Louvre. Una vez derrotado Napoleón por primera vez, el general español Miguel Ricardo de Álava, figura muy cercana al duque inglés, inició las gestiones ante Luis XVIII para que Francia devolviese las pinturas españolas que se habían depositado en el Louvre. Ante la negativa del rey francés, con el apoyo de Wellington (que era entonces el embajador británico en París) y la infantería inglesa, Álava entró por la fuerza en el Museo Napoleón y recuperó los cuadros en septiembre de 1815. El botín recuperado fue trasladado, con escolta inglesa, primero a Holanda y de allí en barco a Cádiz para ser depositados finalmente en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Mariano Salvador Maella

Mariano Salvador Maella / L-EMV

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