Entrevista | Alfons Cervera Escritor

«En este país se le sigue teniendo demasiado miedo al pasado»

«El boxeador» es según su autor, «la novela de la resistencia invisibilizada, de la memoria de la dignidad por encima del olvido»

Alfons Cervera, autor de "El boxeador".

Alfons Cervera, autor de "El boxeador". / L-EMV

Voro Contreras

Voro Contreras

En El boxeador (Piel de Zapa, 2023), su última novela, Alfons Cervera ha regresado a Los Yesares, al paisaje de Maquis, a aquella guerra que nunca acabó, a los vencedores y a los vencidos, a la ficción como arma de la memoria. «Creo que siempre estamos regresando a algún sitio -justifica el escritor de Gestalgar-. Como si fuéramos culos de mal asiento, como decía mi madre de mi padre cuando le preguntábamos mi hermano y yo por qué andábamos viviendo siempre de un sitio a otro, como si fuéramos artistas de circo». 

Cervera inventó Los Yesares hace casi treinta años, cuando publicó El color del crepúsculo, la primera novela de las que forman -según dicen- su ‘ciclo de la memoria’. E igual que Maquis era la novela de las mujeres que se quedaban en el pueblo mientras los guerrilleros luchaban en el monte, El boxeador podría ser la de los hijos de estas mujeres. «Es lo que más me ha costado hilvanar cuando escribía esta historia -admite-. Casi todos los personajes de El boxeador ya salían en novelas anteriores. Sólo que ahora, cuando termina la historia en 2015, el que menos tiene son ochenta años. Les ha pasado el tiempo por encima, pero eso no los ha hecho renunciar a lo que siempre ha sido su principal seña de identidad: nadie, ni el tiempo ni nadie, les ha robado la capacidad de recordar».

«Memoria» quizá sea la palabra que más veces aparece en el libro, no solo para combatir la desmemoria sino también como antónimo de la nostalgia.

Es que la nostalgia no me gusta nada. Me da mal rollo. El pasado bonito. La memoria es al revés: toda intemperie. Es como la cueva del minotauro. A saber lo que te vas a encontrar cuando te adentras en sus recovecos, en sus rincones oscuros… El tiempo es lo que es y deja cicatrices…

¿Por eso escribe «Que no vengan con ese cuento de lo felices que éramos cuando teníamos 20 años»?

Sí. Por eso escribo que cuando eres joven todo te parece una maravilla, como si sólo contaran las fechas de aniversario. La nostalgia sería ese refugio de los veinte años cuando en las afueras de esa edad asediaban los monstruos. Las mujeres rapadas, llenas las tripas de ricino, humilladas, son la memoria. Y eso no sale en las fotos del recuerdo porque te dirían enseguida que eso es hacer política. Como si lo otro, lo de las exposiciones nostálgicas, no lo fuera.  

«No eran hermanos los que pegaban tiros en un lado u otro de la guerra». «Qué mentira es esa de que una guerra no la gana nadie». ¿Es el buenismo otro enemigo de la memoria?

Es que nos están llenando de mentiras a base de inventarse eufemismos. Guerra fratricida la llaman para esconder su carácter político, ideológico y de clase. Y eso de que todos la perdieron es que me pone de mal cuerpo. Mira lo que dijo Abascal: él y sus colegas son la voz de quienes ganaron la guerra. Ya ves en Aragón. Se acaban de cargar la Ley de Memoria Democrática y la van a cambiar por lo que llaman el Plan de Concordia. Ni vencedores ni vencidos. Tabla rasa con el pasado. Aquí nunca hubo una República contra la que se levantó un ejército golpista defendiendo el fascismo. Aquí nunca hubo una dictadura que es de las más crueles que se han dado en la historia contemporánea de la infamia. Aquí no sigue habiendo más de cien mil cadáveres en las fosas republicanas. Aquí somos el país de las maravillas. En fin…

Valncia . Presentaci—n del libro Ò Algo personal Ò del escritor Alfons Cervera en Ca Revolta

Valncia . Presentaci—n del libro Ò Algo personal Ò del escritor Alfons Cervera en Ca Revolta / Germán Caballero

«Las guerras no se acaban nunca», «las derrotas duran siempre». ¿Por eso, como también escribe, «la nobleza de la derrota se ha convertido en un cansancio infinito»?

Seguramente sí. Es que seguir en el debate permanente sobre lo que fue o no fue el pasado más reciente de nuestro país acaba provocando eso, un cansancio infinito. Las guerras empiezan como y cuando empiezan y nadie sabe cuándo se acaban. Porque cuando aparentemente acaban lo que no se acaban son el trauma, el daño incalculable, las vidas que nunca serán lo que eran antes y menos aún si te ponen en los papeles que eres de quienes han perdido la guerra. Hay derrotas que son un signo de nobleza. Pero en la novela hay alguien que duda de eso, a quien le cuesta encontrar esa nobleza porque se la han arrebatado la arrogancia de los vencedores, y no sólo a las primeras generaciones, sino incluso hasta ahora mismo. Los herederos de quienes ganaron la guerra la quieren seguir ganando y a ratos pienso que lo están consiguiendo. Y en eso andamos.

No sé si una de esas derrotas es el exilio. Creo que ése es uno de los puntos más importantes de la novela…

Y tanto que lo es. Desde que empecé a interesarme por estas historias, la del exilio es una de las que más me perturba. La imposibilidad de regresar cuando has tenido que salir por pies. No sé si lo digo en la novela, pero pienso que el sitio al que llegas nunca será definitivamente tuyo. Y el que has abandonado lo habrás perdido para siempre. Qué horror, ¿no?

«En el pueblo, desde hace mucho tiempo, solo se habían quedado a vivir la pereza y los años». Se habla mucho de la España vacía y de sus razones económicas, pero poco de las raíces políticas de ese vaciamiento.

Es que estamos en lo de siempre. La España vacía se queda a medio camino entre la realidad y las ficciones. Falta, como bien dices, el argumento político. Y es que no hay manera de que deje de darnos miedo la palabra política. Por ejemplo, cuando se habla de las exhumaciones de las fosas comunes por qué insistimos en la parte sentimental de ese derecho y no en lo que de político tienen esas exhumaciones. La España vacía ha sido implacablemente vaciada, abandonada precisamente por una política que desprecia todo aquello que no dé votos. Así de claro.

Una de las características de esa España vaciada es precisamente la oralidad. Y El boxeador es un buen ejemplo, como si fuera una de aquellos cuentos que contaban nuestros abuelos…

Es la más oral de mis novelas. Cada personaje cuenta lo que recuerda a su manera. Hay historias que son las mismas pero diferentes según quién las cuenta… Tendrá que ser el lector quien haga sonar a la vez ese coro de voces… 

Entrevista a Alfons Cervera

Entrevista a Alfons Cervera / L-EMV

En sus novelas salen muchos bichos. En El boxeador una rata se pasea por el escenario y eso le sirve para reflexionar sobre lo difícil que resulta ejercer la memoria literaria sin faltar a la verdad.

Es verdad que salen bichos en mis novelas. Me lo dijo una vez mi querido y siempre recordado Ignacio Soldevila. Me dan asco las ratas. No sé si yo estaba en aquella representación que cuento en la novela. Mi padre y el grupo artístico de Gestalgar montaban muchas obras de teatro y yo asistí siendo muy crío a alguna de ellas. Pero desde el momento en que saco al bicho asqueroso en la novela, el recuerdo de lo que fue real aquella noche y lo que me invento se cruzan y se confunden. Al final de la novela saco lo que escribió María Teresa León en Memoria de la melancolía: “Me gusta pensar que invento y no fue así”.

«Si no escribimos lo que ha pasado, todo será como si no hubiera existido». ¿Hasta qué punto te sientes, como escritor, un esclavo (si me permites decirlo así) de esta obligación?

Claro que te lo permito. Lo que pasa es que esa esclavitud no tiene que ver con remar como en las películas de romanos. La asumo como una responsabilidad. Puedo hacerlo y lo hago. Escribo novelas, artículos periodísticos y hablo en muchos sitios sobre la responsabilidad que tenemos para que el tiempo que pasó no sea una engañifa. Y desde luego que asumir esa responsabilidad me hace feliz.

Usted, que es undefensor de siempre de eso que algunos llaman «literatura popular», ¿qué opinas del papel que están jugando comics como “Ronson” o “El abismo del olvido” a la hora de reflejar la guerra y la posguerra en España?

Paco Roca y Rodrigo Terrasa por un lado, y por el otro César Sebastián, han logrado que ese regreso a los territorios de la memoria lleguen a más gente. Y eso es impagable. Se suele decir que son los jóvenes quienes no tienen interés por el pasado. Pero como dice un personaje de El boxeador quienes menos interés muestran por ese pasado son sus mayores. Por el miedo o por lo que sea. Pero en este país se le sigue teniendo demasiado miedo al pasado. ¿O no?

CULTURA/// Alfons Cervera presenta su nuevo libro.

CULTURA/// Alfons Cervera presenta su nuevo libro. / Fernando Bustamante

Pese a lo que pueda apuntar con sus novelas, el día a día de Alfons Cervera no está anclado ni en la memoria ni en el pasado. «Tampoco en el futuro», advierte: «Solo el día a día, que es el presente». «Madrugo mucho. Según el frío o el calor salgo a pasear un rato bordeando el río. Trabajo por las mañanas. Novela. Artículos. Notas para alguna conferencia. Leo, sobre todo leo. Preparo la comida. Veo pelis, nunca la tele. Sólo algunas noches lo que nos abre Xabier Fortes en TVE. Periodismo decente. Y me lo paso bien, aunque la rutina pueda parecer aburrida. Ah, y hay ratos en que no hago nada, absolutamente nada. Abro la ventana del estudio y me quedo mirando la Peña el Cuervo y los altos de Marjana allá lejos…».

El cuartel y los “civiles” aparecen en «El boxeador» como una figura siniestra. Una imagen que contrasta bastante con esa actual del guardia como una especie de héroe cotidiano.

Los tiempos no son iguales, aunque a veces se parezcan demasiado. En mis novelas no hay héroes. Hay gente que se la jugaba por la libertad y la democracia y gente que trataba de impedirlo. En aquel tiempo la guardia civil era el espejo donde se reflejaba el miedo de la gente. No sé si esa imagen ha desaparecido. Creo que no. Tampoco sé si instituciones como esa misma Guardia Civil o los diversos cuerpos policiales han llegado del todo a democratizarse dentro y fuera de sus funciones. Digo que no lo sé, que luego vienen los líos… 

«Hay muchos escritores que, con la excusa de que las novelas salen de la imaginación, se hinchan a contar mentiras». ¿Contra quién está escrito este libro? 

La ficción tiene sus reglas. En ella no cabe todo. Decía Paca Aguirre que la verdad y la vida no se llevan bien. Lo mismo pasa a veces con la verdad y las ficciones. El alma del relato no puede ser traicionada. La escritura, como escribía Annie Ernaux, eso que llamamos estilo o algo parecido no puede ser mentira. El boxeador está escrito no contra quién sino contra qué. Los nombres de los quienes están en sus libros, y no sólo en las cubiertas de esos libros sino en lo que cuentan. 

La historia de Fausto, el corredor que se negó a quedar primero en la carrera que celebraba la victoria de Franco, ¿es real?

Es real, aunque pasada por el cedazo de la ficción. En aquel tiempo se celebraban carreras en todos los pueblos, y partidas de frontón… Eran auténticas fiestas en que quienes destacaban se convertían en héroes locales. Y algunas veces esos héroes tenían que levantar el brazo en honor del Caudillo aunque ese honor les provocara repugnancia. Yo me inventé a uno de esos héroes que escogió ser él mismo aunque eso le costara sufrir lo que entonces sufrían quienes se enfrentaban a las arbitrariedades de la dictadura…  

De ahí podemos deducir que los deportistas (el pelotari, el corredor, el boxeador) hacen el papel en la novela de rebeldes, de mantener una dignidad contra el fascismo. ¿Por qué?

Pues porque he conocido a gente que lo hizo, que aún siendo muy respetada por lo que hacía en ese mundo llamémoslo festivo eligió la dignidad antes que la sumisión. Es que, si no, es como si la resistencia al franquismo no hubiera existido. Y si tuviera que definir El boxeador lo haría muy claramente: es la novela de la resistencia invisibilizada, de la memoria de la dignidad por encima de la desmemoria y del olvido.

Alfons Cervera

Alfons Cervera / L-EMV