Él, robot

Kraftwerk

Kraftwerk / Levante-EMV

Fernando Soriano

Fernando Soriano

 Konrad tenía miedo de venir a València. Robot alemán de casa bien, había escuchado a sus tías ancianas contar historias de muchedumbres furiosas que asaltaban fábricas y destruían telares en Alcoi durante los sucesos de 1821. En aquella revuelta ludita, más de un millar de artesanos y jornaleros acabaron con casi una veintena de antepasados suyos. Las máquinas de hilar y los telares pusieron en peligro el modo de subsistencia de toda aquella comarca, basado en la industria textil, y los humanos reaccionaron volcando toda su rabia, su ira y su frustración contra los que les quitaban el trabajo. “Así que no veas el terror que me provocaba venir en 1976b a formar a los robots que iban a trabajar en la factoría Ford de Almussafes, cuando todo era tensión e incertidumbre, con Franco recién fallecido y la sociedad española en un estado continuo de convulsión”.

Kraftwerk

Kraftwerk / Levante-emv

Me lo cuenta desde su retiro en un enorme piso en el ensanche valenciano que compró en la primera mitad de los años ochenta con lo que ganó dedicándose a la música. “En Almussafes trabé amistad con un ingeniero alemán venido de Düsseldorf que era primo segundo de Florian Schneider, de Kraftwerk. Durante una corta visita a Alemania, en 1978, grabé mi voz en “Die Roboter”. Después de aquello, todo el mundo quiso tener a un robot cantando en sus discos”.

Mientras se encargaba de armonizar el trabajo de sus compañeros, que fabricaban sin parar motores, Fiestas y Escorts, Konrad sacó tiempo para poner su metálica garganta al servicio de Juan Pardo en aquel tremendo pelotazo que fue “Bravo por la música”, en 1982. “Con aquella canción lo petamos. Fue una época muy especial que recuerdo con mucho cariño. Llegué a salir en Aplauso, pero tuve que disfrazarme de humano calvo con bigote para no socavar mi prestigio en la factoría. Lo cierto es que aquella canción y aquella actuación me trajeron otras colaboraciones. Soy yo el que canta con el dúo Azul y Negro en “Me estoy volviendo loco” y en “Mr. Roboto”, de Styx, ambas de 1983”.

Reconoce que no le dolió renunciar a las giras, porque “en aquella época, València era la ciudad más excitante del mundo”. A principios y mediados de los ochenta, los sintetizadores se hicieron los amos del cotarro y su irrupción en la escena musical dio lugar a géneros nuevos, frescos y bailables. Tuvo muy buena relación con bandas locales como Los Tomates Eléctricos, comandados por los hermanos Galán, Tomator y Tomatín, “unos humanos revolucionarios y explosivos, con un carácter más electrónico y robótico que muchos de mis primos teutones. Con Glamour, que destilaron clase pura en sus dos elepés, también hice buenas migas, sobre todo con mi querido Remi Carreres gracias a nuestra común adoración por el Bowie de la trilogía berlinesa”.

Glamour

Glamour / Levante-emv

La movida valenciana desembocó en la Ruta Destroy y él disfrutó de noches interminables en Chocolate, Barraca, Puzzle o Espiral. “Me lo pasé de miedo. No sé si fue por el buen rollo generalizado o por los puestazos infinitos que se aplicaban tus congéneres, pero siempre me sentí integrado, uno más, aunque alguna vez me confundieran con una tragaperras”. En los años 90, una nueva generación de músicos se decantó por sonidos más orgánicos. “Volvieron las guitarras de la mano de aquellos chiquillos que, el 22 de noviembre de 1985, quedaron irreversiblemente traumatizados tras ver la peli “El engendro mecánico”, que emitieron en La Clave, aquel programa de José Luis Balbín. Intuyo que lo de que una computadora psicópata secuestrara y fecundara a la fuerza a Julie Christie le quitó el gusto por las maquinitas a gente como Jorge Martí, de La Habitación Roja, o a Manolo Bertrán, de Doctor Divago”.

En 1993 Konrad se casó con una caja de ritmos valenciana Roland TR-808, llamada Traca, a la que conoció en la primera Fiesta de las Máquinas de Don Julio. “Nuestros hijos tiraron por el camino de la ingeniería, pero tenemos un nieto que ha sacado los chips de Traca. Se dedica a la música urbana, el trap y eso. Le podrías echar una mano. Trabaja en un restaurante asiático de hot pot en el centro. Si vas, ponte un chándal. No es por caerle bien, es porque vas a coger olor a fritanga”, me recomienda.