Entrevista | Rafael Balanzá Escritor

Rafael Balanzá: "La literatura siempre chorrea sangre como, por desgracia, la historia de la humanidad"

«El crimen es uno de los grandes temas de la literatura; pero para mí, no es un pasatiempo o un acertijo, sino que lo que me interesa es la reflexión filosófica y moral», indica el autor que presenta "Muerte de Atlante"

Rafael Balanzá.

Rafael Balanzá. / Amelia Alberola

La enfermera Fernanda Ramírez aparece muerta a bordo y el barco «Bóreas» solicita permiso para regresar de Las Bahamas, donde había partido para filmar un documental sobre el misterio de la Atlántida. Este es el punto de partida de "Muerte de Atlante" (Algaida, 2024), la nueva novela de Rafael Balanzá (Alicante, 1969), que empieza con un asesinato, sigue con las rencillas y las historias personales de los tripulantes, avanza con un giro de guión y tiene un final terrorífico.

En esta historia, el autor —que tiene un Premio Café Gijón por un trabajo anterior—, sigue sumergiéndose en el crimen.

¿Por qué empieza la novela con un inicio tan impactante como es un feminicidio? 

Se trataba de eso, de conseguir un principio impactante y un final más todavía; eso es lo que he intentado. La cuestión del feminicidio, por desgracia, la tenemos todos los días, pero yendo un poco más allá, el crimen en general es uno de los grandes temas de la literatura. En mi planteamiento, no es un pasatiempo o un acertijo como en la novela policíaca típica, sino más próximo al de Dostoyevsky en Crimen y castigo, porque en el primer tercio del libro se sabe quién es el asesino; la intriga más bien estriba en el qué pasará y en una reflexión filosófica y moral, pero no descuido la parte entretenida. Lo más importante para mí es reflexionar qué lleva a un varón a matar a una mujer con la que ha tenido una relación.

Decía que no es detectivesca, pero la historia de encerrar a seis personas en un barco, con un asesinato y teniendo que convivir recuerda a Agatha Christie... 

Sí, sí, a mí me encanta Agatha Christie, es una gran autora, pero si piensas en sus mejores novelas hay una reflexión moral ¿verdad? También tiene esa deriva más profunda y psicológica, entonces sí tiene que ver con Agatha Christie. 

¿Tiene algo que ver con sus anteriores libros, donde también había muertes y asesinatos?

Soy autor de thriller —aunque esa etiqueta a mí no me gusta— y hay una coincidencia de mis intereses como escritor en lo que comento sobre reflexionar qué hace al ser humano bueno o malo, o actuar de una manera u otra, que es lo que a mí me importa. El thriller ha estado de moda siempre, desde Caín y Abel. La literatura chorrea sangre porque, por desgracia, la historia de la humanidad chorrea sangre que es lo que estamos viendo ahora en Ucrania y en Gaza, cuando ya parecía que la guerra era de otro tiempo... Empecé con Crímenes Triviales, que eran cinco relatos; seguí con Los asesinos lentos, premiada con el Café Gijón y era sobre un amigo que amenazaba de muerte a otro; en Recado de un muerto, la mala es ella... Los dioses carnívoros también iban por otro lado. Siempre he ido por la línea del crimen pero el tema del feminicidio como tal, no lo había hecho antes. Pero no cambian los temas de fondo: por qué el mal y la violencia, por qué el asesinato, por qué la soledad, por qué la frustración...

¿Y por qué una historia a dos voces, las de Adrián y Bernardo? 

Porque el multiperspectivismo es lo que enriquece un relato, aunque no es lo único. En este caso, yo quería una novela con dos hombres profundamente frustrados, cargados de rencor y de ira (en eso no son tan diferentes); y una mujer que es el personaje más feliz de la novela, vital y arrolladora: Fernanda, pero está muerta. Hago un planteamiento en el que la condición humana aparece como una condición agónica. Es la parte más trabajada y elaborada del libro. Los dos protagonistas reflexionan sobre cómo han llegado a esa situación, es una introspección. Son muy diferentes: uno ha tenido una muy mala suerte extrema y el otro está frustrado también, pero por motivos diferentes, es más existencial y por su entrada en la madurez.

¿Y cómo fue crear este trasfondo psicológico a los personajes, que tengan un pasado y que carguen con esa ‘mochila’ en la novela?

A mitad del libro hay un giro en la trama y los dos se recluyen en su camarote y recuerdan su pasado. Es una parte de introspección, en la que hay menos acción y eso es lo que más me interesa: porque al final la literatura o es exploración del alma humana o no es nada. A mí no me interesa eso del videojuego narrativo y yo creo que hay mucho de eso. Lo que me interesa es la exploración psicológica.

¿Por qué recuperar el mito de la Atlántida? ¿Es un plus para la historia?

Sí, es esencial en la novela y opera a dos niveles metafóricos en la narración: por una parte, es la felicidad, una civilización próspera, la felicidad inalcanzable para Bernarda, Adrián y Fernanda y también para la sociedad. Yo creo que esta es una sociedad enferma, con tanta frustración. La expresión más tremenda de esa patología es el feminicidio. Y sobre la Atlántida, la idea me la dio Félix de Azúa que, en una entrevista de hace unos años, decía que él ha conocido un mundo editorial y literario desaparecido, como la Atlántida. Me venía bien para reflexionar sobre un mundo perdido.

Volviendo a la pregunta inicial, la que ha dicho que se hizo al empezar el libro. ¿De dónde viene la maldad humana? ¿Cómo llega un hombre a asesinar una mujer? 

El tópico aquí sería decir que yo no tengo respuestas, que yo tengo preguntas, y que la literatura no está para hacer respuestas sino para hacer bien las preguntas... y en cierta medida, lo doy por bueno. Yo creo que la desesperación y la frustración tienen una cuestión de fondo, que es la falta de cualquier clase de estructura de valores y creencias; es una sociedad sin creencias profundas y las únicas que se mantienen son las políticas que al final dan lugar a los populismos y extremismos de izquierdas y de derechas, que a mi juicio son los mismos. Mi diagnóstico coincide bastante con Houellebecq. Occidente ha tirado al cristianismo y para eso no tenemos repuesto, podrían ser los ideales de la Ilustración, pero son quebradizos y la mayoría de países se están yendo al extremismo.