Entrevista

Sergio Villanueva: "El mundo se está polarizando cada vez más y necesita concordia"

El valenciano publica su cuarta novela, "Los adioses póstumos", donde reivindica el poder de la literatura y su pasión por el Mediterráneo, el cual, en sus palabras, es «un regalo que nos han dado a los valencianos». 

El escritor Sergio Villanueva.

El escritor Sergio Villanueva. / Loyola Pérez de Villegas

Saray Fajardo

Saray Fajardo

El actor valenciano Sergio Villanueva es conocido por sus apariciones en series como “El Pueblo” o “Las chicas del cable”. Sin embargo, su faceta como escritor no es tan conocida. Tras publicar Ausencias (1998), Laberinto de celuloides (2011) y El secreto de los nocturnos (2019), ahora regresa con su última novela Los adioses póstumos (Algaida).

La obra se podría considerar una oda a la literatura.

Sí, lo es. El libro tiene varias capas y esta es una de ellas, de las más fundamentales. Yo creo que la literatura -y cuando digo literatura me refiero no sólo a los libros que uno ha leído, sino a esa gente que te los ha recomendado, que te ha guiado con recomendaciones y te ha conformado tu personalidad como lector- genera una concordia, una empatía y un montón de cosas sanas y buenas, que cada vez son más precisas en este mundo polarizado. Detectar que hay gente que lee y hay gente que no lee, conectarles... Siempre hay alguien con un libro que le espera y no lo sabe. A todo eso le hago un homenaje en el libro. A toda esta gente importante.

Los ratos libres que nos proporcionó la pandemia impulsaron la lectura.

Sin duda. Yo la pandemia la tomé como un regalo de volver a tener un tiempo no conocido, de repente parecía que las horas se extendían, podías respirar paradójicamente en tu casa el tiempo de otra manera. Yo leo bastante, pero de repente me pregunté qué podía leer más. Ese tipo de lectura que nunca había cogido. Cogí de mi abuelo, que tengo las obras completas de Galdós y empecé a leerlas. Me quedé fascinado. Ha tenido que venir la pandemia para pararte a leer cosas. Me abracé a la inutilidad de la literatura. Me di cuenta de lo que me estaba perdiendo. También me puse a escribir de una manera que no conocía. Esta novela, que la tenía medio avanzada, la terminé de pulir y la la concluí durante la pandemia. Y la literatura fue un bálsamo, sin duda, en la pandemia. No hay que esperar a otra pandemia, sino que en cualquiera de nuestros momentos, para huir un poco de Twitter, que no genera más que malas cosas para la salud y abrir un tomo de Galdós, respirarlo y leerlo con toda tranquilidad. Esto nos va a curar más que otras cosas.

Otra de las capas de la obra es el amor a la ciudad de València, ya que sólo alguien que conoce este lugar lo puede escribir con tanta precisión.

Tengo dos teorías. Está la mirada extranjera, del viajero que entra y la describe de una forma más especial que alguien que ha vivido ahí enteramente. Yo tengo las dos miradas, ya que he nacido en València. La amo. Estoy en València, aunque esté viajando a otros lugares. Como vivo mucho en Madrid, cada vez que vuelvo después de un periodo largo de tiempo, digo qué cojones tenemos aquí. Es como un regalo que nos han dado a los valencianos. Quiero, desde mi ventanita, dar el mensaje de que no dejen de visitar esto en estas páginas. Además, es un guiño a todo aquel que ha vivido con la familia en València, que va a encontrarse en esta novela. Tenemos mucha fortuna y esta es mi forma de agradecer el hecho de haber estado aquí, sucediendo en el crecimiento, en el desarrollo de mi infancia, que es donde uno tiene la patria como escritor, en la infancia y la mía está aquí en València, en las Arenas, en el barrio del Carmen y en todo.

El Mediterráneo se ha convertido en un protagonista más de sus obras.

Sergio Villanueva se ha convertido en Mediterráneo o está en proceso de mutación al 72 %. Estoy al 72 % de Mediterráneo, yo creo que ya soy yo Mediterráneo. Lo llevo donde voy, lo abandero. Cuando empiezan estos primeros destellos de luz, de aroma, de azahar… De repente pienso que necesito estar en València. Soy absolutamente Mediterráneo.

La obra nace tras haber presenciado el eclipse en 2005, ¿por qué fue tan importante ese fenómeno?

Es una cosa cuántica porque hemos tenido un eclipse justo cuando estoy presentando la novela. A mí esto me genera muchas cositas que no nos damos cuenta. Yo me encontraba en Madrid paseando por El Retiro. Me enteré del eclipse total. Yo había visto eclipses, pero este no. Me fui al parque de El Retiro y noté una sensación, una energía, cuando se estaba cumpliendo ya el eclipse total, de parejas, de gente solitaria con sus gafas. Noté una sensación muy buena, una energía desconocida, todo el mundo calladito y pensé qué manera de entenderse aquí abajo. Si ahí arriba algo tan complicado como un astro o un satélite se entienden con un planeta de esta manera tan perfecta y cuántica, ¿cómo no nos vamos a arreglar nosotros las diferencias? Me di cuenta que todo el mundo estaba en conexión, como cuando hay un concierto de música y todo el mundo está en conexión. La mayor parte de esta gente votará cosas distintas, estará aplaudiendo a cantantes distintos y gritando o animando al equipo de fútbol diferente, pero aquí se están entendiendo. Noté que había una historia sobre la necesidad de la concordia. Me di cuenta que el mundo se estaba polarizando cada vez más y estaba necesitando más esa concordia.

¿Cuánto de autobiográfico hay en la novela?

De autobiográfico, hay partículas, muchas, pero en su totalidad o en su fondo, en realidad, no es cierto. Sí que es cierto, y siempre lo comparto, que para crear una familia en ficción, lo mejor que puede hacer uno es recurrir a la suya propia. A partir de eso cambias nombres, trabajos, añades un número de hijos, distribuyes una sola personalidad en tres personajes, pero tú estás recurriendo a tu biografía. Siempre es biográfica cualquier obra, aunque no lo sea. Un autor siempre pone de su ADN, de su vida vivida, lo que ha escuchado en las casas, las discusiones que ha vivido, las alegrías… Todo eso está plasmado, aunque sean otros personajes. Hay un encuentro en Madrid con un personaje, con una mujer hacia el final de la novela. Ese encuentro yo lo tuve con ella, pero en París. Eso son partículas, pero ahí sí que pensé que iba a escribir exactamente lo que me pasó. Y es la constatación de otro mensaje del universo. Aparece una persona, que yo no conocía, y, en un momento determinado, me dijo que yo era escritor. Esto lo he puesto en la experiencia de Marcelo, que no tiene nada que ver conmigo, pero también hizo un viaje a Madrid y quiso ser escritor. Yo me considero contador de historias porque soy actor, como ahora mismo que estoy dirigiendo teatro, y vuelvo a escribir una novela. Desde niño la conciencia ha ido guiando hasta este libro.

Tras haber publicado varias novelas y haber trabajado en obras de teatro, series y largometrajes. ¿Cómo le gusta que le presenten como escritor, actor o director?

Yo soy un contador de historias. La primera intención que he tenido yo con conocimiento ha sido la de querer ser actor. Yo quería habitar en la pantalla, sobre todo de cine. A lo mejor no me iba dando cuenta que, aunque estuviera en la pantalla, también quería contar cosas. Cuando empecé a publicar la primera novela con 23 años siempre ha estado conmigo el escritor, pero el escritor despierta más tarde. Siempre me he dado cuenta que tenía esta inercia a que los demás me dieran algo para hacer y me aplaudieran. Me apetecía mucho. A generar risa y a provocar una alegría a varias personas a la vez. Y, poco a poco, sin darme cuenta, llegué al mundo del teatro y vi que este es mi lugar. Además, conocí a autores, a directores, me puse a saber cómo se hacían los ayudantes de dirección o direcciones escénicas. Yo tengo formación teatral, que creo que es lo que me ha llevado a constatarme como escritor, incluso de novela. Si no me hubiera acercado al mundo del teatro, no sé si hubiera sido novelista o escritor. Una de las cosas que más me fascinó cuando me metí como actor es el lugar del autor. Sin él, sin la obra, aquí no hay nadie. A mí eso me tenía muy atrapado. El escritor y el autor van rizándose en el. También depende de lo que la vida laboral le ofrezca. Muchas veces me pongo a escribir para no volverme loco como no actor al no recibir una llamada. Ahí empecé con la novela. A lo mejor, si una serie hubiera conectado con otra o con una película, no estaría aquí. Cuando estás en casa, que no te llaman, te planteas contar algo. Ese es el arranque.

Ha sabido aprovechar esos parones que, a veces, vemos como negativos.

De hecho, cada vez que tengo un parón, la primera sensación es que todo es preocupante, pero después pienso que es bueno para escribir. Yo tengo mi rutina de escritor y, pase lo que pase, estoy escribiendo siempre. Como actor, cada llamada la vivo con alegría, pero, cuando empiezo a ver que no hay grabaciones esa semana, pues sigo escribiendo. Voy desempolvando cosas. Aprovecho. No le voy a permitir a la no llamada a quedarme yo quieto.

¿En qué otros trabajos está inmerso?

Me encuentro dirigiendo una obra de teatro, que se llama Jamil, que estamos ensayando en València. Estoy con la segunda parte de El secreto de los nocturnos, que quiero concluir en verano.

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