Miguel Giménez: "Prefiero jugarme la vida en Perú que trabajar en fábricas en València"

El diestro valenciano ha pasado ocho meses en Perú, tierra en la que ha toreado 25 corridas de toros. Se confiesa más ilusionado que nunca y quiere cumplir uno de sueños tras tomar la alternativa en 2015: "He hecho este viaje para poder torear en la Feria de Julio", expone

Miguel Giménez: "Sueño con debutar como torero de alternativa en la plaza de toros de València"

J. Roch

Jaime Roch

Jaime Roch

El maestro Rafael de Paula acudió a verlo a un tentadero a Torrestrella a petición de su amigo Álvaro Domecq y Morante de la Pueblalo acogió en su casa un invierno. Es Miguel Giménez, un torero de la Pobla de Vallbona con un concepto especial del toreo que ha vuelto después de ocho meses en Perú: "Ha sido el viaje de mi vida", manifiesta sin ningún atisbo de duda. La cita para la entrevista es en un lugar pintoresco, muy auténtico: la placita de toros que tiene en casa su padrino, el ya desaparecido novillero y banderillero Marcelino Rodríguez, "El Temerario".

Una frase antes de entrar al ruedo parece meterse en las entrañas: "Para ser torero, hay que vencer al dolor". Y eso es lo que ha hecho este diestro valenciano en tierras americanas porque sueña con debutar como matador de toros en la plaza de toros de València.

¿Qué ha significado Perú en tu carrera?

Ha sido el viaje de mi vida. He estado ocho meses, he toreado 25 corridas de toros en una sola temporada y me ha vuelto a poner en circulación como matador de toros. Después de tomar la alternativa en 2015, hubo un parón fuerte de festejos porque solamente toreaba dos o tres corridas al año y todas ellas en el llamado Valle del Terror. Luego vino la pandemia y me replanteé la carrera. Tras la covid, tuve que trabajar por las noches para poder ir al campo los fines de semana y no dejar la preparación de lado.

¿Qué conclusiones ha sacado después de estos ocho meses?

Prefiero jugarme la vida en Perú que trabajar en fábricas en València. Sentirme torero es la sensación más bonita del mundo y la he experimentado más que nunca estos meses en Perú. Porque he podido vivir de mi profesión y he podido dedicarme completamente a ella. Ha sido una inyección de moral muy importante para mí y para un futuro próximo como torero.

¿Cuál es el futuro?

Torear en València. Creo que como torero valenciano tengo el derecho de debutar como matador de toros en la plaza donde crecí como aficionado y como torero en la escuela taurina. Me siento preparado porque llevo bastantes festejos a mi espalda y me encantaría entrar en la Feria de Julio.

¿Vas a volver a América?

Claro, a finales de marzo vuelvo a iniciar la campaña de corridas de toros en Perú. Mis apoderados César Soto y Santiago Garay me van a preparar bastantes festejos con el objetivo de entrar en València.

¿Ha evolucionado?

Sí, personal y, sobre todo, profesionalmente. Me he dado cuenta de que soy un torero muy capaz, no solo con los toros buenos, sino con animales tan diversos como los que salen a veces allí como, por ejemplo, toros de media casta. Allí hay que concienciarse de que hay que hacer el toreo poderoso antes que el artístico. Quiero decir, al final mi toreo es totalmente pasional, pero dejaba de lado el concepto que yo quería ejecutar para ser un torero puramente resolutivo.

¿Cómo lo ha logrado?

Con una gran condición física, pero sobre todo con valor. Allí entrenaba el triple que aquí, tanto de salón como en el gimnasio, por la diferencia de altura. Una vez se terminaban los festejos, tenía una sensación brutal porque superaba pruebas en cada toro.

Miguel Giménez posa en la plaza del ya desaparecido novillero y banderillero Marcelino Rodríguez, «El Temerario»

Miguel Giménez posa en la plaza del ya desaparecido novillero y banderillero Marcelino Rodríguez, "El Temerario" / J. R.

Entiendo.

Había que mantener la calma, la mente fría delante de cada toro. Y, sobre todo, buscar las soluciones y no preocuparse tanto por los problemas. El objetivo era buscar las posibilidades para salir de ese trance. Y así durante 25 tardes.

Qué difícil.

Ya, pero allí entendí que si soy capaz de superar ese tipo de tardes, voy a ser capaz de superar otras muchísimas cosas que me puedan venir en un futuro como matador de toros.

¿Y personalmente?

Creo que he logrado una gran madurez. Mi apoderado me acompañó los primeros 15 días y luego me hizo los contratos desde España. Pasé de estar en mi casa con mi familia a estar solo en un hotel de Cajamarca y a viajar solo en trayectos de más de 24 horas. Luego, había que estar despejado para torear. Era otro país, otra cultura, otra gastronomía. Pero siempre me preguntaba hasta dónde era capaz de llegar y confiaba en que nunca el agua me llegara al cuello. Y así fue.

Entonces, ¿valió la pena?

No concibo otra vida que esta: ser y sentirme torero. Lo he hecho en Perú y ahora me toca en València. Dicen que el toreo es muy esclavo, aunque para mí la esclavitud es no dedicarme a ello.

¿Cuál fue su mejor tarde?

La del 15 de agosto en Asunción, un día en que toreé un toro de encaste Santa Coloma muy serio pero extraordinario y salí triunfador de la feria. Luego me sentí muy bien con los ejemplares de San Pedro en mi debut en Chota, una de las plazas más importantes de Perú. Esa tarde, corté una oreja y di una vuelta al ruedo con el peor lote del sorteo.

¿Cómo definiría el toro de Perú?

Está mucho menos definido que el toro de España. Tengo que utilizar mucho más la técnica que aquí porque no te permite abandonarte tanto ni torearlo tan a placer.

¿Y la afición?

Muy intensa. Demasiado, a veces. Pero esa intensidad siempre es positiva para la fiesta. Las plazas siempre están llenas, hay mucho apasionamiento por el toreo. Tanto es así que algunos aficionados se tiran de espontáneos.