Paco Ureña: "Me juego la vida por amor al toro"

El torero murciano es uno de los toreros más esperados de la Feria de Fallas tras su injusta ausencia en los últimos años en la plaza de toros de València. El 15 y 19 de marzo hará el paseíllo frente a ejemplares de Juan Pedro Domecq y Victorino Martín

Jaime Roch

Jaime Roch

Paco Ureña habla sin renunciar a sus valores, esencia y dignidad. Que es mucho decir hoy en día. Incluso llega a emocionarse cuando recuerda a su hija o el ostracismo sufrido tras la covid, después de alcanzar la cima del toreo en Bilbao. Porque los toreros también lloran y no por ello pierden su metafísica condición de héroe.

La conversación se desarrolla en el altillo ganadero de la plaza de tientas del Puerto de San Lorenzo después de torear cuatro becerras. Un espacio mágico, enclavado entre la Sierra de Francia y la Sierra de las Quilamas de Salamanca, donde el torero se abandona sin miedo a la persona frente a sus dos tardes en la Feria de Fallas: el 15 y el 19 de marzo.

En su mirada de superviviente se nota el reflejo luminoso de la emoción. Es el regreso a su plaza talismán después de tres años. En cada arruga de su sonrisa puede apreciarse el trazo del río de la vida. Un huracán de ensoñaciones, de sufrimientos o zozobras con nombre propio: los años sin contratos y sin torear y su gravísima cornada en el ojo izquierdo con la que perdió la visión.

De su cuerpo afilado, delagadísimo, emana un hechizo, un camino, una fuerza. Años antes, Ureña tenía razones para abandonarse a la tristeza, pero su ética no lo habría permitido. Ahora, se expresa con la misma verdad que muestra dentro del ruedo. Con esa sed desbocada de plenitud, de libertad absoluta que ofrece una poderosa sensación de vida.

Al fin, vuelve a València.

Se ha hecho muy largo. Demasiado. No poder estar en una plaza que ha significado tanto en mi carrera ha sido muy doloroso.

¿Cómo digirió las ausencias?

Por fases. Primero me quedé un poco en shock porque no lo acababa de comprender y, más tarde, vi que no solucionaba nada intentar comprender lo que no tiene comprensión. Así que llegué a la conclusión de fijar el objetivo en lo verdaderamente importante: prepararme para cuando llegara el momento de poder volver a pisar el albero de la plaza de València y sacar la mejor versión de mí.

¿Cómo llegó a esa conclusión?

Porque creo mucho en mí. Las cosas deben volver a su a su sitio y sabía que iba a llegar el momento de regresar a València porque se lo debo a esa plaza y, sobre todo, al aficionado.

¿Es difícil creer en uno mismo?

No, pero hay que tener mucha fe. La palabra que más he escuchado a lo largo de mi trayectoria ha sido «imposible» pero, a la vez, ha sido la que más me ha ayudado. Sinceramente, creo que soy un afortunado en la vida porque el toro me eligió a mí para marcar un camino.

¿Qué camino?

No sé cuál, pero sé que me que me eligió a mí. Me explico: cuando no toreaba, parecía que el tiempo no pasaba nunca. Incluso existían esos ruidos mentales que, para mí, eran dudas y, claro, alguna vez llegué a creer que a lo mejor yo tenía que haber elegido otro camino. Pero, en el fondo de mi corazón, sabía que iba a poder con todo.

¿Qué le decía su corazón?

Es el que me saca todo el amor al toro. Quiero decir, me juego la vida sin fisuras por amor al toro y estoy dispuesto a lo que haga falta. Por ejemplo, la tarde de la cornada en el ojo, en Albacete, no me fui a la enfermería por respeto y por amor al toro. Imagínate el dolor que sentía, pero creí que había que quedarse porque podía mantenerme en pie.

Qué entereza.

Sabía que, desde el primer momento que salté al callejón, había perdido la visión del ojo por completo. Insisto, cualquier otro ser humano se hubiese ido para dentro, pero yo no lo hice por amor al toro. Eso resume lo que para mí es el toreo. Toda mi vida me había estado preparando para afrontar un hecho así, aunque no pensaba que iba a ser tan duro.

La entrevista a Paco Ureña, en imágenes

La entrevista a Paco Ureña, en imágenes / R. Peris

¿Cómo logra prepararse para un trance así?

Creo que no tiene una explicación exacta. Es como cuando te enamoras de verdad y encima eres correspondido. Ocurre muy pocas veces en la vida, pero sé que el arma más poderosa que hay en el mundo es el amor porque por amor, una persona es capaz de hacer cosas que no haría en su sano juicio.

Entiendo.

Jamás pude imaginar que iba perder una cosa tan vital para vivir como un ojo. Pero lo acepto y doy gracias a Dios porque lo que tuve que entregar al toro en ese momento todavía me permite seguir viviendo de mi profesión. Porque si no llego a poder torear, hubiese sido un desastre absoluto para mi vida. Hubiese sido morir por dentro. Morir como hombre. Hubiese acabado con mi vida interior. Una tragedia.

A partir del percance, ¿cómo ha sido su evolución como torero?

Creo que he mejorado porque el toreo me obsesiona. Persigo una búsqueda constante en mi concepto para poder llegar a lo que de verdad yo siento. Soy un torero de alma, de darme al toro y entregarme completamente. Y claro, cuando suelto el corazón ahí delante es complicado hacer una faena estructurada. Sé que tengo que mejorar en ese aspecto para poder llegar a desnudarme delante de un toro.

¿Llegar a olvidarse del cuerpo?

Sí, pero a ese punto se llega con mucho trabajo. Hay una frase que dice que un torero puede estar en muchos lugares, pero la mente solamente puede estar en el toro. Solo así se llega a sacar el alma en una faena.

¿Cuál es el alma de Paco Ureña?

Emocionarme toreando para emocionar al tendido. Darle al toro la oportunidad de elegir entre la muleta o mi cuerpo. Creo que cada vez que me he entregado a un toro siempre me ha dado algo a cambio.

¿Ha cambiado su preparación?

Sí, he alquilado una casa en El Bosque (Cádiz) junto a mi mujer y mi hija. También viven con nosotros mi mozo de espadas Carlos y nuestros perros. Quiero estar allí hasta que pase San Isidro porque tengo más cerca el campo y, a la vez, puedo estar más tiempo con mi familia.

¿Mudarse le ha ayudado?

Por ejemplo, el año pasado me estresaba mucho salir al campo y estar dos o tres días sin ver a mi hija. Ahora tengo una mayor paz mental que es muy necesaria para mí a la hora de torear.

¿Antes no la tenía?

Desde que arrancó la temporada después del parón por la covid, no la tenía. He pasado tres años muy duros en los que, sinceramente, no he dado mi mejor versión porque en la vida siempre hay dificultades.

La entrevista a Paco Ureña, en imágenes

La entrevista a Paco Ureña, en imágenes / R. Peris

Su hija estuvo en la UCI.

Sí, pero ya se ha recuperado. Fueron dos meses horribles en mi vida y ya no solamente por mi hija, que el único problema fue el proceso natural de nacer tan pronto. Si no por los padres de los demás niños de la UCI, cuyas realidades eran mucho más duras. Y eso me afectó mucho.

Ureña es un torero muy transparente.

Me han dicho que tengo cara de triste o cara de pena. Si en mi vida todo hubiese sido fácil, no tendría tanta arruga. Pero me ha tocado así y ni puedo ni quiero cambiarlo. Soy un luchador.

¿Qué importancia tiene México en su vida?

Toda. Gracias a México confirmé mi alternativa en Madrid en agosto de 2013 porque me encontré a Manuel Chopera en un patio de caballos, por aquel entonces apoderado de Talavante y empresario de Madrid. Mi amigo Alejandro Amaya me pidió en 2011 que le acompañara en su temporada americana para entrenar con él y me marché a su casa. Allí me di cuenta de que iba a conseguir mi sueño.

¿Por qué?

Por una frase que me dijo el propio Alejandro: «Hermano, aprende a vivir como se vive aquí. Muy despacito». Hasta que no entendí que tenía que dejar de sufrir porque no llegaba mi momento, no cambió mi destino. Y con constancia y dedicación, lo conseguí.