Ser torero: el milagro de una escuela de vida

La formación de los toreros valencianos a cargo de la Diputación de Valencia cumple 40 años de historia

El sábado se celebra una clase práctica en la plaza de toros de València con los 42 alumnos para conmemorar su aniversario

Imagen de un entrenamiento de la Escuela Taurina en la plaza de toros de València.

Imagen de un entrenamiento de la Escuela Taurina en la plaza de toros de València. / Eduardo Ripoll

Jaime Roch

Jaime Roch

Cada tarde, el matador de toros Víctor Manuel Blázquez y el banderillero José Manuel Montoliu imparten clases en la plaza de toros de València. Entrar al ruedo de la calle Xàtiva supone un encuentro amistoso y místico como si el resto del mundo no existiera detrás de los muros de la plaza de toros. El silencio ceremonioso, la luz artificial de los focos bajo el frío de la oscuridad en la media tarde otoñal y el grito del “Eh, toro” para citar al compañero que embiste son los acordes de una jornada de toreo de salón en el coso valenciano.

La intensidad del sentimiento y el respeto por la liturgia taurina se convierten en la regla principal de la Escuela Taurina de València, fundada en el año 1983 gracias a que la Diputación de Valencia dio luz verde a un proyecto largamente gestado del que se cumplen cuarenta años este 2023 y en el que Enrique Ponce es el nombre más destacado. La intimidad del embroque en los pases y la rivalidad en las formas de torear también hacen crecer las raíces toreras de cada joven hacía la búsqueda de su personalidad en un ruedo lleno de recuerdos latentes de las Fallas y la Feria de Julio.

Un milagro

Es un milagro que chavales del siglo XXI intenten ser torero porque cada vez hay menos vinculación taurina entre sus familiares y el toreo es una gota de polvo en medio del espacio. Si lo hacen por fama, cualquier deportista de élite de cualquier otra índole puede obtenerla antes; si lo hacen por dinero, exactamente igual. Todo el que se apunta a la escuela taurina es por vocación de querer ser torero y afición por el mundo del toro”, explica el torero Víctor Manuel Blázquez. Sobre la vocación, el torero de Burjassot se refiere a descubrir el toreo, observar que es un mundo mágico y “acabas enamorado definitivamente hasta tal punto de entregar la vida a ello”.

Un alumno entrena en la Escuela de Tauromaquia de València

Un alumno entrena en la Escuela de Tauromaquia de València / Eduardo Ripoll

Aprender a ser torero no cuesta dinero y pueden acceder a ello todos los adolescentes -niños y niñas- a partir de los 9 años hasta los 21. Ahora mismo hay 42 alumnos inscritos. Solo se les pide un certificado de escolaridad, un certificado médico y la autorización paterna si son menores de edad. Como dato curioso, en ese certificado médico debe estar incluido el grupo sanguíneo por si llegan los percances porque es una profesión en la que pueden pasar cosas, igual que en el fútbol llegan las lesiones. “No tienen que pagar las becerras que torean, lo único que tienen que adquirir son los trastos pero ahora toreros como José María Manzanares y Román nos proporcionan muletas y capotes”, comenta Blázquez, que también añade: “Los padres ven que no hacemos locuras con sus hijos. Nosotros somos los primeros que hasta que no les vemos una buena evolución, no los ponemos delante del toro porque no queremos que les ocurra nada pero ellos son conscientes de la dureza esta profesión y saben que la cornada está ahí”.

Para ahondar en el entrenamiento, todos los días torean de salón, es decir, se interpretan pases imaginarios delante de un compañero que les embiste con cuernos de toro disecados. Los martes y los jueves realizan una hora de físico intenso, los miércoles profundizan en conceptos y encastes con la clase teórica y, los viernes de cada quince días, torean becerras en la ganadería de Fernando Machancoses, situada en Cheste. A lo largo de año, también se recorren toda España con una furgoneta de nueve plazas que les cede la Diputación en busca de tentaderos en casas ganaderas de primer orden, donde realmente se preparan bien los aspirantes a torero: “Al año podemos hacer más de sesenta tentaderos, unas 200 vacas toreadas. No tenemos clases por edad como en los colegios, sino que están todos juntos toreando y la labor de los profesores es darles los consejos que necesitan de manera individualizada para que crezcan”, asegura el director del Centro de Asuntos Taurinos de la Diputación de Valencia y responsable de la escuela, Toni Gázquez.

Pero para atender bien a las clases hay que cumplir con el Reglamento de Espectáculos Taurinos: solo a partir de los 14 años pueden participar en clases prácticas con reses de lidia y, a partir de los 16, ya pueden torear novilladas sin picadores, con picadores y hasta incluso tomar la alternativa, el sueño de cualquier joven que se inscribe en la escuela taurina.

La enseñanza de valores

En ese sentido, Gázquez también expone que "sin escuelas taurinas no habría toreros". Esa es la verdadera importancia: "Más allá de enseñar a coger un capote o una muleta, la formación se basa en valores como la educación, el compañerismo, la jerarquía o el respeto. Se trabaja mucho la formación en las personas y, taurinamente, hay una cosa fundamental en los alumnos que es valor y, a partir de ahí, se empieza a trabajar la técnica". Gázquez también destaca que es una escuela en la que se manipula muy poco la personalidad de los toreros: "No tenía nada que ver Miguel Polope con Borja Collado, ni Jordi Pérez 'El Niño de las Monjas' con Nek Romero", concluye.

Uno de los matadores de toros que ha surgido de esa escuela, Miguel Giménez, asegura desde tierras peruanas -donde torea el próximo domingo en un distrito de Lima- que "la escuela fue un descubrimiento porque conocí la disciplina del toreo y ha sido una de las experiencias de mi vida". Por su parte, el torero de Requena, Jesús Duque, declara que gracias a tener esa formación como torero es la persona que es hoy en día: "Me convirtió en matador de toros, pero sobre todo me enseñó a ser una persona respetuosa, con unos valores muy fuertes, con una mentalidad de sacrificio máximo para saber que todo en la vida hay que trabajarlo".

Un alumno ensaya una verónica en la plaza de toros de València

Un alumno ensaya una verónica en la plaza de toros de València / Eduardo Ripoll

Román Collado, que se encuentra totalmente recuperado de su gravísima cornada hace unas semanas en Las Ventas, también manifiesta que "todo lo que me ha pasado en el toreo ha sido gracias a la escuela taurina". En ese sentido, también recuerda que una de las enseñanzas más auténticas que recibió fue "saber convivir con todo el mundo y salir de la burbuja en la que yo estaba. También me enseñó a tener ilusión y un objetivo en la vida desde muy pequeño porque nadie regala nada".

La tauromaquia es un refugio de valores dentro de una sociedad frágil que cada vez más prescinde de las liturgias, desprecia las raíces y camina hacia la banalización. Por tanto, el aprendizaje para ser torero tiene su culminación en el honor de ser figura del toreo, un milagro que nace en la Escuela Taurina de València que es, en definitiva, una escuela de vida.

Otros profesores

Antes de que el matador de toros Victor Manuel Blázquez y el banderillero José Manuel Montoliu ejerciesen la labor de profesores de la Escuela Taurina de <strong>València</strong>, profesionales como Vicente Luis Murcia, César Puerta, Ángel de la Rosa, Julián García, Luciano Núñez, Alberto Martínez, Andrés Blanco, José Copete, 'Copetillo', Manolo Carrión, Joaquín Mompó o Juan Carlos Vera también transmitieron su conocimiento taurino en la formación de los toreros valencianos a lo largo de sus cuarenta años de historia. Francisco Barrios 'El Turia' fue el primer director de este centro a cuyo frente estuvo desde su inauguración en 1983 con un cuadro de profesores de primera línea como Antonio Vera, Paco Honrubia y Patricio Garrigós, 'Graneret'  

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