Algemesí, donde los sueños del toreo no se acaban nunca
En el ruedo, durante los descansos, no hay final para la imaginación en los niños y el toreo les sale de dentro de manera innata
Tres novilleros nacidos allí como Juan Alberto Torrijos, Álvaro Cerezo o Nek Romero han triunfado en su 'Setmana de Bous'
Siempre hemos vuelto a Algemesí, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o lo fácil que fuera llegar allí. Algemesí siempre valía la pena y uno siempre recibía algo a cambio de lo que allí dejaba. Cada tarde de los nueve días de la 'Setmana de Bous' sentía el contraste de los niños de allí con el resto de la sociedad y cómo surgían precisamente de ese inmenso contraste un puñado de sueños, como advirtiendo en toda su más amplia dimensión el poder la cultura de un pueblo como el toreo.
Algemesí, tan lleno de vida, húmedo y caluroso, tan elegante y secreto, es el centro del universo taurino durante la última semana de septiembre. En su plaza mayor se levanta una joya única: una plaza de toros rectangular hecha de madera y cuerdas, a la antigua usanza, para albergar una de las mejores ferias de novilladas de toda la piel de toro.
Allí te mezclas con una multitud que abarrota cada ‘cadafal’ a las 17.30 horas. Allí, la mayoría son niños que, junto a sus padres, acuden a sus peñas con nombres tan auténticos como ‘Begur’, ‘Vexes-lo’, 'Nonina' o ‘Kasidebaes’ y participan del acontecimiento taurino.
Jugar al toro
Esos niños graban la salida del novillo, preguntan a sus compañeros de localidad, aprenden en definitiva, se emocionan e intuyen cuándo hay que pedir las orejas y cuándo no. Esos niños, que son el futuro de la fiesta de los toros, en el descanso, después de la lidia de dos novillos, se tiran al ruedo y lo convierten en un infinito escenario de muletazos, verónicas y juegos al toro. Algunos llevan un capotillo y una muleta y otros hacen de toro y, como no hay final para la imaginación, abren el buzón celestial de sus sueños delante de la mirada de los demás aficionados. Una imagen que ni la propia imaginación sabe o puede admitir. Porque su fuerza expansiva, humanística, luminosa, vehemente, te permite testimoniar que hay futuro. También por la ancha, alegre seguridad que ella misma proyecta. Y ahora, algunos de esos niños, son Juan Alberto Torrijos, Álvaro Cerezo o Nek Romero, tres novilleros de Algemesí que han triunfado en su 'Setmana de Bous'.
Allí te desprendes de todas las monstruosas contradicciones que reúne el ser humano, todas esas dudas, fragilidades y desamparos, individualidades feroces y búsqueda del desconsuelo compartido. En fin, de toda esa gran angustia que somos capaces de desplegar ante la realidad del mundo y te refugias en esa esperanza gozosa que proyecta Algemesí.
Un niño torero
Esos días, un muchacho pequeño, de cara achatada, alegre, y de tez morena, se ponía a torear con una muleta pesada y más grande casi que su propio cuerpo. Probablemente nadie le habrá enseñado porque no tendría más de seis o siete años, pero el toreo le salía de dentro de manera innata, como un rayo potente y nervioso. Pero, ¿cómo podía aquel niño torear así? Nek Romero, un ídolo en el pueblo, se echó al ruedo nada más verlo para hacerle de toro, hablar con él, abrazarlo y sacarlo en hombros.
A esos niños solamente les queda resistir, no ser como los demás que, a medida que la intensidad de su imaginación juvenil va decayendo, se acomodan a la realidad que incluso llega a angustiar el resto de la vida. A esos niños solamente les queda seguir soñando. Como hicieron Juan Alberto Torrijos, Álvaro Cerezo o Nek Romero.
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