Morante de la Puebla, lamentablemente, no es un torero para València. El genio de la Puebla del Río volvía al ‘Cap i Casal’ después de su ausencia forzosa hasta en dos ocasiones el año pasado en la Feria de Julio y en la Feria de Octubre debido a una lesión de muñeca y dejó una faena deliciosa en el segundo de la tarde, un animal de Juan Pedro Domecq justito de fuerzas, pero con buen son y buena clase que eligió él mismo tras pasarse en la mañana de ayer por los corrales de la plaza de toros de València.
Duende y misterio de Morante
El misterio de sus muñecas
De entrada, cuando lo ves torear, te das cuenta de que su pericia expresiva es extraordinaria. Ocurrió en un ramillete de verónicas sin probaturas, con tres lances para el recuerdo por lentitud y belleza y una media sensacional. El duende es aquí el factor desencadenante de esa emoción única que se instala en cada lance de Morante. Es como un secreto sutil, un misterio adosado a sus muñecas que se muestra en esa especie de estética adosada a su torería y que se depura hasta el vértice de la sublimación. Tal y como ocurrió en un quite por verónicas que fue también extraordinario. Y es que Morante tiene capacidad para dotar al toreode su más fascinante equivalencia poética, pero Valènciaparece que no lo reconoció. Aunque el creador sevillano encarna ejemplarmente el concepto de la tauromaquia como acto de lenguaje, como hecho lingüístico, como imagen en sí misma.
El riquísimo potencial de su ornamentación expresiva demuestra palmariamente que el toreoes una cuestión de imágenes.
Pero el coso de la calle Xàtiva no se arrebataba con esos nutrientes de la imaginación creadora de Morante. Ni en el capote ni en la muleta, todo acompañado con su intransferible personalidad. Sobre todo, hubo toreoen redondo que bien vale su peso en oro. Con el portento de la torería. Pero se principió matando y pinchó y a la segunda lo cazó en una estocada contraria. Un antitaurino se tiró cuando el toro estaba muerto. Pero es que, intuimos, que no tenía cojones a hacer lo que hizo Morante con el toro vivo. Se trata del arte en sí mismo. Fue simplemente ovacionado. El quinto fue un marmolillo y lo pasaportó rápidamente sin más.
Morante nos hizo llorar
La otra parte del festejo tuvo un tono menor respeto a Morante: Nek Romero, el joven novillero de Algemesí, se entendió con un novillo de Talavante que tuvo un gran pitón izquierdo por humillación y ritmo. Quiso torear en redondo en todo momento y dejó varias series de calidad. Coronó su labor de una gran estocada y paseó una oreja de ley. En el sexto destacó un puyazo de Chocolate y el joven valenciano se encontró con un ejemplar que requería mando.
Nek Romero, ante su año soñado: "Me obsesiona dialogar con el toro"
Pablo Hermoso de Mendoza trazó su último paseíllo en Valènciay cortó una oreja en el cuarto de la tarde tras mostrarse a gran nivel. En el primero emborronó su labor con el rejón de muerte.