Ureña brilla al natural con su corazón cautivo

El diestro de Lorca firma una faena desgarrada que será recordada por los extraordinarios naturales que dibujó a base de clarividencia y pureza

El Fandi sale por la puerta grande de València tras sortear el mejor lote de Montalvo

Un extraordinario natural por profundidad y mando del diestro murciano en la plaza de toros de València.

Un extraordinario natural por profundidad y mando del diestro murciano en la plaza de toros de València. / LITUGO / NAUTALIA

Jaime Roch

Jaime Roch

La sonrisa de felicidad iluminaba su cara de lado a lado pese a haber perdido la puerta grande de València con la espada en el quinto de la tarde. Paco Ureña, que volvía a una de sus plazas talismán que le quiere como a pocos hoy en día, cogió un puñado de arena, la besó y se golpeó el corazón mientras escuchaba una de las ovaciones más emocionadas y emocionantes que se han escuchado en esta Feria de Fallas.

Y precisamente con el corazón toreó el diestro de Lorca a ese penúltimo ejemplar del ciclo fallero. Sobre todo, al natural, con la bamba de la muleta echada al hocico para traerse la embestida toreada hasta detrás de la cadera. Porque Ureña patenta una perseverante emoción a través de su tauromaquia, tan desgarrada, tan cristalina, tan rotunda cuando le sale desde la profundidad de su ser. Y, con sus entrañas, natural a natural, fundaba en su concepto todo el sentido totalizante de su vida, de su mundo, de sus propias dichas y desdichas personales.

Una de las más llamativas constantes de la tauromaquia de Ureña es su manera de construir una especie de testimonio visceral. Y así lo hizo en ese quinto, un animal que no regalaba nada y fue bastante huidizo en los primeros tercios, aunque medio empujó en el tercio de varas. En muleta, lo consintió a derechas con sitio y un temple que fue fundamental para el desenlace de la labor. Su clarividencia en el manejo de los tiempos entre tanda y tanda también fue extraordinaria. A partir de ahí, cuando cogió la mano izquierda, todo conectó con lo auténtico, con el áspero flujo de su pureza, incómoda por momentos, hiriente en el tendido como el filo afilado de una navaja, surgida con la belleza total de su hondura.

Tres tandas, dos de ellas rotundas, crujieron la plaza. Y es que la aventura deslumbradora de su pureza, de su verdad global que nunca ha pretendido ser lógica ni ecuánime, sino desesperadamente verosímil, enamoró una vez más a la plaza de toros de València

Un extraordinario natural de Paco Ureña en València

Un extraordinario natural de Paco Ureña en València / LITUGO / NAUTALIA

El tatuaje «Sé libre»

De su muñeca izquierda, esa en la que tiene tatuado «sé libre», surgían unos naturales que se patentizaban con una perseverante emoción a través de su toreo. El valor sereno integraba su salvación, su constitutiva razón de ser. La del toro de Montalvo y la de él mismo. Porque Ureña ha llegado a una maestría en el discernimiento de las virtudes últimas del toro, en esa plenitud singular de su extraordinaria capacidad, que firmó una obra para el recuerdo. Una tanda final con la mano derecha pero sin el estoque fue el broche de oro de su faena.

Pero, ¡maldita espada!, lo emborronó todo. Eso sí: mereció dar la vuelta al ruedo. En el segundo, que brindó al público, pudo también cortar una oreja tras dibujar derechazos personalísimos. Tras demorarse la muerte del toro, saludó una fuerte ovación. 

Un lote de cante grande

La corrida de toros de Montalvo echó un lote de puerta grande: el primero y, especialmente, el cuarto, otro animal que entra en el cuadro de honor del ciclo porque hacía literalmente el avión. Y David Fandila, "El Fandi", logró abandonar la plaza de toros de València en hombros, pero si se compara su forma de torear con la de Ureña habría que rescatar el famoso axioma que antiguamente tuvo tanto predicamento: «Dar pases no es lo mismo que torear».

Así pues, visto lo visto, el torero de Granada se llevó los mejores toros del festejo y dejó dos faenas vulgares, sin decir absolutamente nada en ese mar de pegapasismo pese al enardecimiento de los tendidos con un populismo barato, caduco... Y todo ello con 24 años de alternativa a sus espaldas. Menos mal que vieron torear a Ureña en el mismo día.

Por su parte, Emilio de Justo se llevó los dos garbanzos negros de la corrida y no le ayudaron en absolutamente nada. 

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