Dos partidos más, y otra temporada habrá terminado. Tengo la sensación al volver la vista a tras, de que si parpadeo, algo me pierdo. Que no quiero pararme a descansar, quiero vivir. Porque el tiempo vuela, pasa y no te das cuenta, y aquel 1 de agosto cuando empezamos los entrenamientos y que parece que fue ayer, daba el pistoletazo de salida a algo que esta rozando su final.

No todas las historias comienzan con «había una vez»" y terminan con «felices para siempre»". Ahora para muchas toca pensar en el próximo destino. Y no me refiero a las vacaciones, sino al puesto de trabajo. Y no es donde te destinarán, es donde querrás y estarás dispuesta a ir tú. Porque en este trabajo hay ocasiones en las que somos dueñas de nuestro futuro pero otras, toca decidir según lo que se nos presente delante.

Hoy salimos a comer varias compañeras juntas, y comentábamos la cantidad de culturas y creencias que han pasado por el vestuario. Diferentes idiomas y costumbres a los cuales te tienes que ir adaptando y te das cuenta de que hay personas que te marcaron. Y da pena tener que poner punto final a alguna de estas relaciones que estableces a lo largo de todo el año.

Son muchas horas las que compartimos. Unas de manera «obligatoria» y otras, porque establecemos lazos de unión que se trasladan a lo extradeportivo. Sobre todo para algunas de nosotras que estamos lejos de casa, llegamos a pasar más tiempo con las compañeras que con nuestra propia familia, con lo cual es importante el ambiente que se crea dentro de un equipo.

Por encima de la futbolista, somos personas. Somos humanos y las emociones en estos momentos no son fáciles de gestionar. Hay nervios, un final apasionante y no apto para los que sufren del corazón. El éxito seguramente no es de los mejores, sino de los que no se rinden. Y nos sobran motivos para creer y luchar, porque esto va más allá de un balón y once contra once; va de sentimientos, de creer y crear.

No cabe en este tramos final cualquier otra cosa que no se una actitud positiva, de esa que contagia al resto, de esa que hace que te enfrentes a un partido como si de una final se tratara. Nos quedan dos; 180 minutos para echar el cerrojo, y no hay mejor sensación para irse de vacaciones que sabiendo que lo has dado todo.