Si Anil Murthy creía que iba a encontrar en Ximo Puig, presidente de la Generalitat un apoyo o mejor aún, un consentidor, estaba equivocado. Las autoridades valencianas ya no pasan por el aro de los incumplimientos de la empresa del inefable Peter Lim. Ximo Puig tenía muy claro en qué términos se iba a desarrollar su conversación con el acólito. El presidente no quería oír más promesas. Y no sólo tenía previsto decirle y se lo dijo, que la empresa Meriton no tiene ninguna credibilidad. Puig sólo contemplaba la posibilidad de que Murthy le llevara una propuesta creíble y firmada. Del ella en la Generalitat se iba a pasar a al cuerpo jurídico para examinarla y a partir de ahí podía nacer un acuerdo. Pero no hubo tal porque Murthy se presentó sin el papel, sin el requisito necesario para que pueda ser factible una prórroga para la terminación del Nou Mestalla.

Las autoridades no ven en el estadio inacabado una obra más. Nadie con relevancia, nadie que piense en los intereses de la ciudad e incluso de la Comunitat, puede seguir manteniendo la imagen de un club tan representativo de manera que solo crea desprestigio.

En la Generalitat se piensa en la idea de que el Valencia Club de Fútbol es más que una entidad deportiva. Es entidad que trasmite imagen más allá de nuestras fronteras. Se es consciente de que el Valencia no puede ir vendiendo sus mejores productos, con el cartel de una sociedad deportiva que desdice cuantos argumentos sirvan para exportar los valores de la Comunidad.

El Valencia es más que los resultados futbolísticos. Está por encima de ello cuando se pretende publicitar la importancia de ciertas empresas exportadoras, de ciertas bondades territoriales que llamen al turismo. La Comunitat es más mucho más que un club de fútbol, pero este, con su imagen actual, desdice los eslóganes que aporten atracción.

La batalla contra Meriton aún no está perdida. Me consta que hay ciudadanos, que transmiten valencianismo, que pueden acudir al rescate. Pero, de momento, la primera incógnita a despejar es la de saber si Lim está depuesto a vender. Los mensajes que parten de los amigos de Lim son astracanadas. Ximo Puig definió muy bien el pretendido deseo de un príncipe de Johor. «Esto ya es una película de Berlanga». Lo malo es que Lim no nos hacer ni sonreír. Con él todo son lágrimas y lamentos. Sólo su adiós nos haría felices.