La pilota en los parques

El juego de pelota valenciana ocupaba las calles de toda España como el profesor canario Hernández Auta se ha encargado de certificar en su trabajo de recopilación de la nomenclatura del callejero español. La vieja Vasconia y el viejo Reino de Valencia fueron las dos referencias dentro de la vieja España diversa pues en ella se encontraban los mejores jugadores. Por eso el documentado desafío de Cartagena de 2 de septiembre de 1755 enfrentó a dos combinados llegados desde los reinos de Navarra y de Valencia. Por eso la presencia de las máximas autoridades militares y civiles de la plaza. Unos jugaban con unas pelotas de mayor peso y volumen; los vascos; otros lo hacían con pelotas más livianas, los valencianos. Según la crónica vencieron los vascos en ambas condiciones sin que faltara incluso cierta mofa por los vestidos de seda de colores que lucieron los valencianos. Jugaron a Largo, pues entonces y hasta bien entrado el siglo XIX era el juego por excelencia, el juego alabado por escritores como Peña y Goñi. Después, cuando la pelota empezó a «industrializarse» en el Pais Vasco, con la irrupción de la cesta, y la grandiosa figura del Chiquito de Eibar, se encerró en los frontones. En Valencia se siguió jugando con mucha intensidad en las calles hasta mediados del pasado siglo. La irrupción del automóvil, las nuevas construcciones y la invasión del fútbol en todos los ámbitos hirieron de muerte este deporte hasta el punto de quedar reducido a unos escasos núcleos callejeros y a unos pocos trinquetes. Los niños dejaron de jugar en las calles y el deporte se encerró entre paredes.

¿Cómo recuperar su popularidad? Imposible pretender recuperar el nivel masivo del siglo XIX o principios del XX. El objetivo ha de ser alcanzable y progresivo. Si la pelota perdió el lugar de encuentro natural con los niños en las calles puede recuperarlo en parte con los niños y niñas que juegan en los parques, allá donde hoy se concentran en sus ratos de ocio, escasos por cierto. Y nada hay más barato, ni menos invasivo que un pequeño muro donde descubran el placer de golpear a una pelota con al tacto de la mano. Así jugábamos todos los niños en una pared de la escuela del pueblo, o en las paredes de las iglesias. Así se juega en cientos de muros en el Central Park de Nueva York. Es lo que en inglés se denomina One Wall. ¿Se imaginan que en cada parque hubiera ese muro y que en las papelerías y kioscos se vendieran pelotas al precio de un euro? Esos niños y niñas descubrirían la existencia de un deporte apasionante y acabarían curioseando sobre las sublimes formas de entenderlo que tienen los valencianos cuando juegan a las modalidades consideradas como propias.

Y esos niños y niñas, probablemente, se interesarían por la espectacularidad de las grandes figuras profesionales o por la marcha de los clubes de su pueblo.

Y compartirían en un mundo global, una modalidad que les permitiese enfrentarse a los mejores de otros continentes. Ese es un camino que conduce a un mejor futuro para el Juego o el Joc de Pilota.