La Copa de Europa, actual Champions, nació al margen de las estructuras federativas. Fue idea de un periodista de l’ Equipe, Gabriel Hanot. El periodista francés quiso contestar a un titular de un diario británico que afirmaba que el campeón inglés era el mejor equipo del mundo. Y convocó a Santiago Bernabeu y a su cerebro, Raimundo Saporta, a un hotel de París... El presidente de la UEFA, enterado, sólo puso como condición que no apareciera la palabra Europa en la denominación del torneo. La comisión organizadora, a través del presidente del Anderlecht, pensó que debía jugarse entre semana para no perjudicar a las ligas nacionales. El director de l’ Equipe lo tenía claro: «Ayudaría a vender periódicos los días de partido». Los ingleses se negaron a participar en la primera edición por aquello del orgullo británico, ya saben, el fútbol lo habían inventado ellos. La segunda edición ya se reservó para equipos campeones de las ligas nacionales.

El presidente de esta nueva Liga es Florentino Pérez. Lo curioso del caso es que siendo el Real Madrid el principal impulsor, el Barcelona le haya seguido. La UEFA amenaza; la FIFA amenaza, los gobiernos amenazan. Los primeros no pueden presumir de honradez en sus planteamientos. Ni la FIFA. Los organismos que dirigen el fútbol son sospechosos de corrupción. Así es que esas amenazas pueden comprarse. Los clubes impulsores son asociaciones privadas, muchas de ellas sociedades anónimas, y si creen que vale la pena el negocio seguirán adelante al margen de legislaciones deportivas. La amenaza de no dejar a sus jugadores participar en las selecciones no es problema, sino virtud para ellos: menos cansancio y menos lesiones. ¿Ética de la igualdad de oportunidades? Eso no existe en los negocios. Toda empresa tiende al monopolio. Estamos ante un dilema moral de primera magnitud. El poderoso caballero lanza un reto a los sentimientos de cientos de millones de aficionados a los que se les obligará a elegir entre unos cuantos grandes equipos. El resto quedará con una fuerza debilitada. El fútbol profesional tal y como hoy lo conocemos podría desaparecer. De ahí la reacción tan brutalmente en contra de la gran mayoría de clubes y sus aficiones. Sólo queda una esperanza: que Santiago Bernabeu se aparezca en sueños a Florentino y lo ponga en su sitio con una amenaza pistola en mano: «La Bolsa o el Fútbol». La diferencia entre llegar al entierro sin dinero para pagarse los gastos y quien presume de mandar en medio mundo.