Fútbol y literatura

El gran viaje de Toni Padilla

El periodista y escritor presenta este miércoles en València “Unico grande amore”, un recorrido en tren por toda Italia con el hilo conductor del fútbol, que entronca con la literatura clásica de viajes

Calles de Nápoles decoradas para el Scudetto.

Calles de Nápoles decoradas para el Scudetto. / Vicent Chilet

Vicent Chilet

Vicent Chilet

Fabrizio de André, que cantó a los marginados y a los perdedores, renunciaba a componer una sola estrofa sobre su equipo, el Genoa. “No puedo escribir sobre el Genoa porque estoy demasiado involucrado. No hago el himno porque nada puede superar a los coros del Fondo Norte. En todo caso, podría haberle escrito una canción de amor al Genoa, pero no lo hago porque para hacer canciones necesitas un cierto desapego de lo que escribes”. Una vida de convivencia ante el ojo del huracán pasa una inevitable factura visceral que condiciona las posibilidades de relato de una identidad a expensas de parámetros rocosos. El pasado, el orgullo, los agravios. Por ejemplo, ante el inminente centenario de Mestalla, yo optaría por una historia paralela a partir de todo aquello que dijeron de nosotros. Desde el vicepresidente del Sparta de Praga Joseph Sikl en 1923, a los dos meses de la apertura del campo, al hechizo con el que hoy mismo el cronista Sid Lowe exalta la belleza genuina de un estadio viejo que resiste en un fútbol que ya es otro. Nuestro juicio aborigen sirve para poco más que no sea hacer recuento de las cicatrices de un siglo pirotécnico. O para rendir cuentas con nuestros fantasmas.

El punto de desapego, la justa perspectiva, nos ha regalado piezas enormes, por ejemplo en tiempos de guerra. Desde Leonardo Sciascia en una Cádiz que le recordaba a Trapani, George Orwell en Barcelona, Olivia Manning en Bucarest o Norman Lewis en la Nápoles de 1944. El australiano Peter Robb, en Medianoche en Sicilia (Alba), asistía en primera fila a los años de plomo de Palermo, al tiempo que indagaba en los últimos vestigios de la familia Salina descritos en “El gatopardo” o devoraba sardinas rellenas desde la Trattoria Shanghai, con vistas al mercado de la Vucciria. En “Unico grande amore”, editado por Panenka, Toni Padilla (Sabadell, 1977) entronca directamente con esa tradición, la de la literatura de viajes que hunde sus raíces en el Grand Tour, las largas travesías de las clases pudientes de los siglos XVIII y XIX con Italia como destino final. Sin renunciar a los placeres de la gastronomía de cada ciudad, Padilla utiliza una variante poco habitual hasta el momento en este género. Valiéndose de las mismas reglas del viaje clásico, hoy conocido como “turismo responsable”, relata un recorrido en tren por toda Italia, de Trieste a Palermo, con el fútbol como hilo conductor. Desde las cafeterías centenarias acabadas en consonante y por las que antes desfilaron desde Goethe a D’Annunzio, Padilla toma el centro de operaciones para tomar café y procesar cada detalle a su alrededor.

Toni Padilla, junto a su libro.

Toni Padilla, junto a su libro. / Panenka

El expedicionario Padilla cumple con el mandato de Pirandello. “La vida se vive y se escribe”. O “les ciutats es caminen”, como suele responder cuando al final de la tertulia posterior a una cena, alguien se ofrece a compartir taxi o acercar a la gente con el coche a casa. Toni rechaza cordialmente el ofrecimiento, reparte abrazos y emprende el camino de regreso, a pie y con los ojos muy abiertos. Su curiosidad nunca descansa y es propia de quien ejerce de viajero casi como un sacerdocio, a cualquier hora y en cualquier latitud. Esa filosofía vital explica su manera de enfocar el periodismo y la literatura. No es suficiente sólo con el talento, con la experiencia o con la capacidad de trabajo. La diferencia la marca una capacidad de observación siempre tierna, en el lugar de los hechos, y dominada por una emoción y entusiasmo contagiosos, virtudes en desuso en este tiempo en el que resistimos exhaustos. 

Sirviéndose de esa honestidad y principios, “Unico grande amore” desprende el mismo tono divulgativo, de profesor de Historia, de sus cuatro obras anteriores, pero con un toque más personal. También nacido en 1977 y deslumbrado por el colorismo del Mundial de Italia 90, bautismo de una futura fascinación mayor en forma de decenas de visitas, uno intuye en el viajero Padilla la intención de poner en orden y agradecer toda la felicidad vivida en el país transalpino. Su obra se lee, por supuesto, como un gran libro de fútbol. El fútbol de grandes templos como San Siro, pero también el de los duelos de divisiones inferiores cargados de rencores entre antiguas ciudades-estado medievales. También el fútbol del Oratorio, el campito anexo a las escuelas religiosas en el que empezaron sus carreras la mayoría de mitos. El fútbol jugado hoy todavía en las plazas del sur, con niños y niñas pateando entre esculturas un SuperSantos, la anaranjada pelota de plástico, económica y al abasto de todas las familias. 

Y es la espléndida prueba de que, a través del fútbol, se puede llegar a explicar un país. Siguiendo el rumbo de la pelota se describe la historia de grandes dinastías que marcaron la vida de una nación y que quedaron ligadas de por vida al Calcio, como los Agnelli. Las tensiones territoriales entre norte y sur que han tenido en la respuesta al “scudetto” del Nápoles una reciente actualización. La dualidad mitad obrera, mitad aristócrata de ciudades como Turín. Historias de gloria y tragedia, de renacimientos y caídas colosales de clubes arrastrados por el derrumbe de multinacionales en un país de placas tectónicas frágiles, también en su orden social. El fútbol es espejo de dramas en apogeo como el racismo, que se vocifera en las gradas, pero toma cuerpo institucional en los discursos políticos. La Italia de la gran sombra de los misterios nacionales tiene compartimentos contiguos en el fútbol. Desde el Calcio se contempla también la evolución del periodismo. De las crónicas eruditas del maestro Gianni Brera, que llegó a introducir una gran riqueza de neologismos cultos, al salseo de los programas de debate y moviola, que denigran a la mujer y que afloraron en cada ciudad con el aperturismo de los canales privados del berlusconismo. Con el fútbol se llega a Pasolini y a las canciones de De Gregori, Pino Daniele y Ligabue. Todo lo cuenta Padilla visitando estadios, cafés, estaciones y cementerios.

Siguiendo el rumbo de la pelota se describe la historia de grandes dinastías que marcaron la vida de una nación y las tensiones territoriales entre norte y sur que han tenido en la respuesta al “scudetto” del Nápoles una reciente actualización.

De su gran viaje a Italia hablará este miércoles Toni, caminante de ciudades. Será a las 19 horas en la Llibreria Bangarang. Una visita casi tan ilustre como la de los Ragazzi del 99 con Pozzo en el Mestalla de 1925; la del Torino post-Superga de Wilkes; la Fiorentina de Baggio; el Nápoles de Zola o la Roma de Totti, que siempre recuerda que todos sus goles en Mestalla fueron en la portería del fondo norte, como marca el gusto italiano por el detalle descrito por Enric González en el prólogo de un libro que ya es de culto, pero que guarda una respetuosa distancia prudencial. El título escogido, “Unico grande amore”, es un fragmento del hipnótico himno que Antonello Venditti compuso para su Roma. Y como advirtió Fabrizio de André, ninguna aproximación escrita al fútbol superará al rugido de una grada.