J. J. Sanmartín, Valencia

El material escasea por esas latitudes futbolísticas. De vestuarios de mentira, donde tan sólo habían dos duchas para muchos futbolistas valientes, porque el agua caía fría en pleno invierno. O de que el presidente de turno le «aconsejara» que en los viajes convocara a 14 futbolistas, en vez de los 16 que permite la categoría. El bolsillo es el bolsillo, y un billete de avión es un tesoro para equipos de tan poco linaje. Todo eso se acabó cuando a finales de junio marchaba para ayudar a Juan Carlos Oliva en el Aris griego. Un grupo que disputa la Copa de la Uefa, donde el estadio era de césped, y no de tierra. Con pretemporadas engalanadas de rivales Champions, y no frente a equipos de poca monta. Toni decía adiós a tanta miseria e injusticia. O eso creía él.

Nada queda de aquella ilusión y ganas que puso con esmero en su maleta. Pronto comenzaron a torcerse las cosas en un ambiente roto entre el principal accionista de la entidad, Manuel Ferrer, y el presidente del club heleno, Lampros Skordas. «Llegamos y no teníamos traductor», primer inconveniente para realizar la pretemporada a los pies del monte Olimpo. «Aprendí algunas palabras básicas, pero no teníamos comunicación». En ese sufrimiento Seligrat se apoyó en los cinco españoles y otros tantos brasileños que había en la plantilla. Las nubes desaparecieron cuando llegaron los partidos. Fue en Francia, «aquello era una maravilla». «Ya teníamos traductor, buenas infraestructuras, hoteles de cinco estrellas...». Todo eso se trasladó al campo. Delante había equipos serios: Girondins de Burdeos, con el que se empató, Toulousse, que se rindió al Aris... Luego llegaron Mónaco, Paris Saint Germain, Olympique de Marsella... Toni se frotaba los ojos. Ante los suyos estaban Taiwo, Djibril Cisse, Luyindula... Kilates de fútbol, al fin.

La Superliga comenzó con retraso, fruto de tanto incendio. «Aquello parecía un infierno, todo ardiendo», dibujaba Toni con sus palabras. El comienzo no anduvo mal, empate a cero con el Panionios. Un equipo de la misma cota que el Aris de Salónica. Sin embargo, al día siguiente -lunes-, el club despachó a Juan Carlos Oliva. Toni aún anda preguntándose por qué. «Aquella semana fue rara. No había Liga por las selecciones, y nos fuimos a Bulgaria a jugar un amistoso. Me hice cargo del primer equipo, y cuando volvimos ya había nuevo entrenador, -Dusan Bajevic-, que llegó con su preparador físico, -Dimitris Bourotzikas-».

En ese momento Seligrat quedó apartado, relegado a entrenar al filial. «Mi contrato no decía eso». Y ahí comenzó el sufrimiento. «Hablé con los directivos y me dijeron que acudiera a las oficinas, que aquello era todo un malentendido. Pero luego allí no había nadie. Me prohibían entrar en el campo... Intentaron hundirme psicológicamente para que me marchara».

Seligrat se amparó en unos abogados griegos «que hablaban español», apostilla. Desde entonces, un notario se convirtió en su sombra. «Me acompañaba a todas partes para levantar acta de ese mobbing». Y lo describe: «Me mandaban cartas en griego que no entendía, donde me citaban en lugares donde luego no acudían...». «Aquello era una pesadilla», reiteraba. Al fondo, al final de todo, tras 77 días y 86 sesiones, el billete de avión con fecha de salida asomaba. «Dejé el asunto en manos de los abogados», así como las llaves de la casa, las del coche, la pesadilla de todo aquello... Y regresó a Menorca, donde contempló la eliminatoria previa entre el Aris y el Zaragoza con cierta nostalgia. «En ese partido no hubo nada que no hubiésemos preparado nosotros», pensaba en voz alta.