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Análisis

La empresa familiar que alcanzó el lujo

La organización de la compañía no estuvo exenta de rencillas familiares que afectaron a varias generaciones

La empresa familiar que alcanzó el lujo

Aunque entre Juan, José y Vicente Lladró existieron algunas diferencias, no fue hasta el año 2002 cuando el balance de resultados comenzó a arrojar números negativos y la crisis familiar empezó a gestarse. Tras el atentado de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de este año, las ventas de la compañía en Estados Unidos, uno de sus principales clientes, se resintieron de forma acentuada y con ellas, las ganancias de la empresa de porcelana. Si a esto se suma una sucesión en la directiva no exenta de problemas, el resultado es un cisma familiar que llegó a su punto álgido en el año 2007, cuando se renegoció el reparto de las acciones de la empresa y Juan, el hermano mayor, y sus descendientes, se hicieron con el 70 % del accionariado de Sodigei, la sociedad que controla el negocio de la porcelana de los Lladró, convirtiéndose de este modo, el accionista mayoritario. En este momento, José y Vicente, pasan a hacerse con el 15 % cada uno.

Además, en 2007, Rosa Lladró Sala -hija de Juan- llega a la presidencia que ostentaría de forma intermitente, intercalándose este puesto con su hermana Mari Luz, hasta la venta de la empresa en enero de este año al Grupo PHI Industrial.

Resultaría difícil reprochar a la familia de empresarios que no se hicieron esfuerzos para tratar de reflotar a la emblemática empresa. Cambios en la dirección y la ampliación del consejo fueron solo algunas de las medidas que se tomaron a lo largo de los años para recuperar los años de esplendor que la empresa alcanzó a finales del siglo XX. Pero la crisis mundial y el azote asiático con sus copias supusieron un golpe difícil de superar para los valencianos.

En los últimos años las reducciones plantilla y los expedientes de regulación de empleo se han sucedido en la Ciudad de la Porcelana, lo que llevó a una situación límite que desencadenó en la pérdida del imperio familiar.

Incluso el momento de la venta de la empresa trajo consigo tensiones entre hermanos y primos. Mientras que Juan, accionista mayoritario en el momento de la venta, se mostró a favor del traspaso del 100 % del paquete accionarial al holding PHI Industrial, sus hermanos apostaban por otras vías. Finalmente, Juan se impuso a los deseos de hermanos y sobrinos (Mari Carmen, hija de José, era una firme partidaria de no vender todas las acciones, sino solo una parte para que la familia siguiera presente en la gestión de la compañía) y logró que su plan siguiera adelante.

Tiendas alrededor del mundo

Las grandes cifras y la inmensa popularidad que alcanzaron las «figuritas» de porcelana llevaron a la empresa a tener presencia en los cinco continentes derivada de una expansión internacional que fue la envidia del empresariado nacional.

La compañía contaba con filiales en Estados Unidos, Canadá, Alemania, Bélgica, Italia, Reino Unido, Japón, Hong Kong, Singapur o Australia. Y contaba con establecimientos propios en Nueva York, Londres, Moscú, Tokio, Shanghai, Singapur, Madrid o Cancún, entre otras grandes ciudades. Tal fue el ascenso del lujo, que en el año 1988 se inauguró el impresionante Museo Lladró en Nueva York, en la misma Quinta avenida.

Cruce de acusaciones

Durante todos estos años los medios se han hecho eco de los cruces de acusaciones que se han producido entre los miembros de la familia. De hecho, José Lladró llegó a publicar en 2013 un demoledor relato sobre la historia de la compañía cerámica. En él, lamentaba el tránsito «del milagro Lladró» hasta el «morir de éxito» debido a los conflictos familiares y la ausencia de un líder claro. Le dolía sobre todo, la separación familiar.

Pero en 2015 parece que la necesidad por sacar a la empresa de un pozo oscuro fue más fuerte que las diferencias familiares y el hecho de que en el ejercicio 2014 la empresa de Tavernes Blanques perdiera 4,4 millones de euros y las ventas se desplomaran en casi un 12 % hasta los 37,7 millones, llevó a la directiva a ampliar el número de miembros del consejo hasta cinco, para permitir la entrada de Mari Carmen Lladró Castelló, hija de José, y de David Lladró Roig, hijo de Vicente, de forma que podrían participar en la toma de decisiones.

Esta muestra de voluntad no tuvo los resultados esperados y los recortes en la empresa no tardaron en llegar para una compañía valenciana que, pese a las complicaciones y luchas de poder existentes entre sus cofundadores y descendientes, logró poner la innovación valenciana en lo más alto del lujo mundial.

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