Cuando hace apenas unos días visitábamos la exposición sobre los 50 años de CCOO PV en La Nau, Ramiro comentó que lo que más le había gustado era que no caía en personalismos sino que ofrecía un relato colectivo, el de la historia obrera y la reconstrucción del sindicalismo. Pareciera, pues, contradictorio elogiar, ahora que acaba de morir, la singular trayectoria personal y social de quien siempre rehuyó el protagonismo fatuo y orientó su vida al compromiso con las personas oprimidas, pero también tenemos derecho a reivindicar la memoria de los mejores de los nuestros.

Nació en Xàtiva, en el seno de una familia de clase media, meses antes del estallido de la Guerra Civil. Tras iniciar estudios de Derecho en Madrid, ingresó en la Compañía de Jesús a los 18 años, iniciando un itinerario formativo que le llevó por varias universidades españolas y europeas (Innsbruck, París) y fue la base de su trayectoria intelectual y vital.

De vuelta a Valencia, se ordenó sacerdote y en 1969 inició su actividad docente en las Escuelas Profesionales San José, lo que le puso en contacto con el mundo del trabajo y el movimiento de las Comisiones Obreras, Con humildad, él decía que empezó de logista, aportando locales para reuniones y multicopistas para panfletos, pero lo cierto es que su compromiso militante fue creciendo y acabó detenido, en 1970, en una redada policial, siendo posteriormente procesado.

Desde entonces y durante ocho años trabajaría (€y sería despedido) en pequeños talleres y grandes fábricas de madera, mientras iniciaba su militancia comunista y aumentaba su participación en el movimiento sindical, hasta asumir responsabilidades de dirección en el primer congreso de CCOO PV (mayo de 1978). Concluido el mandato congresual, y ante las dificultades de volver al trabajo manual en plena crisis y "fichaje" sindical, realizó su particular reconversión post-industrial hacia el sector de la enseñanza y la investigación. De aquellos años son sus primeras publicaciones importantes: Feixistes, rojos i capellans (en colaboración con Josep Picó), Obrers i ciutadans, Blasquistas y clericales, que junto a su biografía de Blasco Ibáñez, le acreditarían en adelante como el más cualificado especialista en la obra literaria del autor valenciano.

Entre 1989 y 1995 fue miembro del Consell Valencià de Cultura, colaborando con el cardenal Tarancón, en un ejercicio práctico, e incluso pedagógico, del compromiso de ambos con el diálogo y la reconciliación, mientras seguía con su estilo de vida austera en los pisos del extrarradio que compartía con sus compañeros jesuitas, al tiempo que mantenía su compromiso con el cristianismo de base y la colaboración permanente con CCOO, contribuyendo al relato coral del sindicalismo. La suya ha sido una larga vida de estudio, trabajo y compromiso, la de un hombre bueno, amigo entrañable, militante fiel, intelectual brillante y€, por encima de todo, compañero!